La Casa Blanca sigue vestida de azul. Simbólicamente (por ahora) los hispanos inundan la Avenida Pennsylvania 1600. Lo que sigue lo copio de la Internet, donde aparece como fuente El Nuevo Herald del 15 de junio de 2012: «Barack Obama dijo hoy viernes durante una breve intervención en el “Rose Garden” que con la suspensión de deportaciones y la oferta de permisos de trabajo a inmigrantes no autorizados menores de 30 años, el sistema será “más ecuánime, más eficiente y más justo”. Para el presidente demócrata no tiene sentido expulsar a jóvenes talentosos y dijo que toma la medida ante la falta de decisión del Congreso “para reparar nuestro sistema quebrado”. La iniciativa podría ser de ayuda a Obama para obtener votos hispanos».
Leyendo más que viendo o escuchando las lucubraciones con que los republicanos tratan de explicar su derrota del martes 6 de noviembre de 2013 (soy demócrata registrado y confeso, lo cual sigo creyendo que no es pecado, como tampoco lo es ser republicano) se me viene a la mente la historia de aquel hombre que una noche, oscura como boca de lobo, extravió su billetera en un sitio más oscuro aun. La buscó y la buscó sin poder dar con ella. De pronto, se fijó que a los doscientos metros había un poste de luz con un gran foco derramando generosamente su claridad. Sin pensarlo dos veces, el hombre se dirigió hacia allá y, en ese lugar, siguió buscando. Un policía que pasaba en su ronda habitual se le acercó a preguntarle si había perdido algo. Sí, le dijo el hombre, perdí mi billetera. ¿La perdió por aquí? No, la perdí allá, a los doscientos metros. ¿La perdió allá y la está buscando aquí? Sí, es que aquí hay luz y allá no, le respondió el hombre.
Los que tratan de explicarse los resultados de la elección parecen seguir la tesis del hombre de la billetera: buscar donde nunca van a encontrar. Pero claro, hay que hacerlo pues es lo que corresponde después de haber perdido una elección y como cuando se trata de política e intereses privados es un arte andarse por las ramas...
Lo que no se dice, que es como haber encontrado la billetera, es que el pueblo, de la clase media hacia abajo principalmente, demostró que esta vez por lo menos supo discernir cuando un candidato transmite, hablando o callando, sinceridad y buenas intenciones. Y en esto, no hubo punto de comparación. En la desesperación por conseguir el apoyo popular, el candidato republicano se parecía a las ondas del mar: iba y venía, subía y bajaba, se acercaba y se alejaba, atacaba y se aquietaba para volver a atacar. Y eso, no pasó desapercibido para el votante.(*)
Hace algunos años, en realidad bastantes años, digamos, unos cuarentitantos, cuando recién habiamos llegado a Costa Rica, conocí a un colega periodista que por esos días salía para los Estados Unidos a seguir haciendo su vida profesional acá. Lo fui a despedir al aeropuerto (el único que lo hizo) y lo observé caminando por la losa hasta el avión. Cargaba un pequeño maletín negro. En ese maletín llevaba unos cuantos papeles pero en la cabeza llevaba todas las ideas y su inteligencia. Los papeles le ayudarían a ubicarse y lo que llevaba en la cabeza haría el resto. Y así ocurrió.
Cuando Barack Obama llegó al ruedo presidencial, lo hizo de igual manera. No llevaba más que su maletín de abogado, adentro unos cuantos papeles que daban fe de sus títulos y su hasta entonces poco notoria carrera política, pero en la cabeza llevaba el resto. En la cabeza y en el corazón. Nada de millones acumulados por él, por su papá, por su abuelo y por todo su entorno privilegiado.
(¿Saben por qué perdió el primer debate presidencial? Porque quiso ser un caballero respetuoso de su adversario político; pero éste no lo dejó. Así es que en los dos siguientes subió al estrado con los guantes puestos, listo para intercambiar mamporros con quien lo había golpeado antes. Y ganó ambos por
unanimous decision, como dicen los anunciadores en el ring real.)
Aunque remitiéndonos a la comparación que Jesús hace del ser humano con la oveja, el animal más palurdo y menos dotado para defenderse, no nos atrevemos a asegurar que lo que ocurrió este martes vaya a consolidarse en forma definitiva para el futuro. Ojalá que sea así. Y no solo en los Estados Unidos, sino en los países latinoamericanos y, ¿por qué no? también en España, que harta falta le está haciendo.
Hace un tiempo escribí un artículo afirmando una especie de herejía que sigo manteniendo: Hoy por hoy, los medios –especialmente los que transmiten noticias—tienen más influencia en las mentes de la gente que la Biblia. La gente escucha radio, ve televisión, lee los periódicos, se transmite las noticias de boca en boca, conversa, discute, analiza en el café de la esquina, en la barbería, en el restaurante, en media calle; en cambio en muchos casos, muchísimos diría yo, la Biblia sigue «escondiendo» los anteojos de la abuelita que hace seis meses que los perdió y no los ha podido hallar.
Los medios, especialmente los medios cristianos, la mayoría de los cuales tira hacia la derecha política, económica y social deberían ir repensando sus posturas ideológicas. Todavía es tiempo de hacer las paces con el Sermón de la Montaña.
Los votantes se dieron cuenta –pese a la propaganda multimillonaria del candidato y al apoyo atosigante que le dio la prensa, incluidos el Herald y El País (sí, El País de España que, como dije en mi artículo de la semana pasada, son dos socios que se entienden a las mil maravillas)— que con el candidato demócrata en la Casa Blanca tendrían más posibilidades de defensa que con el candidato republicano. Y podría por fin darse status legal a los millones de indocumentados que viven a salto de mata tratando de que no los agarre Migración. Con lo que se ha logrado con la
Dream Act ya el presidente se tenía ganado el apoyo de los hispanos.
Mi esposa, mi hijo Kenny yo botamos anticipadamente. Lo hicimos el sábado 3 en la Biblioteca Pública de West Kendall, a solo cuadras de nuestra casa. Tuvimos que esperar un poco más de una hora, pero esa espera nos sirvió para darnos cuenta que en el lugar se respiraba una saludable atmósfera demócrata. Algo que no nos esperábamos siendo que tradicionalmente nos movemos en un mundo hispano hablante con una mayoría de hermanos cubanos, reconocidos como republicanos. Ya en el salón de votación una dama cubana se me acercó para preguntarme cómo tenía que marcar su preferencia en cierta pregunta que no entendía. Y, mostrándome la boleta, me dijo: «Aquí sí que voté bien». Había marcado Obama.
Digo lo anterior porque en esta elección ha habido grandes ganadores y grandes perdedores. Entre los grandes perdedores están los medios y los evangélicos. Los medios porque, aunque ganaron dinero a manos llenas, han tenido que reconocer que los votantes no se dejaron convencer por su propaganda(léase, si quiere, por sus cantos de sirena). En Miami la publicidad era tan abrumadora que nos tenían casi convencidos que el candidato republicano daría una paliza a su adversario. Y que en el estado de la Florida no había dudas acerca de quién se llevaría la casi totalidad de los votos. Resultó todo lo contrario. ¡Enhorabuena!
¿Y los evangélicos? Pues ahora tendrán que ver cómo se acomodan con el Tea Party y con la Christian Coalition que, desde que el Tea Party ascendió en el terreno político agrupando en su seno a todos los que simpatizaran con sus posturas de extrema derecha, bajó bastante su perfil. Si la cosa se pone difícil, siempre está el recurso de la ética situacional que por lo general funciona aunque no sea muy ética ni muy situacional.
Y el gran ganador ha sido el pueblo hispano. En una reacción impresionante más del 70 por ciento votó azul. Nadie se lo esperaba.
¡Enhorabuenísima!
(*) Ha quedado para el bronce la respuesta que el presidente dio al candidato republicano cuando éste lo acusó de haber descuidado la flota de naves de guerra, lo que quedaba demostrado con la menor cantidad de buques que surcan los mares del mundo. Es cierto, le respondió el presidente. Ahora tenemos menos buques, pero también tenemos menos bayonetas y menos caballos; sin embargo, tenemos unos buques en los que pueden aterrizar los aviones y tenemos otros que pueden navegar debajo del agua y que se llaman submarinos. El candidato opositor se alcanzó a incorporar antes que la cuenta llegara a 10.
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