Hoy hablamos con Esteban Rodemann sobre la Misión. Como dice el teólogo Samuel Escobar en su libro
Cómo comprender la Misión (Andamio): “El corazón de la misión es el impulso a compartir las Buenas Nuevas con todo ser humano, a cruzar todo tipo de barreras con el evangelio… Uno puede decir que la iglesia existe para la misión, y que una iglesia que se limita a mirar hacia dentro no es verdaderamente la iglesia”.
El mismo Jesús enseñaba que él había sido enviado por el Padre y que él mismo enviaba a sus discípulos como misioneros.
En este sentido se desarrolla la labor de
Misión Pionera Internacional (MPI), siguiendo el mandato de Jesús: “Id y haced discípulos a todas las naciones”. Su objetivo es facilitar la evangelización en países más necesitados que España. Esteban Rodemann es el Coordinador Nacional de esta entidad. Junto con su esposa Nancy Roncesvalles, lleva más de 30 año trabajando en este campo. Desde MPI dicen: “Vivimos en un momento histórico, en que la Iglesia del Señor en España ha asumido más que nunca la responsabilidad de llevar el mensaje de salvación a las naciones del mundo”.
Esto me lleva a recordar lo agradecidos que debemos estar por los misioneros que antaño llegaron a España, desde otras latitudes, para sembrar el evangelio en épocas difíciles. Se dejaron la piel. Quizá algunos de los que aún están por aquí esperen una llamada, una visita… un abrazo.
Pregunta.- Háblenos sobre la creación de MPI. ¿Dónde y por qué comenzó?
R.-MPI (Misión Pionera Internacional) nació en 1997 a iniciativa de Carlos Madrigal, quien, después de 12 años de servicio en Turquía, sintió la necesidad de una nueva plataforma misionera. A diferencia de las tradicionales agencias anglosajonas o latinas, sería algo profundamente arraigado en las iglesias locales de España. Otros vimos la conveniencia de la propuesta y nos unimos a ella. MPI sería una federación de iglesias locales (y entidades evangélicas como Alturas o la Liga del Testamento de Bolsillo) comprometidas con tres objetivos fundamentales: 1) crecer en conciencia misionera como iglesias locales, 2) apoyar el trabajo de obreros españoles que servían en países más necesitados del evangelio que España, y 3) facilitar –en la parte humana– el levantamiento de otros jóvenes para predicar el evangelio más allá de nuestras fronteras. Al principio éramos unas 12 iglesias y entidades.
P.- ¿En qué países estáis centrando vuestra labor?
R.-El énfasis está en países más necesitados del evangelio que España, de modo que estamos pensando principalmente en el mundo musulmán (sobre todo el norte de África ahora), sin excluir la posibilidad de trabajar en otros países con el mismo grado de necesidad.
P.- ¿Cómo es el trabajo en esos países tan hostiles al cristianismo? ¿Qué trabas a la difusión del Evangelio son las más frecuentes?
R.-Cómo es lógico, en cualquier país empezamos con la resistencia innata del pecador a la iniciativa de Dios. El hombre, en su pecado, teme a Dios, huye de Dios, y busca cualquier recurso para no enfrentarse con un juicio que intuye en su conciencia será inexorable. Sin embargo, la imagen de Dios en
el hombre hace que su corazón también asienta a la verdad cuando la oye anunciada. Si el Espíritu Santo le hace sensible a la gravedad del pecado y le convence de la hermosura y la suficiencia de Cristo, entonces cualquier persona de cualquier cultura puede responder con fe al mensaje del evangelio. Y así ocurre, aun en los países más resistentes.
En las sociedades regidas por el islam, se añaden otros factores que complican la tarea de predicar el mensaje de salvación: 1) hay fuertes prejuicios en contra de Occidente, debido a los excesos de la cristiandad en el pasado. Muchos musulmanes asocian el cristianismo con la borrachera, la pornografía, el desenfreno y la violencia (como en las Cruzadas). Para algunos, ser cristiano significa ser degenerado, y esa percepción sólo se puede superar a través de una vida claramente comprometida con la santidad. No sólo ser justo sino también parecerlo.
Otro problema es 2) la presión social que unos ejercen sobre otros. Muchos musulmanes guardan el ayuno del mes de Ramadán no por convencimiento propio, sino por la presión de los vecinos. Esa misma presión también hace que los más pusilánimes rehúyan asistir a reuniones o profesar a Cristo abiertamente, aunque tal vez sintonicen programación evangélica televisiva por la noche en su propia casa.
Es cierto que el Corán pide la muerte del apóstata de la fe de Mahoma; eso hace que el musulmán que verdaderamente se ha convertido quizá tenga miedo de profesar abiertamente su fe en Cristo. Aunque también muchos musulmanes secularizados se inhiben de exigir un castigo tan exagerado.
Por último, a veces hay 3) cuestiones políticas que dificultan el testimonio libre del evangelio. Si se trata de un régimen abiertamente islamista, tiene que poner coto a la libertad de culto para contentar a sus bases. Si es un régimen más secularizado, tiene miedo a las fuerzas integristas de la sociedad. Para no darles munición política, un gobierno a veces persigue a los cristianos y deporta a los obreros extranjeros (que, por otra parte, son vistos como espías de potencias foráneas).
P.- ¿Cree usted que tal situación en estos países guarda semejanza con los tiempos duros que experimentaron los primeros misioneros en España?
R.-Me consta que sí. Mi esposa y yo llegamos en los primeros años de la transición en España, así que no tuvimos que vivir los tiempos verdaderamente duros. Pero el testimonio de otros hermanos veteranos, y la biografía de grandes siervos del Señor del pasado, retratan una gran semejanza con la situación que se da en los países musulmanes.
P.- ¿Cuáles son los nuevos proyectos y retos que os habéis planteado?
R.-Ahora el enfoque de las iglesias que formamos MPI es el norte de África. Apoyamos a dos matrimonios que sirven al pueblo marroquí desde Ceuta, y vivimos con ellos sus alegrías y sus retos. Hemos reeditado un libro clásico de Charles Marsh, un obrero que, junto con su esposa, sirvió 40 años en la Cabilia (Argelia). Es un manual de orientación a la evangelización de nuestros amigos musulmanes, y muy útil para aprender a dialogar con ellos sobre el mensaje de Jesucristo. Puede sorprender el hecho de que al musulmán medio le encante hablar sobre Dios, cosa que no se da por regla general con el español.
También promovemos conferencias misioneras regionales, editamos un boletín bimensual, organizamos viajes para conocer el campo, y ofrecemos asesoramiento a jóvenes que sienten inquietud misionera.
P.- Y Esteban Rodemann, ¿qué nos puede decir sobre su propia experiencia misionera? ¿Cuántos años? ¿Qué satisfacciones? ¿Qué renuncias?...
R.-Mi esposa y yo llevamos 31 años predicando el evangelio y enseñando la Palabra de Dios en España. Hemos visto muchas conversiones, y hemos participado intensamente en la vida de la iglesia local a todos los niveles. Las satisfacciones tienen que ver con personas que responden a Dios y perseveran en seguir a Cristo, y los mayores disgustos tienen que ver con otras personas que anteponen sus propios intereses al señorío de Cristo en sus vidas. Claro que hay renuncias por el camino –muchas–, pero a la larga no te importa, cuando ves cómo la gracia de Dios transforma vidas para bien, y eternamente. Como diría el apóstol Pablo: “todo lo soporto por amor a los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna” (2 Ti. 2.10).
P.- ¿Debe estar un misionero dispuesto a entregarlo Todo para que otros conozcan a Cristo?
R.-Sin duda, y sólo el tiempo nos enseña los pormenores diarios de esa entrega. Pero no se trata de un ejercicio asceta y masoquista. Es un seguir a Cristo, un Señor maravilloso y atractivo en todos los aspectos. Es un privilegio que él te incluya en su obra, nombrándote colaborador suyo. El apóstol dice, “teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido” (2 Co. 4.1). Es eso, una misericordia sorprendente que el Señor cuente contigo y te capacite para ser pescador de hombres. Con esa perspectiva en mente, negarte a ti mismo, llevar la cruz, y seguirle cada día es la única opción coherente.
P.- ¿Cuál el papel de la Iglesia en la Missio Dei?
R.-La misión de Dios, desde la óptica del Nuevo Testamento, gira en torno a la iglesia local. Una congregación de redimidos ofrece un testimonio mucho más eficaz que un creyente particular. Esto no excluye la creación de estructuras que complementan el ministerio de la iglesia local, pero la proyección misional hacia un mundo en tinieblas siempre debe partir de la iglesia y ejercerse en sintonía con la iglesia.
P.- ¿Cómo debe ser el modelo de misión dejado por Jesús? ¿Sólo interesa la proclamación sin incluir otros aspectos que atañen al hombre, como sus necesidades físicas, de relaciones…?
R.-La misión es más que proclamación, es la preocupación integral por el hombre y la mujer con toda la gama de sus necesidades reales. Jesucristo dio prioridad a la predicación y la enseñanza, pero también sanaba a los enfermos. Hay que mantener el equilibrio en este binomio de predicación y obra social. Pedro recuerda que Jesús “anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo” (Hch. 10.38). El modelo de Jesús nos invita a preocuparnos por la persona entera. Ser sal y luz significa eso. Al mismo tiempo, el hecho de la eternidad y la necesidad de una decisión consciente en esta vida –de confiar plenamente en Jesucristo como el Sustituto enviado por Dios– nos recuerda que todo tipo de obra social debe conllevar un contenido bíblico. Un mensaje que llegue al corazón.
Finaliza la entrevista. Gracias, Esteban, por animarnos a asumir la responsabilidad de llevar las Buenas Noticias a donde el Señor nos envíe.
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