UN POETA CREYENTE
Nacido en el año 1949, Armando Rojas Guardia es el poeta venezolano que con mayor profundidad ha buscado su oración con Dios. No existe referencia similar en el país de Bolívar y de Ramos Sucre, pues lo suyo ha sido una búsqueda total tanto a través del ensayo como de la poesía
.
Su conocimiento bíblico supera a muchos que se estiman seguidores de Cristo. Para contrastar esta afirmación, me remito a dos de sus libros de ensayo, de un calado teológico y literario difícilmente superable:
El Dios de la intemperie(1985) y
El principio de la incertidumbre: Qohelet y la moral provisional(1991).
En una estupenda entrevista concedida a Franklin Fernández, Rojas Guardia
deja bien claro su compromiso de ser miliciano del Amor de Cristo. Así dice él: “Lo primero que se me viene a la mente cuando pienso en alguna caracterización posible de mi persona o de mi personalidad literaria, diría que soy un creyente. No hay en mí, pasión mayor. Ni estética, ni filosófica, ni sensual, ni práctica, que la de ser cristiano. Intento que mi obra literaria refleje esa condición. Tanto en mi poesía como en mis ensayos, existe ese reflejo. Por otra parte, considero que mi opción por la fe cristiana no es convencional ni es una elección fácil o facilitona”.
En tal sentido, el venezolano siempre ha buscado estar cerca del Jesús del Amor. Y a Él acude con sus plegarias, para que lo lleve consigo o lo vaya liberando, poco a poco, de tantos agobios materiales y espirituales por los que ha atravesado y atraviesa:
Acuna, Señor, este deseo
y apágame en la sombra de los montes
hasta cerrar mis ojos
para siempre.
O también, en estos otros versos de su poema titulado “Casi Salmo”:
…Pero Tú,
tú,
dí una sola, la única Palabra,
tú que estás detrás de este alfabeto
esmerilado,
dí esa Palabra
capaz de engendrar y de engendrarme,
desde tu lado dime
tú
(y mi alma quedará sana)…
LA FEARRIESGADA
En otra entrevista, esta vez realizada por Diego Arroyo, Rojas Guardia aclara sobre el riesgo de ser cristiano, riesgo que conduce a la intemperie. Conviene transcribir esta amplia respuesta suya: “Arriesgarse es salir del conformismo, de la mediocridad existencial y espiritual, y apostar por una vida mejor, cualitativamente mejor. La fe judeocristiana brota de la experiencia religiosa de Abraham, quien, como se lee en la Carta a los Hebreos, se puso en camino sin saber adónde iba. Ese nomadismo mental, existencial y vital de Abraham es como el subsuelo de la fe cristiana.
No se puede ser cristiano si uno no tiene una fe arriesgada. Esa fe lo conduce a uno a la intemperie, a la desprotección, a dinamitar la falsa seguridad. Cristo no nos otorga ningún poder mágico, sólo exactamente la desamparada fortaleza del amor. Su resurrección no solucionó mágicamente nuestros problemas. Uno
resucita si ama profundamente al hermano y se entrega absolutamente a él. Juan lo dice muy claramente en el Nuevo Testamento: ‘Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos’. El amor como valor absoluto implica también capacidad de riesgo: arriesgarse existencialmente por el amor”.
NAZCO A LA FE CADA HORA
Nazco a la fe cada hora.
Y sin embargo,
se trata, bien mirado, de la muerte
(no física, ni mística siquiera:
ninguna visión deslumbradora
en este estertor perseverante).
Nazco sobre el suelo cotidiano,
entre las paredes habituales,
abro los ojos simplemente
a la masa uniforme de los días
y empiezo a ser la fe empecinada
pero ardua por anónima.
Todo consiste en ese anonimato
que perdura amnésico de sí
despreciando el énfasis del héroe.
Mano izquierda que conoce
lo que hace la derecha sólo finge
la neta verdad del nacimiento.
Me formulan: esa fe es ilusión.
Y frente a tantos -amados inclusive-
tranquilos y aferrados a sus dioses,
¿cómo decir que escojo para siempre
nacer hacia esta fe cada minuto
bajo la urgencia en paz, impostergable,
de padecerla al sol y de gozarla
más allá de mí mismo y de los otros
como llanto fetal en aire pleno?
POESÍA Y BÚSQUEDA DE DIOS
Rojas Guardia está considerado como uno de los poetas principales de la lírica venezolana, especialmente por su vinculación al grupo Tráfico, del que fue uno de los cinco fundadores. Y aunque él también tiene una poesía que trata de lo urbano cotidiano, su mejor obra siempre ha sido aquella donde ha decantado su pasión por Cristo, su denodada búsqueda y aprendizaje de Dios. Lo trascendente en el hombre agónico, necesitado de saber algo más de su existencia y su anclaje en lo divino.
En la citada entrevista con Franklin Fernández, Armando reflexiona sobre la poesía como oración. La poesía es oración“porque un poema puede acercarlo a uno al ámbito de lo sagrado. Y muchos poetas, incluso no creyentes, ateos militantes, pueden, creo, testimoniar con su vida, que escribiendo poesía, se acercan al ámbito luminoso de lo sagrado… Creo que todos los poetas tenemos esa misma experiencia. Creo que escribir poesía es una suerte de modalidad de una mística que podemos llamar profana. Es decir, hay varios tipos de mística. La mística vinculada a la religión de la naturaleza, la mística vinculada a las religiones de la interioridad, la mística vinculada a las religiones proféticas, históricas o abrahanicas, y la mística que podemos llamar mística profana, no vinculada a ninguna institucionalidad religiosa. Y la poesía es una variante de estos últimos tipos de mística. Creo que todos los poetas en algún momento percibimos que forma parte de nuestra experiencia vivenciada a la hora de escribir un poema, que nos acercamos a través de esa escritura poética, al misterio, a lo trascendente, a un orden de realidad distinto al que accedemos en la vida cotidiana. De modo que yo sí creo que como poeta, he tenido la experiencia de que la escritura lírica, la escritura poética, me lleva a tocar, a bordear ese ámbito de lo sagrado que trasciende la vida cotidiana”.
TRES POEMAS ANTOLÓGICOS
Revisando su obra poética completa (hasta ahora), se pude constatar lo mucho que cita la Palabra de Dios. Uno de sus poemas se titula, por ejemplo, “Juan 21”, pero también en muchos otros no esconde las referencias y motivaciones de los textos escritos.
Así vemos constantes epígrafes, como Génesis 1,2; 2,19; 1 Reyes 19,13; Génesis 3,8-10; Juan 3,5; Lucas 14,21… Sus poemarios son:
Del mismo amor ardiendo (1979);
Yo que supe de la vieja herida (1985);
Poemas de Quebrada de la Virgen (1985);
Hacia la noche viva (1989);
Antología poética (1993);
La nada vigilante (1994),
El esplendor y la espera (2000) y
Obra poética (2004).
LUCAS 24, 14
E1 sepulcro está allí
con el muerto reciente:
retorno a mi lugar,
a la costumbre, me vuelvo a aquella tierra
yaaquel cielo,
alpatio aquel
donde me aguarda, no la paz,
mas sí el reposo.
Fue
una bárbara alegría,
obcecada, violenta, como esas
ilusiones que sólo la pasión engendra:
espejismo total
donde giraban el asombro
y la dicha cotidianos.
Entusiasmo inocente pero torpe
aventando imágenes de vértigo,
enloqueciendo hábitos,
acrecentando, delante de nosotros,
los abismos.
dejándonos a merced de las quimeras
y la fiebre,
de las mil visiones ígneas
que soñaban
las palabras, las palabras, las palabras.
Regresaré por fin a la precaria
claridad,
al azar matemático del mundo:
conciencia de ases fijos,
lucidez.
La paz, no.
Mas sí el reposo.
AGUA LUSTRAL
Purifícame con el hisopo…
Salmo 50,9
Salgo por fin del tedio
que es el hábito de huir de Tu presencia.
Había elegido el mal
como quien muerde el aire
y castiga al sol tapándose los ojos.
Había elegido el mal. Y lo sabía.
Hoy salgo al aire en paz de lo invisible
diciéndote que sí por estas calles
con el viejo saxofón de mi poema.
Se abre el día
tal un hueco silvestre
-rosada ubre de la luz, goteando.
¿Qué puedo decir que me retrate
así, recién nacido:
los dedos obstinados de la hierba,
la respiración de todos al dormir?
Sí, letra a letra reconstruyo
la inocencia del ser, que ahora levanto
como una fronda erguida, resonante.
EL EXCLUIDO
No se lo encuentra de veras en el templo.
Su morada, si así puede llamarse al desamparo,
es precisamente el gran afuera,
el periférico sitio donde vive
siempre excluido, el no invitado,
quien no pernocta -digo bien: pasa la noche-
lejos de la hogareña luz bajo la cual
transcurre el reposo ensimismante
que no nos deja salir hacia ese absoluto,
peligroso descampado en cuyo centro
aguarda él, desconocido, delincuente quizá,
tal vez, un enemigo, pero de cualquier manera
extranjero, ignorable por los rigurosos códigos
que nos prohíben saludar a un extraño
y mucho más brindarle la acogida
de convidarlo a nuestra casa.
El excluido, en lo oscuro, te interroga
sólo con su aguardar eterno, ¿No escuchas
aquellos insistentes pasos revelándote
la apátrida vigilia de su insomnio?
Pero encontrarlo significa salir,
sobre todo salir, padecerla incomodidad
de la salida al afuera sin refugio,
dejar la lámpara, el sillón, la mesa puesta,
y emprender el noctámbulo esfuerzo
para descubrirlo en la prisión culpable.
y en la pobreza toda, y en la herejía
acusadora de tu léxico mental,
y en la viudez de lo cierto, y simplemente
en el cáncer, la lepra, la agonía:
situado allí donde el paisaje se presenta inhóspito
por distinto a los que ya conoces,
a los que acaban devolviendo tu mirada
como un espejo contumaz.
Es él. El que no invitaste. Ahora lo sabes.
Lo descubriste al fin, llorando noche.
Sólo te falta venir junto a esas llagas,
ese hambrear harapiento, esa incertidumbre,
esa implacable interpelación del diferente
hasta el centro mismo de tu casa y celebrar
la cena -sí, celebrarla- al compartir
con él, Único y múltiple, Otro central y repartido,
el pan terriblemente suave;
dejando la conciencia de que pudiste hacerlo
en la oscuridad cerrada, tras la puerta.
Si quieres comentar o