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Las bienaventuranzas (6)
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Ser y permanecer pobre para heredar el reino

"Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos"
LA CLARABOYA AUTOR Félix González Moreno 16 DE NOVIEMBRE DE 2012 23:00 h

El concepto moderno de pobreza puede ayudarnos a entender esta bienaventuranza. En nuestro mundo moderno industrializado, la pobreza no se define como carencia de bienes materiales o lucha por la supervivencia, como es el caso en los paises subdesarrollados. Entre nosotros la pobreza se define hoy como dependencia. En nuestros paises occidentales pobre es el que depende de los ricos poderosos o de los poderosos estados para poder vivir; pobre es el que no puede valerse por sí mismo, o sea, el que es dependiente.

De las palabras de Jesús que estamos comentando, se desprende un doble significado. Primero: Que pobre en espíritu es aquel que se sabe siempre dependiente de Dios; el que no confía en sus propios recursos y habilidades, sino que para siempre pone toda su esperanza únicamente en Dios. Y, segundo: Que pobre en espíritu es aquella persona que se independiza de todo para hacerse únicamente dependiente de Dios.

DEPENDIENDO SIEMPRE ÚNICAMENTE DE DIOS
El reino de los cielos es sólo de los pobres que siempre se consideran pobres. Si queremos vivir una vida de victoria y de bendición para otros, una vida de poder y de fruto, entonces necesitamos de la gracia de Dios, entonces tenemos que exponer diariamente nuestras necesidades delante de Dios. Y esto sólo lo haremos si nos consideramos pobres o dependientes, si consideramos que, aún siendo hijos de Dios, no está en nosotros la fuerza y el poder, sino en aquel que obra en nosotros, en Cristo.

Dios no da nunca la gracia por adelantado. Nunca nos da gracia para que nosotros la almacenemos. Sino que nos da siempre la gracia oportuna para el oportuno socorro. A algunos cristianos les gustaría que fuera al contrario. De esta manera no tendrían necesidad de acudir tanto a Dios y depender contínuamente de él. Pero Dios, que es más sabio que nosotros, nos da justo lo que necesitamos para cada día y ocasión.

Así fue durante los cuarenta años de peregrinación por el desierto. El pueblo de Israel tenía que juntar cada nuevo día su porción de maná. A algunos israelitas no les gustó esta idea y disposición divinas. Así que, recogieron para almacenar y guardar para varios días. Esta era indudablemente gente vaga, que no quería madrugar o, peor aún, era gente que, por lo menos un par de días a la semana no querían depender de Dios, querían sentirse libres, autosuficientes. Pero cuando despertaron al día siguiente, el maná se había agusanado y hedía. De manera que aquel día se quedaron sin comer. Y aprendieron la lección.

Con el maná Dios quería enseñarle a su pueblo a depender de él diariamente. Pero como hemos visto, ésta es una lección difícil de aprender, incluso para los cristianos. Pues el sentido de dependencia, aunque sea dependencia de Dios, no es precisamente lo que el hombre tiene por felicidad y bienaventuranza. ¡Justo lo contrario sería el caso! Al ser humano le atrae y seduce instintivamente la conquista de la libertad, la autodeterminación y la autorrealización. Por eso hay tan pocos pobres de espíritu.

Pero lo lamentable es que aún muchos hijos de Dios, a semejanza del hijo pródigo, buscan independizarse de su Padre Dios, buscan su autoderminación al margen de lo determinado por Dios para sus hijos, buscan su autorrealización a cualquier precio. Algunos acudieron a Dios como pobres que no tenían nada. Pero después del encuentro con Dios, comenzaron con sus propias fuerzas a trabajar y a esforzarse para avanzar en la santidad. Y llegaron a un estado en el que creían haber alcanzado cierto nivel de santidad. Entonces miraron a su alrededor y pensaron que estaban en mejor posición que el hermano X y que la hermana Z. Así que, lentamente, casi de manera inperceptible, comenzaron de nuevo a amontonar riquezas, logros y esfuerzos humanos, que les condujeron a creerse superiores a sus hermanos. Empezaron a creer que tenían algo que sus hermanos no tenían; empezaron a creer que eran ricos. ¡Pobres ilusos! Ya se habían olvidado de que el reino de los cielos sólo es de aquellos que no tienen nada propio.

¡Ay, si todos los hijos de Dios se dieran cuenta de la importancia de ser y permanecer pobres! ¡Cuántos proyectos fracasaron por comenzarse confiados en los propios recursos! ¡Cuántas derrotas se sufrieron por confiar en las propias fuerzas! Todo ésto ocurrió porque ya no nos creíamos pobres, sino ricos. De manera que no creíamos que tuviésemos necesidad de la gracia de Dios para cada paso y detalle. Obramos confiados en nosotros mismos, y el fracaso fue el resultado.

Por eso, los verdaderamente bienaventurados son los pobres en espíritu, porque ellos se saben siempre, en todo momento y ocasión, dependientes de su Padre celestial; y a él le confían su penas y alegrías, sus deseos y temores, sus esperanzas y preocupaciones, su vida y su muerte. Esta dependencia de Dios no constituye para ellos una pérdida de libertad, sino todo lo contrario, la realización de la auténtica libertad; porque ser libre es poder decir siempre sí a Dios.

INDEPENDIZÁNDONOS DE TODO PARA SER POBRES EN ESPÍRITU
Si la pobreza en sentido espiritual significa sentirse dependiente de Dios, entonces significa también independizarse de todo lo que no sea Dios. Esta independencia tiene cuatro direcciones. Es una independencia del saber, de las posesiones, de las personas y del propio yo.

Pobre en espíritu es aquel que aún estando en posesión de la más excelente ciencia y sabiduría humanas, siente y lamenta toda la pobreza de su saber que no le conduce a Dios.

En segundo lugar, pobre de espíritu es aquel que tanto si vive en una rica mansión como si vive en una humilde vivienda se sentiría pobre si no tuviera las bendiciones de Dios en su vida.

Una iglesia pobre en espíritu es aquella que no confía en su dinero para su crecimiento espiritual y numérico, sino en aquel que le abrió una puerta en el cielo que nadie puede cerrar. La cuestión de los recursos económicos y materiales de la iglesia nos lleva a preguntarnos por el asunto de las propiedades y bienes del cristiano. ¿Qué hay de mis bienes? ¿Cuánto tiempo y energía invierto yo en el mantenimiento y adquisición de riquezas? ¿Invierto en ello tanto tiempo que no me queda ninguno para emplearlo para Dios y para mi prójimo, ni siquiera para acudir al culto el domingo? ¿Soy consciente del doble aspecto oculto de la riqueza? Mientras que en algunas ocasiones la riqueza se convierte en un puente que nos acerca a Dios y al prójimo, en otras se constituye en un muro que separa al hombre de su Dios. La pobreza espiritual comienza cuando el hombre y la mujer se autoimponen libre y voluntariamente determinadas limitaciones, que les ayudarán a mantener su libertad y su independencia o a reconquistarla, si la hubiesen perdido.

En tercer lugar, pobre de espíritu es aquel que se ha liberado de las personas. Muchos querían seguir a Jesús, pero no le siguieron por temor a la gente: a los fariseos, a los sacerdotes y a otros. No se sintieron tan desesperadamente pobres que estuvieron dispuestos a perderlo todo; todo, hasta el miedo a la gente. Otros querían seguir a Jesús, pero sentían que no podían mientras tuvieran obligaciones para con sus familiares. Cuando el amor, el respeto o el temor hacia una persona nos impiden apropiarnos del reino de los cielos, es porque todavía no nos sentimos suficientemente pobres, ya que la pérdida de alguien es para nosotros más angustiosa que el reino de los cielos.

Nadie debe interponerse entre nosotros y Dios. Jesús dijo: "El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí" (Mateo 10,37).

Y en cuarto lugar, pobre de espíritu es aquel que se independiza de su propio yo y de sus exigencias. Hoy esto resulta muy difícil para el hombre de nuestro tiempo. ¿Pues qué hay hoy más importante para los hombres y los pueblos que guardar celosamente su propia identidad, superar cualquier indicio de autodeformación y conquistar para los pueblos y los individuos el derecho a la autodeterminación y al libre desarrollo de la propia personalidad? El hombre hoy quiere ser libre, completamente libre. Nada le es más extraño que la idea de depender de alguien, aunque sea de Dios. Por nuestra parte, no dudamos que la libertad, la autodeterminación y la autorrealización son valores encomiables; pero aún así nosotros no los tenemos por valores supremos.

Aún después de haber conseguido para nuestra vida la libertad y la autodeterminación, nos encontramos ante la pregunta: "¿Qué tengo que hacer con mi libertad, para qué me sirve?" El hombre sólo consigue desarrollar su personalidad apartando los ojos de sí mismo. Por eso, el centro de la vida cristiana no lo constituye la autodeterminación y la autorrealización, sino la entrega, el seguimiento y el sacrificio. En la fe cristiana la negación de sí mismo no es la muerte, sino el camino a la verdadera vida. Jesús dice: "Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mi, la hallará" (Mateo 16,25). Y cuando Pablo dice: "Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí" (Gálatas 2,20), está describiendo una dimensión de la pobreza espiritual a través de la cual su vida adquirió una riqueza insospechada que le llevó a enriquecer a millones de personas en todos los tiempos y paises. Él mismo se definirá "como pobre, pero enriqueciendo a muchos" con las riquezas del reino de los cielos.

"Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos". La bienaventuranza consiste en ser pobres y permanecer pobres. Porque sólo entonces las riquezas celestiales están a nuestra disposición todos los días y todos los momentos, de manera que no tendremos falta de ningún bien. El que sea pobre encontrará cada día grandes riquezas en Cristo. De él recibirá cada día la necesaria porción de gracia para tratar con los encargados y con los compañeros de trabajo, gracia para hablar y para callar, gracia para llevar y soportar, gracia para confesar su nombre y para sufrir por amor de su nombre.
 

 


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COMENTARIOS

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paula
23/11/2012
08:45 h
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es una enseñanza super sabia y agradezco al todopoderoso por esta publicacion que me ha fortalecido este dia ,habla de las pequeñas cosas que en esta vida son mas importantes que cualquier suma de dinero o fin personal tengamos.gracias padre x tanta luz.
 



 
 
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