La respuesta dada por Dios a Jonás cuando éste se quejó por la muerte prematura de la calabacera dejó al profeta sin aliento ni reacción. Y el libro, de breves 4 capítulos y apenas 48 versículos, agrupado al final del Antiguo Testamento junto con otros de los profetas menores, termina en forma abrupta con esta declaración tan contundente: «¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, Y MUCHOS ANIMALES?»
Dios ama al ser humano pero con igual amor ama a los animales aunque sean seres irracionales y no tengan un alma que salvar. Él los creó así y los ama tal como son.
Revisando algunas versiones de la Biblia para encontrar la que mejor respondiera al motivo que tenemos al escribir este artículo, nos encontramos con una que habla, no de animales, sino de ganado. No nos gustó. Porque cuando hablamos de ganado, estamos pensando en cierto tipo de animales y dejando por fuera otros. Y a menos que los idiomas originales nos lo desmientan, creemos que cuando Dios dice: «... y muchos animales» está pensando, además de en vacas, osos y caballos, también en perros, gatos, tortugas, conejos, ardillas y canarios muchos de los cuales han llegado a ser las queridas mascotas de nosotros los seres humanos.
«Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta...» (Mateo 6.26).
Por estos días, en casa, estamos tristes. Tanto, que no he dudado en escribir a mis amigos esta nota pidiéndoles sus oraciones.
Con cierta regularidad, llegan a nuestro buzón electrónico noticias de personas que han sido atacadas por alguna enfermedad que amenaza con quitarles la vida. Y en más de una oportunidad hemos llamado a formar una cadena de oración intercesora en favor de quien está necesitando de nuestro apoyo. Ha habido casos en que la enfermedad se ha detenido y el enfermo se ha recuperado; también ha habido casos en que la respuesta a nuestras oraciones y a los esfuerzos médicos ha sido negativa.
Dios siempre responde a nuestras oraciones aunque no siempre la respuesta resulta ser como queremos que sea. La soberanía de Dios no puede ser manipulada por más convencidos que estemos de la legitimidad de nuestro ruego. Lo que sí puede ocurrir, y de hecho hemos sido testigos de esto, es que Dios modifique el curso de los acontecimientos, lo que nosotros interpretamos por oración contestada afirmativamente.
Dios siempre contesta. Con un sí o con un no, pero la respuesta llega.
Hoy día, quiero rogarles que oren por Toby, nuestro perro labrador que se encuentra enfermo. Ha sido diagnosticado con una enfermedad seria y para nosotros está resultando muy doloroso verlo disminuido en su habitual vitalidad y como aceptando, en silencio, su sino.
Toby me ha enseñado algunas cosas. Yo no sabía, por ejemplo, que los perros saben leer, a su manera claro, interesante y divertida. Cada vez que lo saco a pasear, buena parte de la caminata la dedica a leer no con sus ojos sino con su nariz, escrituras que encuentra en el césped y que le resultan tan interesantes que, cansado de esperarlo a que termine la lectura, tengo que obligarlo a seguir nuestro camino. Toby es un gran lector de mensajes que otros perros han escrito en el pasto.
A lo largo de nuestra vida como familia, hemos sido poco afortunados con algunas mascotas.Cuando en 1970 salimos de Chile hacia Costa Rica, supusimos que sería imposible traer con nosotros el perro que tanto se había encariñado con nuestros hijos, todos pequeños. Decidimos, por lo tanto, dejarlo. Al poco tiempo supimos que se había muerto de pena. Alguien nos contó que pasaba horas y horas sentado, mirando, esperando. Esperando, sin duda, que sus amiguitos regresaran. Y como no regresaron, se murió de pena. Cuando salimos de Costa Rica hacia Miami, regalamos a unos amigos un perro que era los ojos de su ama. Todos lo queríamos, y debíamos haberlo traído con nosotros. Al poco tiempo supimos que se había escapado de la casa de nuestros amigos y nunca más se supo de él. Sin duda que nos buscaba y quizás, al no encontrarnos, también se murió.
Ahora tenemos a Toby, un perro que nos quiere y al que queremos, enfermo. Hemos empezado a orar pidiendo a Dios por su sanidad. Seguiremos haciéndolo a la vez que oramos por Rubén, por Allan, por Marta Nidia, por Rosa, por Jorge, por la hermana de Miriam, por la hermana de Berta, por la madre de la doctora Bosch, por Nélida. En el pasado oramos por Néstor y el Señor se lo llevó a su presencia; oramos por John y también fue trasladado al cielo. Ustedes oraron por mí y aquí me tienen, pidiéndoles ahora que oremos por Toby, nuestro perro labrador que está siendo atacado por una seria enfermedad.
«¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, Y MUCHOS ANIMALES?»
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