UN EXCELENTE POETA BRASILEÑO
“Pentecostés, la ardiente mariposa,/ es Dios en el aire… Ah, ¿quién me toca la cabeza/ con dedos musicales y conmovidos?”. Así escribe Bruno Tolentino (Río de Janeiro, 1940 – Sao Paulo, 2007) tras convertirse en seguidor de Cristo luego de una vida llena de satisfacciones académicas, destierros, conflictos personales y una condena a prisión por tráfico de drogas.
Vuelve a decir el poeta: “Es ser es una canción por Dios cantada,/ y existe únicamente porque la canta/ y canta y canta la voz de esa garganta/ inmemorial…”. Bruno Tolentino es un paradigma de una vida alejada de Dios por solazarse sólo en los placeres que conducen a la erudición y al descarrío. Profesor en prestigiosas universidades británicas (Oxford, Essex y Bristol), tuvo amistad entrañable con Giuseppe Ungaretti, Elizabeth Bishop y Samuel Beckett, sin dejar de mencionar su cercana relación con el poeta inglés W. H. Auden, pues trabajó bajo sus órdenes.
Tras cerca de 30 años viviendo en Europa, Tolentino volvió a su Brasil natal el año 1993. Un año después publicó su magnífico libro
As horas de Katharina, por el que obtuvo el Premio Jabutí de Poesía, el más importante galardón de la literatura brasileña.
Tolentino es paradigma de conversión: salió del fango y volcó su poesía hacia Cristo. Cansado de ambivalencias (cual moderno Dr. Jekyll y Mr. Hyde), Tolentino transmite veracidad a la redención del hombre caído. Y tras aceptar a Cristo, vuelve a decir: “Antes, no sé,/ ahora estoy como estoy: a solas con el Cristo./ No me hace falta nada…”.
Antes de adentrarnos en su poesía dedicada a Cristo, leamos su propio testimonio, extraído deuna entrevista que le realizara Vando Valentine:
“Mi conversión ha sido un proceso que ha pasado incluso a través de la prisión. Lo explico a través de algunos síntomas. A partir de mi conversión he comprendido que ya no podía vivir una doble vida, la vida del ‘médico’ y del ‘monstruo’; antes de convertirme hacía un poco de todo: tráfico de influencias, de drogas, estuve en el Líbano inmiscuyéndome en la guerra y otras cosas de ese tipo. Un día una muchacha libanesa me dijo: ‘
Debes tener honor en tu modo de vivir’; es decir: me faltaba integridad. Lo comprendí verdaderamente cuando un antiguo alumno mío de Essex fue nombrado maestro de novicios de los monjes benedictinos; me lo encontré en una ceremonia y fue él quién me habló por primera vez de integridad. He necesitado siete años para comprender que mi problema no era religioso, no era una cuestión de fe, en el sentido de creer en Dios, como dice Katarina en mi libro: ‘
El hecho de creer no te hace mejor’. El mío era un problema de moralidad, como dice Giussani: ‘
Lo que te hace mejor es mirar una presencia’. Delante de Cristo ya no puedes hacer embrollos, delante de una presencia no puedes ser ambiguo. Cuando la presencia es real te demarca los límites. Así se me ha hecho más clara la noción de persona. Se puede ser persona delante de alguien, delante de Cristo. En estos siete años he tenido que quitarme de la espalda esta segunda naturaleza que era mi educación laica. Para que esto sucediese, como he dicho, ha sido necesario llegar hasta a la prisión. Porque en prisión estaba privado hasta de los medios materiales para hacer enredos; la policía me vigilaba constantemente, ya no podía tener una doble vida. El cristianismo no es una teoría, ni siquiera la voz de Dios, es simplemente la presencia de Alguien real-sobrenatural que está siempre contigo, y delante del cual debes hacer todo lo que la vida te empuja a hacer”.
INÉDITAS TRADUCCIONES AL CASTELLANO
Del libro
As horas de Katharina (Record, Río de Janeiro-Sao Paulo, 2010) he hecho la versión de cinco poemas de Bruno Tolentino.
Esta nueva edición de su premiado libro contiene, además de comentarios y anotaciones realizadas por Juliana P. Perez y Jessé de Almeida Primo, una obra de teatro titulada
A Andorinha, ou: A Cilada de Deus.
Dejo para la siguiente entrega algunas reflexiones que me sugieren la obra y la vida de este magnífico poeta e intelectual brasileño.
EL SECRETO
Cristo no es
un bello episodio
de la historia o de la fe:
ni el clavicordio
en los dedos de la luz,
ni el monocordio
llamado de la Cruz.
El crucificado
llamado Jesús
es el encuentro marcado
entre la soledad
y el significado
de tu corazón:
de un lado tu miedo,
tu odio, tu no;
de otro el secreto
con su cofre abierto,
donde tu destierro,
donde tu desierto,
van a morir, pero van
a morir muy cerca
de la resurrección.
INRI
La cabeza en el centro
a los espinos entregué,
pero vendé los ojos
a la noche que los ciega.
El círculo que niega
destruye la muerte, lo mete
como en una visión:
una rendición a los hierros,
en fin, hasta la redención
de la carne flagelada.
El dolor como la canción
de la sangre y la sangre a los gemidos
entre la raíz y el fruto,
proclamando la unidad
del árbol y de la tierra,
del anillo y de la mano,
el éxtasis, lo absoluto.
EN EL HUERTO
Si fuese el cuerpo
sólo lo que piensas
que el cuerpo es,
no estarías
subiendo a pie
por este huerto,
no seguirías
un peso muerto
en la noche oscura.
Si el alma fuese
la prisionera
que te imaginas
a la dulce sombra
de los olivos,
por las colinas
de este huerto
tú no vendrías
detrás de mí.
Iscariote,
tú sabes bien
que no hay muerte
para nadie,
que las agonías
de la indecisión,
tan tuyas, son
como las cegueras,
pero consejeras
del corazón.
EL CONVOCADO
Ven, Lázaro, desciende
de tu sueño, ven
del fondo de la gruta
sin fondo, camina
sobre la hierba dañina
de este mundo, escucha
el triste llamado
de El que sabe bien
que la muerte estremece
porque no existe.
PASO A NIVEL
Es Dios quien nos sostiene;
todo viene de Él: la fe
parece nuestra y es
un don también de Él.
Es Su soplo que viene
murmurándonos cerca
del viejo oído hasta
que nos despierta, un bien,
un don casi inaudible,
como si fuese una caricia
o persuasión de esposo…
Como la brisa invisible
nos toca, cambia el nivel
del ser, del dolor, del gozo…
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