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La iglesia y los lugares de culto (16)
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La visión de la iglesia

Sólo donde hay visión la misión es posible.
AGENTES DE CAMBIO AUTOR Óscar Margenet Nadal 05 DE OCTUBRE DE 2012 22:00 h

Han pasado poco más de 72 horas desde las dramáticas escenas vividas en el Calvario. Por temor a una persecución, los que habían visto morir a Jesús se encerraron para hacer el duelo y ocultarse de sus enemigos; esta es la gente apartada para quienes amanece la iglesia de la resurrección.

Cuando se generan cambios de imprevisibles consecuencias sus agentes necesitan de una capacitación que los ponga a la altura de cualquier eventualidad. Más si se trata de este pequeño grupo elegido por el Padre para que vean a su Hijo antes de glorificarle y sentarlo a su diestra en el lugar Santísimo. No son más que hombres y mujeres cuyos ojos habrían de ver mucho más de lo que su fe les había anticipado. En poco tiempo estarán dando testimonio de lo que han visto y oído; serán los primeros testigos de Jesús resucitado, el Cristo de Dios; y por su testimonio muchos creerán. Es esta la respuesta del Padre a la oración intercesora de su Hijo antes de ir a la cruz, como quedará luego atestiguado en todo el Evangelio de Jesucristo.(1)

Para que ese minúsculo grupo cumpla la misión que habrá de encargarle, el Señor comienza por abrir los ojos a cada uno de los miembros del Nuevo Pacto en Su sangre. Sólo donde hay visión la misión es posible.

EL VALOR DEL TESTIMONIO
El anuncio de la luna nueva era verificado por el testimonio de dos o más personas ante el Sanedrín. (2) Esta tradición permeó todos los aspectos de la vida secular. Aún así, el testimonio de dos personas podría ser falso, y tomado como veraz hasta que se probase lo contrario. Si los falsos testigos comprados para atestiguar contra Jesús hubiesen coincidido en sus mentiras, hubiesen pasado a la historia como los responsables de la condena a muerte del Maestro de Galilea.

Sin embargo, gracias a la perfecta provisión del Padre, el Hijo fue condenado por su propio testimonio al no negar ante los religiosos del templo que Él era el enviado de Dios, el Mesías prometido a Israel. De la misma manera, Dios ya había escogido a cientos de hijas e hijos suyos para que diesen testimonio de la resurrección.

En toda la historia de la humanidad pocos hechos han sido mejor corroborados que la resurrección de Jesús.Pero, como ocurre generalmente, los que niegan que Jesucristo haya resucitado son los que creen como verdades algunas teorías todavía no demostradas, aunque reciban amplísima publicidad.

Algunos incrédulos preguntan con ironía: ¿Por qué Jesús se presentó a sus seguidores y no a los religiosos y a los políticos que lo habían condenado? Implican así que hubiese sido más beneficioso para su causa que su resurrección quedase oficialmente registrada.

Podemos responder con certeza que los religiosos, los políticos y sus respectivas clientelas tuvieron su oportunidad y no la aprovecharon; desoyeron el mensaje y mataron al mensajero. La causa de Cristo es resumida por Pablo cuando dice que por amor a su iglesia Él puso su vida; y que volvió a tomarla para santificarla y presentársela a sí mismo sin mancha, para glorificarla. (3)

EL SEÑOR ABRE LOS OJOS DE SUS TESTIGOS
La sencillez del Evangelio de Jesucristo contrasta notablemente con las complejas construcciones racionales que buscan desacreditarlo.

Quienes sostienen que la fe es algo subjetivo ya pueden archivar su vieja excusa: “yo solo creo en lo que veo”. Pues el Señor, al presentarse a sus desmoralizados discípulos buscó precisamente eso: que lo vieran. Y a quienes sostienen que al sentido de la vida lo encuentran en la energía, el espiritualismo o la Metafísica deberíamos preguntarles si ya han visto personalmente a Dios como Energía vital, como Espíritu creador y como Verbo encarnado en Jesucristo resucitado.

Jesús le agradeció a su Padre por esta característica de la Buena Nueva del Reino: “En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.” (4)

En las duras y aparentemente interminables horas de dolor es cuando los cuestionamientos más coherentes no hallan con facilidad la respuesta adecuada; pero cuando ésta llega produce gozo en abundancia. (5) El mejor ejemplo de ello lo encontramos en este conocido relato de Lucas (las negritas son del autor):

“Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido.
Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos.
Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.
Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?
Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?
Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron.
Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.
Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.
Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos. Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos. Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio.
Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.
Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?
Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón. Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.
Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros.
Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu.
Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos?
Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies.
Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos.
Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.
Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
Y vosotros sois testigos de estas cosas.” (6)

A los discípulos de Emaús los dejó una vez que les hubo abierto los ojos; ellos luego se reúnen con los once y repiten la historia del encuentro. Jesús se les presenta y ahora pone a prueba su racionalidad. Ellos dudan que ese sea Jesús que muriera, fuera sepultado y ahora haya resucitado. La razón les dicta: no tocó a la puerta, nadie le ha abierto e igual entró en la casa; por lo tanto, es un espíritu.

Se han dado diversas explicaciones sobre la naturaleza que tenía el Señor resucitado. Para el objetivo de esta nota nos basta con decir que su cuerpo resucitado tenía capacidades diferentes a las que tenía su cuerpo antes de morir. A María Magdalena no le había permito tocarle porque aún no había ascendido al Padre. (7) Ahora aquí ofrece ser palpado; muestra sus heridas en manos y pies, para que viendo creyesen en Él. Ellos estaban maravillados con lo que veían como para probar si era cierto; pero aún así ¡no creían! La historia se repite hasta hoy: son más los que prefieren ver los milagros del Señor, que los que desean ver al Señor que hace milagros.

EL SEÑOR ABRE EL ENTENDIMIENTO DE SUS TESTIGOS
Los discípulos, antes embargados por dolor y ahora por el gozo, habían perdido todo contacto con la realidad; no recordaban los dichos del Maestro; sus mentes olvidaban las verdades de Sus enseñanzas porque vivían días en los que estaban dominados por sus sentimientos. El Señor, entonces, después de exhibir la nueva calidad material de su cuerpo resucitado, decide abrirles el entendimiento para que comprendan las Escrituras; pues solo guardando Su palabra hallamos luz para ver en medio de la oscuridad y en ella tenemos vida eterna.(8)

Donde no hay visión el pueblo perece; mas el que guarda la ley, es bienaventurado.(9)

Tener una perfecta visión física y una razón desarrollada no alcanza para poseer visión espiritual. Necesitamos que el Verbo encarnado, Jesucristo, quien cumplió en sí mismo la Ley y los profetas, sea quien nos abra el entendimiento y podamos comprender el plan perfecto del Padre revelado en Su palabra escrita.

En esta etapa de la naciente iglesia de la resurrección Jesucristo se muestra, equipa y capacita a los que han de ser sus testigos. Les da una nueva visión de Él y de su obra para cumplir con la misión sobrenatural de la iglesia.

En nuestra próxima nota: La comisión de Jesucristo a su iglesia. Hasta entonces si el Señor lo permite.


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1. Juan 17:14-20; Hechos 4:33; Efesios 2:20; 1ª Tesalonicenses 2:13;
2. En Israel los meses y los años se establecieron sobre la base de cálculos astronómicos. Dado que esos cálculos no eran del todo exactos, se mantuvo la costumbre de fijar el comienzo del mes por declaraciones de testigos. La facultad de escuchar el testimonio de quienes habían visto la luna nueva, para luego consagrar el comienzo de un nuevo mes, correspondía, a fines de la época del Segundo Templo, a los miembros del Sanedrín. Una vez confirmados esos testimonios, el Presidente del Gran Tribunal (Sanedrín) proclamaba esa consagración, y tras él todo el pueblo. (El Calendario Hebreo, por Moshé Korin)
3. Efesios 5:25-27
4. Lucas 10:21
5. Eclesiastés 7:2,4
6. Lucas 24: 13-48
7. Juan 20:17
8. Juan 5:39
9. Proverbios 29:18 (KJV)
 

 


1
COMENTARIOS

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Respondiendo a

Rosa Jordán de Franco
10/10/2012
13:43 h
1
 
¡Cuánta emoción transmitida a mi espíritu por esas emotivas y ungidas palabras que hablan del Señor! No se puede ser testigo si no hemos sido tocados por el Espíritu de Dios. Y sin visión, el pueblo perece. Bendiciones, mi hermano.
 



 
 
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