“Designó a doce, a quienes nombró apóstoles, para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar y ejercer autoridad para expulsar demonios” Mc 3:14. “Jesús recorría los alrededores, enseñando de pueblo en pueblo” Mc 6:6b “Entonces los envío a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos” Lc 9:2
Jesús ejemplificó lo que es el discipulado cristiano. Marcos registra el primer elemento en esta preparación: Jesús, tomando la iniciativa, llamó a sus discípulos para que "estuviesen con él" (Mc 3:14 R-V). "Todo el que está bien formado será como su maestro" (Lc 6:40 BJ).
La meta del seguimiento de Jesús es ser como él. Compartía con sus discípulos no sólo sus ideas, sino también su persona, su carácter, su ser mismo. Revelaba su ternura, su preocupación por la gente, su identificación con los que sufren. Un mensaje de arrepentimiento, perdón y restauración: las buenas noticias, el evangelio (Mc 1:14-15). Los nombró "apóstoles" (Mr 3.14), personas enviadas para cumplir sus instrucciones, ser sus testigos y ser sus misioneros.
Marcos resume las palabras de Jesús en pocas palabras: "...y para enviarlos..." (3.14). Ser "pescadores de hombres" (Mc 1:17) ilustra bien la obra de Jesús acerca de involucrar a sus seguidores. "Salieron y exhortaban a la gente a que se arrepintiera", expulsando demonios y sanando enfermos (Mc 6:12-13)”
Jesús enseñaba pero no se detenía ahí. Liberaba a las personas de los demonios y las sanaba como fue el caso de la suegra de Simón y muchos mas que padecían de diversas enfermedades (Mc 1:30-34). El evangelio de Marcos nos relata que muy de madrugada cuando todavía estaba oscuro se iba a un lugar solitario para orar. Simón y sus compañeros salieron a buscarlo y le dijeron “Todo el mundo te busca. Jesús respondió: Vámonos de aquí a otras aldeas cercanas donde pueda predicar, para esto he venido” (Mc 1:35-39). Jesús no se centro en formar una mega estructura religiosa sino en recorrer toda Galilea predicando y expulsando demonios. El Señor “no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan” (2 P 3:9). Nada ni nadie puede detenerlo. Nadie puede parar a Jesús.
“El evangelio, si se mira bien no es otra cosa que un largo y continuo caminar. Caminan Jose y María primero de Nazaret a Belén, luego, de Belén a Egipto, mas tarde de Egipto a Nazaret.
Camina Jesús por todos los caminos empolvados de Palestina. Y a sus discípulos les manda: Id y predicad el evangelio.
Intentaron frenar su paso para siempre clavándolo en una cruz y sellando su sepulcro. Y se lo encuentran poco después, caminando entre dos de sus discípulos en el camino a Emaús. Sus discípulos querían sujetarle en Palestina con la excusa de que era Judío, y luego le ven en Antioquia, en Alejandría, en Atenas, en Roma. Pretendieron darle la ciudadanía romana, y se marcha mucho más allá, con los bárbaros.
Le construyen basílicas estupendas de mármol, y acepta la hospitalidad humilde que le ofrecen los de las orillas del Mosela, del Rin o del Danubio. Le fijaron como límite el Mediterráneo, y atraviesa el Atlántico. La cultura griega trato de hacer científico la paradoja de su evangelio y Él se goza en deletrearlo con los nuevos pueblos.
El Feudalismo le ofreció sus castillos y Él se fue habitar con los siervos más humildes
Los nobles pensaron que podrían apresarlo para siempre en sus salones dorados, entre santos y ángeles, bajo las bóvedas de sus iglesias barrocas, pero Jesús siguió caminando.
La gente de nuestros días dice que el mercado manda y nos postramos ante sus leyes e ídolos pero a Jesús no se le puede sobornar y detener.
¿Por qué? Porque tierras lejanas esperan su enseñanza. Entonces Jesús camina. Siempre va más allá.
Jesús nunca se dejará aprisionar por nuestros pobres esquemas, nunca entrará en la pobre jaula de nuestras fórmulas y proyectos. Si en nuestra iglesia o en nuestra misión de creyentes hay puertas o ventanas cerradas, tengamos en cuenta que El se irá. Porque necesita respirar aire puro. Y le gusta caminar”.
Jesús se define como el camino y nos espera en otra parte. Se traslada de un lugar a otro sin tener domicilio fijo. Sabe caminar a oscuras, corre riesgos y disfruta la aventura. Estar con Cristo significa movernos con Él y aceptar el riesgo del camino. El evangelio tiene que ver con el creer en Cristo, el Hijo de Dios y el creer en Cristo tiene que ver con saber vivir.
Es difícil conocerlo si nos mantenemos distantes. Es cómodo hablar de una geografía donde nunca pusimos los pies. Al Señor le encontramos cuando nos unimos con Él. Se nos llama a ser buscadores de Dios pero no podemos privatizarlo o domesticarlo. La pregunta final es ¿dónde nos lleva? Jesús nos invita a seguir su caminar hacia las tierras lejanas y nos espera en la próxima parada de nuestro futuro.
Preguntas para la reflexión:
¿Qué significa ser discípulo de Jesús? ¿Cómo le vamos conociendo?
¿Cuál es el horizonte de Jesús? ¿Cuál es el nuestro?
¿Qué implica para la vida de la Iglesia “las costas lejanas esperan su enseñanza”?
¿Cuál es nuestra respuesta a la voluntad del Padre? ¿Cómo es nuestro seguimiento?
¿Qué procesos intencionales estamos comenzando para que el evangelio este disponible a toda etnia, lengua y nación?
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