¿Creía Unamuno en Dios? ¿Creía firmemente? A éstos grandes pensadores es imposible arrancarles una confesión clara, absoluta, contundente en la existencia de Dios.
Ya lo dije cuando escribí LA DIMENSIÓN RELIGIOSA EN LA GENERACIÓN DEL 98. Unamuno es complicado. En unas páginas se declara agnóstico y en otras discurre sobre la fe y la esperanza como lo haría cualquier comentarista del Viejo o del Nuevo Testamento. Tiene momentos en los que niega a Dios con furia y otros momentos en los que lo abraza con pasión. A ratos pide la inmortalidad con desesperación y a ratos afirma que la muerte es el fin de todo y si todo ha de acabar en el sepulcro, para qué todo.
Uno de los biógrafos que con más seriedad y lucidez ha penetrado en el alma de Unamuno es Julián Marías, ya citado. Este discípulo de Ortega y Gasset apoya cuanto estoy escribiendo. Dice que en literatura, poesía y religión Unamuno parece estar luchando en cada frase.
Y añade: “Intentar clasificar a Unamuno sería tan absurdo como vano”. ¿Por qué? Porque Unamuno “salta sin cesar de un tema a otro, y de cada uno sólo nos muestra un destello”. (26)
El propio Unamuno da la razón a los dos, a Marías y a mí. “Es cosa terrible la inteligencia” –dice-. Y añade segundos después: “Mi idea de Dios es distinta cada vez que la concibo”. (27)
En un paréntesis entre la razón y la fe, entre la especulación del cerebro y los clamores del alma, escribe en su SENTIMIENTO TRÁGICO DE LA VIDA: “No es, pues, necesidad racional, sino angustia vital lo que nos lleva a creer en Dios. Y creer en Dios es ante todo y sobre todo, he de repetirlo, sentir hambre de Dios, hambre de divinidad, sentir su ausencia y vacío, querer que Dios exista”. (28)
Rechazo de plano, hasta con vergüenza intelectual, esta frase del sacerdote Caminero, recogida por Sánchez Barbudo: “¿Qué hay en el fondo de las prolijas disertaciones teológicas de Unamuno? Sencillamente, un descreimiento absoluto en Dios. Hablando para entendernos, debemos decir que Unamuno era un ateo….el Dios cordial unamunesco solamente existe en la fantasía de Unamuno”. (29)
¿Ateo Unamuno?Para mi tengo que Caminero leyó a Unamuno con un ojo tuerto y el otro con retina desprendida. ¿Puede ser ateo un hombre que escribe estas palabras?:
“De pie y con los brazos bien abiertos
y extendida la diestra a no secarse,
haznos cruzar la vida pedregosa
-repecho de Calvario- sostenidos
del deber por los clavos, y muramos
de pie, cual Tú, y abiertos bien los brazos,
y como Tú, subamos a la gloria
de pie, para que Dios de pie nos hable
y con los brazos extendidos. ¡Dame,
Señor, que cuando al fin vaya rendido
a salir de esta noche tenebrosa
en que soñando el corazón se acorcha,
me entre en el claro día que no acaba,
fijos mis ojos de tu blanco cuerpo,
Hijo del Hombre, Humanidad completa,
en la increada luz que nunca muere;
¡mis ojos fijos en tus ojos, Cristo,
Mi mirada anegada en Ti, Señor!.(30)
En la catedral de Toledo, famosa por tantos conceptos, conforme se entra por la puerta principal, a mano izquierda, está enterrado el cardenal Portocarrero, político y cardenal de la Iglesia católica. En su lápida figura este escrito: “Aquí yace polvo, ceniza y nada”.
En el nicho donde fue enterrado Unamuno, en la Salamanca de sus amores y sus dolores, destacan las palabras de un poema que aquel hombre muerto había escrito hacía muchos años y que termina así:
“Méteme, Padre eterno, en tu pecho,
misterioso hogar,
dormiré allí, pues vengo deshecho
del duro bregar”.
Si el epitafio en la tumba del cardenal parece propio de un ateo, el de Unamuno proclama la firmeza de un creyente cuya fe desborda el tiempo y la materia, vence la duda, contempla los brazos amorosos de Dios esperándolo en la puerta de la eternidad:
Agranda la puerta, padre,
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños,
yo he crecido a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar. (31)
Contradictorio o no, creyente unas veces, incrédulo otras, Unamuno confiaba, como en el poema de José Hierro, que Dios recogiera sus palabras y le diera justo destino.
Notas
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26. Julián Marías, obra citada, pág. l2
27. OBRAS COMPLETAS, tomo VII, pág. 162
28. OBRAS COMPLETAS, tomo VII, pág. 218
29. Antonio Sánchez Barbudo, ESTUDIOS SOBRE GALDÓS, UNAMUNO Y MACHADO, pág. 92
30. OBRAS COMPLETAS, tomo VI, pág. 492
31. OBRAS COM0PLETAS, tomo VI, pág. 957
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