¡CRISTO SABRÁ POR QUÉ!
Nacida en Osorno (sur de Chile, 1931), Delia Domínguez es una de las pocas mujeres que han ingresado a la Academia Chilena de la Lengua a lo largo de su historia. Ella pasa la mayor parte del tiempo en el campo, en su fundo de Santa Amelia de Tacamó, dedicada al engorde del ganado y a la producción de miel: su vida no se entiende sin esta relación constante con la naturaleza, como bien lo escribió hace largos años su buen amigo Pablo Neruda: “Compréndase que por naturaleza, por formación ecológica, la poesía de Delia Domínguez, osornina de los bosques de Osorno, es atrevida y descalza; sabe caminar sin miedo entre espinas y guijarros, vadear torrentes, enlazar animales, unirse al coro de las aves australes sin someterse al tremendo poderío natural para conversar con tristeza o con amor con todos los objetos y los seres. Mi amiga silvestre criada entre los avellanos y helechos antárticos domina la relación humana con la ternura que adquirió aprendiendo y defendiéndose de la soledad”.
Acierta Neruda en esta descripción. Habría que agregar que su poesía, llena de humor y de diálogo constante con lo que atañe al ser humano, era bastante reacia a abordar la relación con lo divino. Y esto fue así hasta el libro Pido que vuelva mi ángel (1982), donde empieza a percibirse una necesidad de reencontrarse con el Cristo del que había tenido noticias en su infancia y juventud. Por eso encontramos manifestaciones donde van conjugándose los dos polos de atracción que aún hoy sustentan la existencia de Delia Domínguez: “Sin reglas fijas, la vida entera es una estimulación permanente.
Por ejemplo, el silencio de los grandes espacios, las movidas de los niños, la fuerza aplastante de la naturaleza, el dolor, los ojos despedidos de los viejos. Soy una cristiana expuesta y vulnerable a toda arremetida”. O también, y ya en verso, en su poema “Autorretrato”:
…Soy como los animales de narices mojadas:
olfateo en el cielo
la carga de la tormenta eléctrica
y desconfío de pasos que no conozco.
Soy como los animales:
siento que empiezo la vuelta a mi tierra de origen...
¡Cristo sabrá por qué!
Cuando joven, una enfermedad le obligó a abandonar sus estudios de Derecho, carrera arraigada a la historia familiar. Cuando estaba por cumplir los setenta años, dijo al respecto: “Al dejar el Derecho volví a sembrar papas y hacer crecer los trigos y criar terneros, como lo sigo haciendo hasta ahora a los sesenta y tantos, porque para mí lo fundamental es la tierra, su gente, su habitante campesino y yo, y ese es mi entorno, pero por sobre todas las cosas: Dios”.
Dios estaba entrando en su vida, aunque ella primero sólo estaba expectante por el encuentro, “esperando que pase algún Mesías/ a señalarte la puerta de salida”, para después, de forma tímida, vacilante, ir reconociendo algún avance: “un Dios queno conozco/ me ofrecerá la salvación”. El tránsito definitivo se percibe cuando ya no duda en proclamar el lugar que había elegido: “te pusiste al lado de Dios” o “Como Dios es nuestro amigo .../ Yo confío”. O también, en otro verso que ratifica lo anterior.
“Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío”.
Esta confianza se puede apreciar en su firme cristianismo. En alguna entrevista reciente, queriendo provocarle, le preguntaron cómo apreciaba ella el intercambio de parejas, a lo que respondió: “Me cargan las jugarretas macabras. Los cristianos se emparejan cuando aman sin necesidad de efectos especiales”.
DOS POEMAS ANTOLÓGICOS
La poesía de Delia Domínguez está despojada de superficialidades y barroquismos: va directa al grano, buscando una profunda sencillez, una comunicación que entre directamente al torrente sanguíneo. Es tierna y es dura; es telúrica y está religada a lo sagrado. Hace unos años la poeta del Sur se expresaba así: “Yo quiero perdurar en mi canto a lo humano y a lo divino. Sin embargo he tenido la gran suerte de estar viviendo esto a mis 70, porque ya hay una escuela que se llama Delia Domínguez en mi tierra natal, que fue bautizada así como un homenaje a mi persona cuando no gané la versión anterior del Premio Nacional de Literatura. ¡Por Dios, qué premio más grande! Eso es mucho más que cualquier reconocimiento oficial”
.
Ella, que fue directora de la Sociedad de Escritores de Chile, ha publicado unos quince libros de poesía, entre los que están:
Simbólico retorno (1955),
La tierra nace al canto (1958),
Obertura siglo XX (1961),
Parlamentos del hombre claro (1963),
Contracanto (1968),
El sol mira para atrás (1973,
Pido que vuelva mi ángel (1982),
La gallina castellana y otros huevos (1995) o
Huevos revueltos (2000).
SILLA DE VIENA
El reino no es el mismo:
sólo está Dios en todo lo que amabas.
Manos desconocidas tiran piedras al sueño:
no hay amparo posible.
Arriba pasan las aves de alas blancas
mientras el canto de los madereros
llega desde las barracas del oeste.
Algunos saludaron
con un toque de gorra esta mañana:
eran los nietos de los leñadores alemanes
que conociste en las casetas de relevo
cuando el bosque todavía era un gigante verde,
y en las tonelerías de Rahue Alto
se cargaban los vasos con pólvora del diablo.
El reino no es el mismo:
sólo está Dios en todo lo que amabas.
Los postigos del lado de la lluvia
se entornaron
el año que una mujer partió de negro,
y aún no sabes si la casa de tablas
está parada en este mundo, porque
disimulas tus fantasmas, cuando
lo que vale es el coraje
de hincarse a conversar de amor.
Mientras se están muriendo tus raíces.
Abre el pestillo: un perro ciego
todavía dormita a los pies de tu silla de Viena.
ADIÓS DIENTES DE LECHE
Si desaparezco por desaparecimiento –acto natural–
será mi Dios que terminó la muda de los dientes,
que la infancia no siguió corriendo que por algún lado
me llegó la hora de cargar con el juicio de
la muela del juicio.
Pero si desaparezco por muerte –acto natural– sólo será
una imitación de muerte, un paso de baile para recuperar la
leche de mis inocencias y de mis indecencias,
porque si todo sigue, más o menos igual, y las bandadas
de gansos vuelven a pasar con Nils Hölgerson (o con Teillier)
a una cuarta de mi cabeza y tú, mi Dios, decides
darme asiento como allegada en las afueras del paraíso
y decides que luzca como angelito de arriba en vez de
angelita de abajo,
tendré que pronunciarme entre la salvación y la condenación
–sin saber cuál es la salvación tendré que pronunciarme–,
y sin abrir la boca para que nadie me haga saltar la leche
de los dientes de leche, entonces despedida y
muda ante ti,mi Dios.
ESCRIBIR PARA EL PRÓJIMO
Finalicemos conociendo el por qué y para quién escribe Delia Domínguez: “Escribo para mi prójimo. Si me leen, que sea como una prolongación de las propias voces de aquellos que eligieron sentir conmigo… Yo escribo porque junto con la respiración me nacieron los sueños, la necesidad de ternura, de confiar en alguien. Por un simple y elemental deseo de comunicación humana, tejido por una comunicación con mis hermanos. Encuentro en la vida actual hay tanto artificio, tanta violencia, tanta agresividad, tanta electrónica que creo que se nos está enfriando la sangre. Yo, por principio, escribo a mano en cuadernos, porque estoy contra la deshumanización del arte a la cual nos ha llevado Internet, la electrónica y la ‘apretación’ de botones”.
Ella amiga de Pablo Neruda o de Gonzalo Rojas, dos de los más notables poetas chilenos, no duda en reconocer su deuda con el tentacular Neruda: “Yo nací bajo el alero literario de Pablo Neruda; él fue un gran amigo y maestro para mí. Él me acompañó en mis primeros acercamientos a la literatura y yo lo acompañé hasta su muerte. Soy una agradecida de Dios por haberme topado con él en este tránsito por la vida”.
Y termina con una suerte de epitafio esperanzador, como buena cristiana:
…
yo contrapunteo en la sombra
y guardo mis cuatro versos para mañana
o para el Día del Juicio.
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