Los crímenes de lesa humanidad ya no nos impresionan. ¡Tan acostumbrados estamos a ellos que, mientras no nos toquen a nosotros, no hay de qué preocuparse! Y aun, si nos tocan, pareciera que perder a un familiar por la vía de la tortura, de la desaparición, de la ejecución sumaria o de un tiro en la cabeza es algo de lo más trivial.
El hombre es un animal de costumbres. Ya no puedo comenzar el día sin echarles un vistazo a los titulares de
El Nuevo Herald y leer
El País. (La Biblia la leemos y estudiamos por las noches y viera usted los disfrutes que nos damos con la Palabra mi esposa y yo. Anoche leímos Isaías 40. Y nos quedamos con el v. 29: «El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas del que no tiene ningunas». Y con el 30: «Los muchachos se fatigan y se cansan; los jóvenes flaquean y caen; pero [nosotros los viejos] que esperan a Jehová, tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán [mucho]». Los entrecorcheteados son míos.)
El Países un gran periódico; sin duda, debe haber otros iguales o peores, pero no deja de impresionarme la calidad de los articulistas de que dispone. Otro día me referiré a las notas de la última página. Una cosa tengo contra El País (en realidad, varias) sin embargo y la puedo resumir en las siguientes frases: «¡Dejen tranquilo a Mourinho, por favor! ¡Y corten eso de hacerlos pelear a los jugadores con el técnico, a don Florentino con el técnico, a los aficionados madrilistas con el técnico, al técnico con el técnico! ¡Van a terminar echándolo, como echaron a Pellegrini! ¡Qué manera de derramar bilis!»
Pues, de la edición de hoy, viernes 30 de noviembre de 2012, he querido copiar íntegra una nota periodística que aparece en la página 7 y que se titula: Argentina juzga los vuelos de la muerte.
Lo firma Alejandro Rebossio, desde Buenos Aires y el diario ilustra la nota con una foto de Alfredo Astiz, El Ángel Rubio.Se le ve serio y pareciera estar pensando en los miles de presos políticos que esperaron, mientras vivían, que su dedo pulgar se mostrara hacia arriba en señal de «que siga viviendo» pero que, en definitiva, se mostró hacia abajo, como queriendo decir: «¡Échenlos al avión y tírenlos al mar!»
Lo transcribo (suena más elegante que «lo copio») por tres razones: Una, porque resume en una forma muy clara y elocuente el drama de los perseguidos políticos no solo de Argentina sino también de Chile, algo que yo no podría escribir mejor;
dos, porque no dejo de alzar mi voz contra las injusticias que se cometen en nuestro patio y en otros patios y las violaciones reiteradas de los derechos del hombre, de la mujer, del anciano, del niño, de la familia, del hogar; es decir, de la sociedad contra la sociedad. Alguna vez dije y lo repito ahora. Callar cuando hay que denunciar y mirar para otro lado cuando ante nuestras narices se cometen atrocidades como las que se juzgan en Argentina es un delito de leso cristianismo de nosotros los que profesamos ser hijos del Dios de Justicia. Callar nos hace tan culpables como los que aprietan el gatillo o empujan al mar un cuerpo adormecido por el pentotal a través de la puerta abierta de un avión en vuelo. Si alguna vez Dios me va a juzgar que sea porque no fui lo suficientemente agresivo en denunciar estos atropellos y no porque preferí callar «y hacerme de la vista gorda». A propósito: En estos días se ha venido difundiendo la noticia que van a exhumar los restos de Yasser Arafat para «averiguar» si murió envenenado o no. Un ciudadano palestino común y corriente, entrevistado por un canal de televisión europeo, dijo: «No tiene sentido que exhumen sus restos; todos sabemos que murió envenenado».
Y tres, porque no todos tienen acceso a
El País como lo tengo yo; de algo que sirva.
ARGENTINA JUZGA LOS VUELOS DE LA MUERTE
Arranca el mayor proceso contra la represión de la dictadura con 68 acusados por 789 delitos y 900 testigos
Alejandro Rebossio
Buenos Aires
En el nuevo juicio sobre la última dictadura de Argentina (1976-1983) que comenzó este miércoles hay 68 acusados por 789 delitos, entre secuestros, torturas, trabajo esclavo, desapariciones y homicidios, incluidos los llamados vuelos de la muerte, en los que detenidos eran arrojados al Río de la Plata o al mar drogados con pentotal. Casi 900 testigos comparecerán a lo largo de dos años. Se trata del tercer juicio sobre los crímenes cometidos en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), que era uno de los dos principales centros clandestinos de detención del régimen, y por sus dimensiones es el mayor proceso judicial sobre el terrorismo de Estado en Argentina.
Desde que en 2006 se reanudaron los juicios contra la dictadura en este país, ya ha habido 64 sentencias con las que se condenó a 244 personas, la mayoría militares y policías, según el Centro de Estudios Legales y Sociales.
En el primer juicio sobre la ESMA se juzgó solo a un exintegrante de la Prefectura Naval (policía de ríos y mares), que se suicidó en 2007. Entre 2010 y 2011 se hizo el segundo proceso, en el que fueron condenados 17 represores. De ellos, 16 serán juzgados otra vez en el tercer juicio de la ESMA por otros delitos que en su momento no se analizaron. Entre estos sentenciados figuran Alfredo Astiz, conocido como
El Ángel Rubio; Jorge Acosta, alias
El Tigre, y Ricardo Cavallo, también llamado
Sérpico, que estuvo preso en España entre 2001, cuando aun regían las leyes del perdón en Argentina, y 2008, por orden del entonces juez Baltasar Garzón.
Se juzgará, por ejemplo, la desaparición de Norma Arrostito, una de las fundadores de la guerrilla peronista Montoneros, que se formó en 1970. También se indagará sobre los detenidos que eran obligados a trabajar para el régimen en oficinas como el gabinete de prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores. En el banquillo también se sentarán cinco presuntos pilotos de los vuelos de la muerte, que fueron el destino final de muchos de los 5.000 detenidos en la ESMA. Estos vuelos fueron denunciados en su momento por sobrevivientes de este campo de concentración, hoy devenido Museo de la Memoria, y por el ex capitán de navío Adolfo Scilingo, que se confesó autor de ellos, viajó a Madrid para denunciarlos ante Garzón en 1997 y allí fue condenado en 2005 y 2007 a 1.084 años de prisión. Entre los acusados por los vuelos de la muerte en el nuevo juicio figura Julio Poch, que en una noche de borrachera reivindicó ante otros compañeros de trabajo de la aerolínea holandesa Transavía su participación en estos operativos. También están dos exprefectos después reconvertidos en pilotos de Aerolíneas Argentinas, Enrique de Saint Georges y Mario Arru, y otro, Emir Hess, que confesó a un ex empleado suyo de un hotel de la Patagonia que las víctimas «caían como hormiguitas». En esos vuelos murieron al impactar en el agua o ahogados, entre otros, las tres fundadoras de Madres de Plaza de Mayo y dos monjas francesas que acompañaban a los familiares de los desaparecidos en la búsqueda de sus parientes.
Entre los acusados, la mayoría exmilitares y expolicías, hay dos civiles. Uno es Juan Alemann, abogado y empresario, exsecretario de Hacienda, y el abogado Gonzalo Torres de Tolosa, que supuestamente participó como voluntario en los vuelos de la muerte.
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