Daniel Chiquete y Angélica Barrios, Entre cronos y kairós. Estudios históricos y teológicos sobre el pentecostalismo latinoamericano. México, Manda-Red Latinoamericana de Estudios Pentecostales, 2012.
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Tuvo que pasar mucho tiempo para que se estableciera “formalmente” la existencia de una teología pentecostal latinoamericana, pues no fue sino hasta los años noventas en los que, gracias a Bernardo Campos, la idea o casi doctrina de la pentecostalidad llegó para quedarse en el mundillo teológico, a pesar de que al principio fue visto con sospechas.
Otros estudiosos, pentecostales o no, entre los que hay que citar de manera preponderante a Carmelo Álvarez, se esforzaban por demostrar la importancia no solamente numérica de esta tradición religiosa. Comenzaron, así, lentamente, a superarse aquellos tiempos en que aunque ya dominaba el campo religioso del subcontinente, era menospreciada y vista con un recelo malsano y poco cristiano.
La discutible consigna de Peter Wagner: Cuidado, ¡ahí vienen los pentecostales! (1968), que desde el título de un libro azuzaba a las “iglesias históricas” de fines de los sesentas a “defenderse” o mínimamente a no estar desprevenidas ante esa oleada, había cedido su lugar (en una nueva edición) a Avance del pentecostalismo en Latinoamérica (1987), una muestra de respeto que abría las puertas al diálogo y la aceptación mutua.
Sin duda que los dirigentes (y mucho menos los militantes) de ambas vertientes (aunque los pastores y candidatos a pastores no puedan ser exculpados tan fácilmente) no habían(mos) leído bien a Lalive D’Epinay, Walter Hollenweger ni a Donald Dayton en sus sólidas exposiciones de las características sociológicas y doctrinales del pentecostalismo.
Los múltiples desencuentros entre protestantismos y pentecostalismos continuaron, pero con el paso del tiempo se moderaron y el acercamiento y la comprensión aumentaron. El triunfalismo y los orgullos de ambas partes cedieron su lugar a los tímidos pero cada vez más enriquecedores contactos, que en la vida eclesiástica real eran más comunes de los que parecían. A la desconfianza le siguió el compañerismo y los diversos espacios ecuménicos y confesionales propiciaron oportunidades nuevas de aprendizaje y comunión. El surgimiento de los Encuentros Pentecostales Latinoamericanos y, más tarde, de la Red Latinoamericana de Estudios Pentecostales (Relep), fueron hitos en este camino de aproximación y testimonio común. Aún agradezco la fortuna que tuve de presentar, en su momento, dos libros sobre pentecostalismo:
El poder desde el Espíritu. La visión política del pentecostalismo en el México contemporáneo, de Gilberto Alvarado, y
El movimiento pentecostal en México: la Iglesia de Dios, 1926-1948, de Deyssy Jael de la Luz García.
En los años recientes, lo que queda de los protestantismos históricos y los sectores más atentos del pentecostalismos se encuentran en la misma trinchera ante posturas e ideologías cuestionables como las llamadas “teologías de la prosperidad” y otros excesosque, surgidos de ambas y otras vertientes, forman parte del panorama actual.
Si a ello se suma que
está surgiendo y desarrollándose una magnífica generación de propios estudiosos/as pentecostales, teólogos e historiadores, en particular (dos nombres femeninos: Elizabeth Salazar, en Chile, y Deyssy Jael de la Luz García, en México), hoy la lista de autores/as ya es muy vasta, es posible afirmar que la plataforma de análisis se ha ampliado lo suficiente como para valorar en todo lo que vale la obra que ahora mismo nos reúne.
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Por su formación de arquitecto, a Daniel Chiquete siempre se le han dado bien las “estructuras”, sean éstas bíblicas (como en su curso “Espíritu Santo y misión en el libro de los Hechos” y múltiples ensayos sobre ese libro bíblico), teológicas (la combinación de estudios sobre la arquitectura y la liturgia pentecostal) o estrictamente arquitectónicas(pues ha vuelto a ejercer la docencia en ese campo en su natal Sinaloa), además de sus incursiones en el ámbito secular.
[i]
Desde hace años le he seguido la pista, pues me parece que, en el espectro pentecostal mexicano, desde los tiempos de don Manuel J. Gaxiola no teníamos un referente de ese calibre. No mencionaré otras posibilidades que se quedaron en el camino o que emigraron hacia otros derroteros.
El trabajo de Chiquete combina lo mejor del impulso pentecostal “clásico” y su formación teológica en Costa Rica y Alemanialo orientaron, debo decirlo, hacia la zona que más aprecio y con la que mejor discuto, pues no deja de asombrarme el hecho de que los pensadores pentecostales no se despegan ni un ápice de sus orígenes y persisten en la indagación y explotación de sus raíces religiosas y culturales, aunque algunos a veces añoremos el hecho de que salgan un poco más de esas fronteras auto-limitadas. Un guiño que resulta obligado en estos días es que, por fin, sea un pentecostal quien haya ofrecido el citado curso sobre el Espíritu Santo y el libro de los Hechos. ¡Porque esa, se esperaría, es su especialidad obligada! Y conste que no olvido que Chiquete ya emprendió la labor exegética con el Cuarto Evangelio, nada menos. Sus trabajos con visión ecuménica sobre la educación teológica tampoco olvidan esa perspectiva y ella es justamente la que los enriquece.
[ii]
A Angélica Barrios, a quien sólo teníamos el gusto de conocer gracias a Facebook, la habíamos leído previamente, constatando, una vez más, la pasión ya mencionada con que los creyentes pentecostales asumen los valores de su tradición y la proyectan en todo lo que hacen, piensan y elaboran.
Precisamente en
Entre cronos y kairós reúne algunos de sus trabajos más creativos (imbricados con los de Daniel en un intenso contrapunto analítico) sobre la presencia pionera del pentecostalismo en Chile vista desde diversos ángulos.
Me quedo, desde el título, con el que abre este volumen: “
Hermosa ciudad donde no habrá lágrimas ni sol”, texto de inspiración apocalíptica que recorre las calles chilenas para encontrarse con la presencia y voz del Espíritu en la presencia y voz de las comunidades.
Su abordaje crítico de la industrialización urbana explica muchas aristas del comportamiento típicamente pentecostal, yendo más allá del supuesto aislacionismo de otras épocas. Ella se mueve entre este estudio de las cotidianidades creyentes urbanas y pasa por la “teo-odisea cantada”, es decir, el muy obligatorio acercamiento a la alabanza pentecostal, sin la cual estos movimientos resultarían incomprensibles, hasta el sensible estudio biográfico de la “hermana Elena”, una mujer controversial, quien sacudió al metodismo de su época con las manifestaciones del Espíritu que experimentó.
Al leer los estudios de Barrios sobre las comunidades pentecostales uno no puede olvidar la impronta cultural que ya han dejado en ciertas zonas de la literatura chilena.
Vienen a mi memoria dos casos: en la poesía de
Jorge Teillier, la presencia de los evangélicos es como una nota paisajística, como cuando escribe en un poema de tema apocalíptico: “Los evangélicos saldrán a las esquinas/ a cantar sus himnos de costumbre”.
[iii]El otro caso notable y muy reciente es la novela
El arte de la resurrección, de
Hernán Rivera Letelier (premio Alfaguara 2010), en la que este hijo de pastor recrea el ambiente desértico y minero desde una visión religiosa soterrada para contar la vida del ya mítico Cristo de Elqui.
[iv]
Chiquete, a su vez, enfrenta “la metamorfosis sagrada”, esto es, la posibilidad efectiva para los creyentes de salir de su espacio cotidiano, reducido en nuestras ciudades, para habitar en el Espíritu los espacios eclesiásticos mayores, aun cuando la evolución arquitectónica, en la que también se ha roto con la tradición de la cultura religiosas mayoritaria, siga siendo lenta y todavía no encuentre sus formas más o menos definitivas.
El “urbanismo sacralizado” es una forma de invadir el mundo con el mensaje cristiano espacial, en donde la centralidad del cuerpo de los creyentes como verdaderos templos acaso obligue a no construir grandes catedrales porque ellos son el verdadero habitáculo del Espíritu.
Su incursión en la historia del pensamiento cristiano lo lleva a encontrar paralelismos entre el montanismo y el pentecostalismo, como movimientos “perturbadores y necesarios” resultado de la obra del aguafiestas imprescindible que es la tercera persona de la Trinidad cristiana.
Finalmente, como ya se mencionó, Chiquete ofrece un aperitivo de su reflexión sobre la educación teológica actual, necesariamente intercultural, interconfesional y encarnada en nuestro subcontinente tan sufrido. Los cinco puntos teológicos básicos pentecostales (patrimonio ya de todo cristianismo) le sirven para contribuir a redefinir el rumbo de una educación teológica que quiera ser pertinente y contextual.
[i]Nelly Sánchez, “Debe la teología servir a la Iglesia”, en
www.noroeste.com.mx/publicaciones.php?id=342070. Allí afirmó: “La Teología ha sido y debe seguir siendo la voz más crítica al interior de la iglesia, pero debe ser una crítica que no busque destruir sino orientar, crítica en el sentido de orientación y discernimiento”. “Y a pesar de que significa un discurso sobre Dios, debe ser apenas un susurro, un balbuceo sobre Él, porque de Dios no sabemos mucho porque está a una distancia pero al mismo tiempo muy cerca de nosotros y evaluar esa distancia o cercanía es muy difícil, necesitamos siempre de su auxilio... para poder intentar hablar con él, y para poder tratar de interpretar lo que quiere él de nosotros”.
[ii]Cf. D. Chiquete, “Theological education and different understandings of the Bible. Re-reading the Bible today, importance of Biblical hermeneutics in TE”, en
www.oikoumene.org/fileadmin/files/wcc-main/documents/p5/ete/Daniel%20Chiquete%20-%20Theological%20education%20and%20different%20understandings%20of%20the%20Bible.pdf. [iii]J. Teillier, “Fin del mundo”, en
Jorge Teillier. Sel. y nota introductoria de Hernán Lavín Cerda. México, UNAM, 2012, p. 28 (Material de lectura, Poesía moderna, 148),
www.materialdelectura.unam.mx/images/stories/pdf5/jorge-teillier-148.pdf. [iv]Juan Paullier, “Rivera Letelier: No sé nada de literatura, yo escribo”, en
BBC Mundo, 23 de marzo de 2010,
www.bbc.co.uk/mundo/cultura_sociedad/2010/03/100323_rivera_letelier_premio_alfaguara_chile_entrevista_jp.shtml:“El Cristo tiene mucho de mí. Yo me crié en un hogar con padres evangélicos. Mi papá, que también era un minero analfabeto, era un pastor evangélico y salía a predicar a las calles y me llevaba a que lo acompañara, siendo un niño yo. Y cuando predicaba la gente se quedaba oyendo fascinada. Entonces ése es un mundo que yo conozco por dentro. Y creo que yo era el más indicado para contar y cantar la historia de este Cristo. La prédica de mi padre fue fundamental. Yo me crié con la Biblia en mi almohada. Entonces el lenguaje que se precisaba para contar esta historia estaba en mis genes”.
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