Sin darnos cuenta los cristianos evangélicos hablamos con un lenguaje de intramuros. Le incorporamos términos bíblicos históricos, que son comprensibles para quienes tienen un contacto permanente con la Palabra escrita. Aunque la adoptemos sin malicia, esta costumbre genera inconvenientes indeseados.
¿Quién no ha oído alguna vez referirse a un hermano o hermana en la fe como “el apóstol Fulano”, “la amada profetisa”, “el ungido Mengano” o “la sierva escogida”?
Sin entrar en detalles, ni tampoco mencionar los términos usados para referirse a los aspectos negativos; sólo diremos que esa jerigonza puede hacer vano nuestro sincero deseo de transmitir el Mensaje a los incrédulos, a la vez que le quita fluidez al diálogo entre miembros de distintas denominaciones.
Pueden haber varias razones y quizás fuese bueno discutirlas, pero opino que ese fallo en nuestra comunicación es uno de los síntomas del lamentable déficit en la enseñanza de la doctrina de Jesucristo que revela la injustificable y arbitraria tendencia a enfatizar sólo algunas verdades sacadas del contexto de toda la Revelación de Dios.
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¿POR QUÉ COMENZAR CON ESTAS REFLEXIONES?
Porque mucho antes de comisionarlos, Jesús ya había advertido a sus discípulos que deberían cuidarse de los falsos profetas que proclamarían a otros cristos(2);
y porque uno de los pilares del testimonio evangélico es que el Espíritu Santo reparte dones espirituales como quiere, para la sólida edificación de la iglesia de Jesucristo (3).
No enseña bien quien sólo tiene el deseo de hacerlo sino quien, habiendo recibido el don de enseñanza, lo usa en obediencia al propósito divino y para la sola gloria de Dios.
EL SEÑOR ES QUIEN COMISIONA A LOS ESCOGIDOS
Muchos son los llamados y pocos los escogidos, es una de las claves dadas por Jesús a través de parábolas (4) y que el apóstol Pablo profundizaría más adelante (5).
El plan perfecto desde antes de la fundación del mundo es que Dios Padre ya ha escogido a los suyos, su Hijo Jesucristo los justifica por la fe y comisiona como testigos, y el Espíritu Santo les guía a toda verdad para que cumplan con la más grande misión que pueda tener todo ser humano.
El libro de los Hechos comienza con un excelente resumen de lo que el Señor hizo después del Calvario, en el relato del médico Lucas:
“En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.”(6)
La naturaleza, el carácter y las bondades de la Biblia son tales que jamás ninguna literatura podrá suplantarla con éxito. Sin embargo, llama la atención que entre los que leen asiduamente su Biblia haya algunos que, escudándose con firmeza en que “nadie, por bueno que sea, podrá enseñarme mejor que la Palabra de Dios”, se nieguen a leer escritos o escuchar referencias de reconocidos expositores bíblicos.
En el extremo opuesto, la iglesia católica apostólica romana (ICAR) sostiene que la Biblia debe ser interpretada por los expertos en el contexto de su tradición eclesiástica; que su lectura no puede ni debe dejarse a la libre interpretación de los fieles; pues de no hacerse así, advierte, podría interpretarse de muy diversas maneras, cayéndose en herejías.
Detrás de estas dos definiciones se encolumna la gran mayoría de cristianos.
Uno de los riesgos en los que pueden caer grupos de cristianos evangélicos es obedecer a las interpretaciones de sus líderes, sin cotejarlas con todala Revelación.Lucas relatará que los creyentes de Berea
“eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.” (7)
Como muchos, he llegado a conocer a algunos buenos comentaristas de las Escrituras, personalmente o a través de sus escritos. Y doy gracias a Dios porque el Espíritu Santo ha guiado a algunos de ellos -y aún lo hace - para aclararme conceptos y disipar las dudas que puedan asaltarme en momentos en que estoy frente a un pasaje que se me presenta oscuro o contradictorio. Los buenos enseñadores de la Palabra no imponen sus conocimientos sino que ayudan al que la estudia para recibir de ella la luz que necesita.
Los buenos comentaristas: exégetas, hermeneutas y apologetas no desean - ni pueden - remplazar a la Palabra de Dios.No obstante, su trabajo docente nos ayuda a revisar preconceptos arraigados en el tiempo y salir de estrecheces mentales causados por nuestro temor a dudar, a no saber cómo responder o a hacer el ridículo ante los demás. Conocer la letra y no tener el Espíritu es causal de un error mortal. (8)
EL SEÑOR PROMETE ESTAR CADA DÍA CON SUS TESTIGOS
El Señor Jesucristo se presentó resucitado a sus discípulos citando con autoridad las Escrituras que anticipaban su obra salvífica. Porque es el Verbo encarnado y enviado de Dios, Jesucristo es el único que podrá ayudar a ese puñado de débiles hombres que ponen su esperanza sólo en la realidad terrenal que es visible por estar a su medida. Por esa razón siguen pensando en ella y así se lo manifiestan:
“(…) Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? (9)
El Señor les saca una vez más de su visión antropocéntrica con una respuesta escatológica, diciéndoles:
“No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; (…).”(10)
Pero no los deja sin la verdad que ellos necesitan; ya que les avisa que de aquí en más comenzarían a vivir en un nuevo plano: el de la realidad dimensionada por Dios. Por ello, les asegura:
“(…) pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”(11)
Nunca debería separarse el anuncio de la investidura del poder de Dios del objetivo de la misma: ser testigos.
La confusión se crea cuando se asocia este texto con otros fines: sanar las dolencias, prosperar económicamente, conseguir novio (o novia), aprobar los exámenes finales, ganar la Lotería, que el equipo favorito salga campeón, entre otros tantos que tienen que ver con la realidad que a diario construimos los humanos.
El fin único del poder prometido por Jesús a sus discípulos, es el de serle sus fieles testigos hasta Su regreso. Es el empoderamiento que necesitaban para dejar de lado su antropocentrismo. No hubiesen podido emprender esta nueva etapa de la iglesia si antes sus vidas no hubiesen sido transformadas para servir a un Único Señor.
La denominada Gran Comisión es la identificación no egoísta con toda la enseñanza de Jesucristo. Compartir el Mensaje de Cristo es asegurarse Su compañía todos los días, sea en tribulaciones o en bonanza, en dolor o en salud. Cumplir con su comisión en el tiempo presente es no temer al mañana porque Él es nuestra esperanza de gloria.
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“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (13) Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.” (14)
Los mensajeros celestiales se dirigieron a ellos como lo que eran: galileos. Si el Señor no olvida nuestros orígenes, tampoco nosotros debiéramos olvidar quiénes somos y del lugar en el que fuimos rescatados. La conexión geográfica tiene su importancia a la hora de cumplir con el mandato divino. Los agentes de cambio son los que reconocen la operación de Dios en sus propias vidas; por eso cumplen exitosamente con la gran comisión.
“Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios.
Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.” (15)
En nuestra próxima nota comenzamos con:
La misión de la iglesia de Jesucristo. Hasta entonces si Él lo permite.
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1. Salmo 119:43; 2ª Timoteo 2:15; 4:3; Tito 2:1
2. Mateo 24:24; Marcos 13:22
3. 1ª Corintios 12:11,13; 1ª Corintios 14:12,26; Efesios 4:12,29
4. Mateo 22:14
5. Romanos 8:30,33; Efesios 1:4; Tito 2:1; 1ª Pedro 2:9; 2ª Tesalonicenses 2:13
6. Hechos 1:1-5
7. Hechos 17:11
8. 2ª Corintios 3:6b
9. Hechos 1: 6b
10. Hechos 1:7
11. Hechos 1:8
12. Colosenses 1:27
13. Mateo 28:18-20
14. Hechos 1:6-11
15. Marcos 16: 19,20
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