La relación entre Jesús de Nazaret durante su ministerio terrenal y el templo de Jerusalén está narrada por los cuatro evangelistas. Además, los apóstoles también se refieren a esta relación al escribir sus cartas, lo que veremos en futuras notas.
Tras un período de 19 años en el que Jesús dedicó su tiempo a trabajar en su oficio de carpintero, comenzamos hoy con el Maestro de Galilea irrumpiendo en escena para mantener un intenso ministerio público durante casi tres años para culminar con su juicio, crucifixión, resurrección y glorificación.
Analizaremos juntos la vinculación que hubo entre nuestro Señor y el lugar de culto que el rey Herodes el Grande había reconstruido y ampliado en la ciudad de David. Y también incluiremos las veces en que Jesús es mencionado en relación con las sinagogas donde enseñaba las Escrituras, sanaba y anunciaba la llegada del Reino.
LA TENTACIÓN EN EL DESIERTO
Después de ser bautizado por Juan en el río Jordán, Jesús –el Hijo amado en quien el Padre declaró tener todo contentamiento- es llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por Satanás
(1). Queda claro que este hecho formaba parte del Plan divino.
El diablo le habló a Jesús luego de que el Hijo de Dios cumpliese cuarenta días con sus noches de oración y ayuno.
Después de fracasar en su intento de hacerle transformar las piedras en pan, el tentador le llevó hasta el pináculo del templo (a una altura equivalente a la de la azotea de un edificio moderno de cuatro pisos), que era el más alto de la ciudad (2). Allí le insta a que se arroje al vacío, y le cita ¡un Salmo! como fundamento (3). Jesús le responde con otra Escritura (4): “No tentarás al Señor tu Dios”.
Si bien debilitado físicamente, Él no dejaba de ser el enviado de Dios y, por ello, le hace entender por tres veces Quién de los dos es el que permite y quién el que obedece; apoyándose las tres veces en las Escrituras al afirmar: “Escrito está”.
¿Qué reflexiones podemos hacer, entonces, de este primer y muy peculiar contacto entre Jesús y el templo en su ministerio?
Primero, los hijos de Dios no podemos ser tentados del diablo, sin el permiso de nuestro Padre. Recordemos el diálogo tras el cual Dios le permite al diablo tentar en todo a Job, menos quitarle su vida.
Si el Padre permitió que un varón justo como Job, y aún su propio Hijo, fuesen tentados nosotros debemos resistir la tentación orando y velando, confiando en Dios pues Él sabe mejor por qué lo permite
(5).
Segundo, el falsificador de la verdad pretende imponer una interpretación de las Escrituras opuesta a la Revelación divina. Muchos conocen la letra más ignoran el Espíritu de las Escrituras. Son los que buscan poner a su servicio la Palabra de Dios para lograr sus objetivos
(6).
Tercero, el fin buscado por Satanás fue adelantarse al tiempo prefijado por el Padre en el que Jesús pondría voluntariamente su vida para consumar nuestra redención. El padre de mentira quería abortar el Plan de Salvación elaborado por Dios desde antes de la creación del mundo
(7).
Cuarto, recordemos que el Señor y sus apóstoles nos advierten reiteradamente que vendrán muchos engañadores y falsos Cristos para desviarnos de la sana doctrina. Así como el diablo intentó convertirse en el autor material de la muerte de Jesús, hoy intenta que el creyente deje fuera de su corazón a Jesucristo. Investiguemos con denuedo si ese mismo espíritu de mentira no se ha instalado en el ministerio de muchos que usan la Biblia sólo para sentarse en sitios de liderazgo. Una vez allí imponen programas religiosos que apuntan a sostener una estructura que es sólo humana
(8).
Quinto, hay un aspecto trágico en esta actividad del tentador: llevó a Jesús a lo más alto por encima del templo. Pero reconoció esa primacía posicional del Hijo de Dios sólo en el plano físico, no en el espiritual, negando la divinidad de Jesús. Usó al lugar de culto como sitio preferido para tentarle a Cristo, y lo sigue usando para tentarnos a sus seguidores desde entonces
(9).
Preguntémonos:
· En el lugar donde me congrego ¿se tiene al Señor Jesucristo por encima de todo y de todos, siempre?
· ¿Es Él más importante que el edificio, el mobiliario, las instalaciones, la orquesta, el coro y los que presiden?
· El programa semanal de mi congregación ¿se vuelve incompatible con mis deberes seculares?
· ¿Congregarme con los hermanos y hermanas es una gozosa experiencia que reanima mi espíritu y afirma mi fe?
· ¿Recibo muestras de mayor estima si no falto a las reuniones? ¿Me regañan si falto algunas veces?
· Si descubro que algunas prácticas de mi congregación no tienen relación con las enseñanzas de Cristo y las recomendaciones apostólicas ¿hablo de ello con los líderes, o callo por temor a tener problemas después?
EL MINISTERIO DE JESÚS EN LAS SINAGOGAS
Hay cuarenta y cuatro menciones de las sinagogas en los evangelios; por ellas sabemos que Jesúscomenzó recorriendo toda Galilea, y entrando en ellas enseñaba, predicaba el evangelio del reino, y sanaba toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo, “de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros?”
(10). Lucas nos relata que Jesús tenía la costumbre de enseñar en la sinagoga en Nazaret y concluye expresando: “Y era glorificado por todos.”
(11)
Fue en las sinagogas donde enseñaba en el día de reposo, como en Capernaum, y echaba fuera demonios como en Galilea. En una ocasión sanó a un hombre que tenía la mano seca; en otra, vino a su encuentro uno de los principales de la sinagoga llamado Jairo; cuando le vio se postró a sus pies y clamó por su hija enferma. A pesar de ser notificado de la muerte de la niña, Jesús le calmó diciéndole “No temas, cree solamente”. Posteriormente iría hasta su casa y resucitaría a la niña, para asombro de los muchos allí presentes.
(12)
Respecto de los que ponían en primer lugar las apariencias advertía a las gentes diciendo:
“Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en lassinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogasy en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
Y guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogasos azotarán”.
(13)
Las enseñanzas del Señor incluyen estas:
“
En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; más no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.
Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí.
Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”
(14)
Sin embargo, la admiración y alabanzas de unos generaban envidia e indisimulado odio en otros.
Fueron los religiosos de su época, los que tenían bien armado el programa semanal de la sinagoga, los que buscaban motivos para acusarle y destruirle.
Fue en una sinagoga, luego de leer al profeta Isaías y concluir con que esa palabra acababa de cumplirse ante los ojos de los presentes, que los aludidos en su exhortación pasaron de la embelesada admiración a la ira homicida. Tan grande encono contra sus enseñanzas hizo que los principales amenazaran con expulsar de la sinagoga a toda persona que confesase que Jesús era el Mesías. (15) Con todo, hubo muchos –aún de los gobernantes- que siguieron a Jesús aunque lo disimulaban para no ser expulsados de la sinagoga.
(16)
En nuestra próxima entrega: El ministerio terrenal de Jesús y el templo (2). Hasta entonces si el Señor lo permite.
1. Mateo 4:5, Lucas 4:9
2. Ibid
3. Salmo 99:11
4. Deuteronomio 6:16
5. Lucas 11:4; 22:46; 1ª Corintios 10:13; Santiago 1:12; 2ª Pedro 2:9
6. 2ª Pedro 1:20
7. Juan 10:15-18
8. Mateo 7:15; 24:11; 24:24; Marcos 13:22; Lucas 6:26; 2ª Corintios 11:13,26; Gálatas 2:4; 2ª Pedro 2:1; 1ª Juan 4:1
9. Mateo 12:6
10. Mateo 13:54
11. Lucas 4:15,16
12. Marcos 5:22-43
13. Mateo 6:2, 5; 10:17
14. Mateo 23:2-12
15. Juan 9:22; 12:42
16. Juan 12:42
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