Es importante reconocer que aquí no se asume la tendencia de que ya lo tocante a la Inquisición es algo “pasado”; que puede interesar a algunos estudiosos, pero que no es vigente en sus resultados.
Cualquier conclusión sobre la materia, lo sería sobre algo que
ya no está. ¿A quién le puede interesar investigar una enfermedad que ya no existe? Además, si su estudio suscita discordias, para qué ocuparnos en algo tan poco práctico.
Este argumento, curiosamente, es propio de la Inquisición. Se trata de controlar y disponer la memoria según intereses particulares. Si hay un color propio de su piel, no es negro ni rosa, sería
camuflaje. Por eso aquí asumimos que lo tocante a la Inquisición sigue
interesando. Si decimos que fue diabólica, o que simplemente supuso algo connatural a la sociedad de su tiempo, estamos
ahora ocupados, estamos mostrando nuestro lugar.
Tratamos de la Inquisición española; de la otra, la romana, congregación establecida en 1542 por Paulo III “para combatir al protestantismo”, aunque sigue en existencia no se habla mucho, ni siquiera tiene “leyenda” (quizá su proceso contra Galileo, pero poco más); no solo sigue viva, sino que sus métodos son los mismos del pasado: secreto procesal (no se conocen a los testigos o informadores), el juez es al mismo tiempo el acusador, no se pueden interrogar por las dos partes a los testigos, etc.
En el nacimiento de la institución, 1478, no debemos “leer” un libro terminado. Es verdad que, por ejemplo, la Inquisición con Felipe II, es ya un libro compuesto como tal; proporciona
una lectura (también su contraparte en Europa). Pero en sus inicios leemos fragmentos diversos. Con ellos debemos componer
ahora el libro específico, con sus capítulos y secciones, incluso algún apéndice.
No se trata, pues, de cómo otros escribieron, sino de cómo leemos nosotros ahora; de cómo nos describe lo que de la Inquisición decimos. ¿Fue diabólica y un modelo de anticristianismo? ¿Tiene algo que ver la Inquisición con la cruz de Cristo? ¿Qué “evangelio” se anuncia con la Inquisición?
No vale lo que otros pudieron exagerar sobre su actuación, sino de cómo nosotros ahora nos señalamos sobre su nacimiento y actuación.
Reconocemos el problema que tendrán los que, si afirman que efectivamente fue algo diabólico y anticristiano de naturaleza, luego tengan que afirmar la validez de lo que la engendró: el papado. Es un solo corazón que no se puede partir. De poco vale aducir que “fue un producto de la sociedad de entonces”, porque no estamos valorando una sociedad determinada, sino el cristianismo.
¿Fue cristiana o anticristiana? Si es producto de una sociedad determinada, entonces esa sociedad será, con ella, anticristiana o cristiana. Si es anticristiana, la cosa (en negro o rosa) no pinta nada bien para España, pues se ha divulgado que en ese momento se acredita su identidad, con ese modelo de cristianismo. Entonces, para conservar el ser nacional, hay que decapar el producto y darle una nueva tintura, pues lo de maligna y diabólica es tinte que le viene de fuera, por sus enemigos.
Acerquémonos a los primeros momentos de la gestación, a ver cómo nos va nuestra propia gestación, pues se trata de “nuestro” historial, si somos de la esclava o de la libre.
LA INQUISICIÓN “MEDIEVAL” O EPISCOPAL
Antes de que se emitiera bula de concesión de una Inquisición propia de Castilla, en 1478, ya existe lo que se llama inquisición medieval, o episcopal. Había nacido para liquidar actuaciones de rebeldes cátaros y albigenses.
Con toda la injusticia de sus procedimientos, sin embargo, se caracterizaba por ser bastante localizada en sus actuaciones. Que la autoridad para su ejercicio fuese el obispo, le daba esa configuración local. Luego se incorporan nuevas perspectivas, sobre todo con la intervención de las órdenes mendicantes de los franciscanos y, especialmente, de los dominicos. Éstos podían cumplir encargos “misionales” sin adscripción territorial, sobrepasando así la autoridad episcopal de una zona.
Con todo, una jurisdicción universal, es decir, que su actuación “jurídica” fuese para toda la cristiandad, bajo la única autoridad del papa, todavía no se aplicaba en la práctica, aunque el modelo ya estaba dibujado; no en vano los métodos (incluida la tortura) los recogió Nicolás Eymeric en su “Directorio de la Inquisición” (1376), que se convirtió en el manual posterior para la Inquisición española.
Esta inquisición “medieval” o episcopal ya existía en la corona de Aragón (de ahí es Eymeric) desde 1248. ¿Por qué no se conforma con ella el rey Fernando? Castilla no la tiene, pero ¿no se podía instalar allí sin necesidad de crear una cosa nueva? En 1483 la introduce en Aragón, Valencia y Cataluña, ¿no le servía la episcopal? Es evidente que Fernando quiere una cosa nueva, más acorde con sus intereses personales.
El proceso de su nacimiento indica que todo esto no estaba nada claro, ni todos los involucrados tenían un mismo sentir. El papado concedió bula, pero pasa un tiempo sin aplicarse.
DE LO LOCAL A LO NACIONAL
Se aduce que servirá para la unidad de España frente a los “otros”, pero esos están en el suelo patrio, es, pues, un instrumento fraticida. Al final, la unidad es, en todo caso, dinástica, no de España, a menos que se entienda que lo dinástico es lo nacional. (Parece que luego algunos así lo asumen y enseñan.)
Incluso lo dinástico no funciona al principio. A la muerte de la reina Isabel (1504), deja Castilla, de la que era reina propietaria, a su hija Juana, que casa con Felipe, duque de Borgoña y conde de Flandes; con ello su padre, solo consigue, a la muerte de Felipe, ser “regente”, para lo que tiene que sacar del espacio público de poder a su hija por calificación de locura (nunca dejó de ser la reina de Castilla, a pesar de todo). Precisamente Felipe y Juana no estaban por la labor de mantener la Inquisición tan cara a Fernando (por qué causa lo mataron, queda para la especulación).
Luego, con Carlos, la situación no varía de principio. Pero
ahora España se encuentra con una “unidad de destino” con intereses claramente de otros. Tanto enfatizar ser propia, y expulsar o liquidar o someter, a cualquier “otro”, aunque fuere hermano de sangre y corral, y ahora se encuentra bajo la corona de un extraño europeo. No es de extrañar que las gentes de Castilla se levanten contra la operación. En la llamada guerra de comunidades sigue el tema de la Inquisición de por medio. Incluso el papado, que sería el garante de la pretendida unidad y firmeza de España, ahora es saqueado con horror de propios y extraños, no por una turba de bárbaros septentrionales, o de turcos del mediodía, sino por el cristiano y moderno ejército de su Católica Majestad. No sé qué color darle a estos episodios, qué leyenda levantar de los mismos; quizá mejor “taparlos”, porque lo que de los españoles dicen en esos momentos en la sede papal da para varias leyendas.
Pero
la leyenda de esta producción de la cristiana y modélica Inquisición española, se confirma en la supuesta unanimidad del pueblo que la pedía a voces. Por asombroso que esto parezca, todavía hoy, plumas y bocas de prestigio académico, siguen afirmándolo. “La Inquisición se formó, porque el pueblo lo quiso, o mejor que pueblo, la sociedad”. Esto se puede leer o escuchar en foros de alto nivel historiográfico. (Creo que con ello el nivel merece un interrogante.)
Sería la respuesta de una sociedad cristiana católica frente a los peligros ciertos de moros, judíos y protestantes.
Esto es falso. Prueba: la sociedad cristiana católica española, una buena parte de ella al menos, no quería para nada la Inquisición, a la que veía como expresión evidente de anticristianismo y anticatolicismo.
Si hubiese de emplearse la disciplina contra los judaizantes, y algunos la requerían sin duda, con la inquisición episcopal sería más que suficiente.
La Inquisición española, pues, se levanta contra una sección de españoles, cristianos católicos, que son por ella luego suprimidos, pero que la consideran como señal de todo lo contrario al cristianismo católico. Esta Inquisición no luchó contra el “otro”: moro, judío o protestante, sino contra el “otro”: un cristianismo católico bíblico. (Que, por cierto, no otra cosa es lo buscó la Reforma.)
De esto seguimos hablando, d. v., la semana próxima.
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