Con este título “Católica impugnación”, que continúa “del herético libelo maldito y descomulgado que fue divulgado en la ciudad de Sevilla”, nos acercamos a un libro concreto (editado ahora por Almuzara, con presentación de Stefanía Pastore y dos estudios, uno ya clásico, en la primera edición moderna de la obra, en 1961, el otro más reciente, de Francisco Márquez Villanueva), pero también nos colocamos en una época cuyos impulsos existenciales perviven, y que ha querido ser “globalizada” para que un sector sea sustancia del todo: es la época donde, según una interesada historiografía, se afirma la identidad de España, eliminando otros sectores (“eliminar”, por cierto, a veces de modo demasiado literal), que se les concede existencia pero como contrarios, como modos de realzar la identidad frente al “otro”. (En el caso que nos ocupa, el “otro” ni siquiera es extraño de tierra o lugar, sino el propio hermano.)
Llamar “católica” a la impugnación de las propuestas del judaizante tiene su relieve, pues el autor será perseguido al final por la naciente Inquisición española. Es decir, que esta nueva Inquisición persigue a gente que no tiene otro fin que la defensa del cristianismo “católico”. Recuperar el lenguaje es un paso necesario para recuperar la memoria.
Fray Hernando de Talavera (1428-1507), monje jerónimo de origen converso, fue prior de Prado, obispo de Ávila, y un personaje poderoso en su condición de confesor y consejero de la reina Isabel (uno más de su entorno converso).
Se le encargó la organización del reino de Granada tras su conquista en 1492. Como arzobispo de Granada propugnó, lo que ya antes había propuesto con otros clérigos, una conversión y trato suave, no por fuerza. (Por ejemplo, tuvo a su lado a maestros musulmanes y dispuso que los clérigos pudieran enseñar el evangelio en árabe.)
Con otros miembros de la iglesia española, se opuso frontalmente al establecimiento de la nueva Inquisición. Al final, tras la muerte de la reina, cayó en sus redes.
El libro que nos ocupa, editado para contrarrestar las propuestas de un anónimo autor, que favorecía la primacía de la ley mosaica sobre el cristianismo, fue colocado en el Índice de Valdés en 1559.
(Personajes como Talavera son la referencia para el arzobispo “reformador”, que enseña la fe cristiana en el
Diálogo de Doctrina Cristiana de Juan de Valdés. Editado como vol. III de nuestra colección “Obras de los Reformadores Españoles del siglo XVI”, Sevilla, Mad, 2008.)
Esta obra nos incorpora a una situación compleja, la de la Península a finales del XV y principios del XVI. Precisamente donde ya está “nuestra” Reforma Protestante Española. No hago aquí una reseña de la misma, solo recuerdo su nueva edición por Almuzara. En este recuerdo se actualiza la trabajosa primera edición de 1961. Digo “trabajosa”, porque su autor, el catedrático Francisco Márquez Villanueva, la tuvo que forzar fuera de nuestras fronteras, y casi fuera de textos y ámbito de reflexión sobre esa época. Ahora las cosas han cambiado algo, y tenemos trabajos muy valiosos. En ese campo, la presentación de Stefanía Pastore (con referencia a sus investigaciones) es lectura obligada.
Lean este libro. Si pueden, antes, lean el de Oropesa
Lumen ad revelationem Gentium (hay traducción castellana de L. A., Díaz y Díaz, de 1979, y se accede en Cervantes virtual). Con ello se podrá asumir como necesidad la temática de nuestro próximo congreso: Religiosidad Conversa y la Reforma Española. Incluso pueden encontrar vías de estudio para presentar alguna comunicación. (Las ponencias ya están muy ajustadas.)
En palabras de S. Pastore, “Talavera nos muestra una iglesia partida en dos, cuya fractura se apresura a ocultar la Inquisición mediante chapuzas y tachaduras en la historiografía oficial o repoblándola otras veces de mitos”.
De esa iglesia, de esa Inquisición, de esa España, les propongo en las próximas semanas unas notas para librarnos de los mitos y fantasías interesados en torno a leyendas negras o de colores diversos.
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