Cuando supe que estaría en España, para más precisión en Madrid, acomodé todo para darme tiempo e ir a visitarle a otra ciudad. Hice el viaje Madrid-Valencia para estar con Samuel Escobar. La intención original fue hospedarme cerca de su casa, para estar con él todo el tiempo que fuese posible. Pero su generosidad hizo que todo resultara mejor a lo planificado: en un mail recibido algunos días antes de realizar el viaje desde México, me invitó a hospedarme en su casa.
Hice el trayecto desde la capital española a Valencia en autobús. Fueron un poco más de cuatro horas, con una vista panorámica muy agradable. Samuel Escobar me solicitó la hora de llegada del bus, para ir por mí a la estación. Preferí no abusar de su amabilidad, y me fui en taxi a su domicilio, situado a pocas calles de mi lugar de llegada.
La última vez que había visto a Samuel, y su esposa Lily, fue en octubre de 2004. En esa ocasión le invité para dar exposiciones diarias en el Segundo Simposio Internacional sobre el Protestantismo Evangélico en América Latina y el Caribe. El escenario fue el Centro de Convenciones El Carmen, en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, del 19 al 22 de octubre del 2004. La conferencia inaugural del evento la tuvo a su cargo Carlos Monsiváis, quien tituló su participación “Aunque me llamen un aleluya: las ventajas y las desventajas de las minorías religiosas”.
En el ascensor llegué al séptimo piso, timbré su número y un sorprendido Samuel Escobar me saludó efusivamente, porque estaba esperando mi llamada telefónica en la que le dejaría saber el horario de llegada de mi bus. Le dije que al fin y al cabo originario y habitante de la caótica ciudad de México, que él conoce bien, decidí llegar a su apartamento directamente para no hacerlo desplazarse a la terminal.
A Samuel le conocí hace décadas mediante sus escritos, los que comentábamos en un grupo conformado por adolescentes cristianos, muy activos en nuestras respectivos colegios y en un ministerio juvenil con perfil semejante al conocido en Estados Unidos como
Jesus People. Ese grupo tuvo como uno de sus nombres el de Frente Independiente Cristiano, con fuertes inquietudes políticas e involucramiento en experimentos de teatro.
Cuando algunos de sus integrantes conversamos con Samuel Escobar, en una de sus visitas a México, nos quedamos gratamente impresionados, porque nos escuchó atentamente y también porque en sus exposiciones conectaba muy bien la Palabra con el agitado contexto latinoamericano de entonces.
Después de aquel primer contacto personal, fueron muchas las ocasiones de encuentro con Samuel. La mayor parte de las veces en México, pero también en distintos países. Si no recuerdo mal, tres veces estuve en Filadelfia, en Estados Unidos, y dos de ellas me quedé en su casa y la otra él consiguió que fuese hospedado en las instalaciones del Eastern Baptist Seminary, dónde él desarrollaba actividades de profesor de misionología.
En distintas visitas a la capital mexicana recibimos a Samuel en nuestra casa. Mi esposa y yo tenemos fotografías de esas ocasiones, en varias imágenes aparece un Samuel sonriente con alguno de nuestros hijos en sus brazos. Prácticamente siempre íbamos a dos inevitables librerías: La Parroquial y Gandhi. Si era a ésta última, enfrente de la misma estaba La Tacoteca, restaurante de tacos que sabían mas sabrosos aderezados por las charlas con Samuel.
De todo esto, y más, iba pensando (con el intelecto y el corazón), cuando llegué al piso en el que habita Samuel Escobar. Abrazarle nuevamente fue una emoción muy intensa. Era mi manera de agradecerle su atención para responder, muchos años atrás, las insistentes preguntas y atropelladas observaciones de un adolescente en ocasiones inoportuno. Porque a Samuel le quiero por sus estimulantes escritos, pero le quiero aún más por su paciencia como pastor y maestro al siempre estimularme para que esas ideas que le exponía las pusiera por escrito.
Son tantas y tantas cosas por agradecerle a Samuel, una muy importante de ellas es habernos descubierto al grupo al que me he referido antes a un gran personaje del protestantismo latinoamericano: Gonzalo Báez-Camargo. Por Samuel Escobar supimos pormenores de la vida del erudito y sabio mexicano, de su obra escrita e importancia en la consolidación de un pensamiento protestante contextualizado. En México nadie nos había referido la existencia de Báez-Camargo. Nos dimos a su búsqueda y al encontrarle nos volvimos asiduos asistentes a su círculo de estudios bíblicos. Don Gonzalo nos abrió sus brazos, su casa y su corazón. Durmió en el Señor el 31 de agosto de 1983. En el velatorio me correspondió leer una misiva que le escribimos inseparables hermanos y amigos.
Sólo llegar al apartamento de Samuel y Lily, él me condujo a la recamara en que pernoctaría dos noches. Me dio pormenores para instalarme y hacer uso de las instalaciones. De inmediato pasamos a la mesa para cenar, e iniciamos una charla que se prolongó dos días, claro, con sus respectivas interrupciones para dormir y otros menesteres. Intercambiamos lecturas y él me mostró los libros recientes que estaba leyendo.
La tertulia continuó en el desayuno del día siguiente. Al medio día nos fuimos al centro de Valencia. Samuel fue un guía excelente, lo mismo me compartió sobre la historia de la fundación de la ciudad que acerca de su punto de vista acerca de las implicaciones de la migración de latinoamericanos a España. Comentó acerca de los retos para la misión cristiana del proceso de diversificación cultural, y la necesidad de comprender las características y oportunidades del mismo.
La conversación siguió en la mesa de un agradable restaurante valenciano. Le puse al tanto de las investigaciones en curso en que estoy inmerso. Me preguntó sobre amigos y hermanos mexicanos que ambos conocemos desde hace muchos años. Confirmó que asistirá al Quinto Congreso Latinoamericano de Evangelización, a tener lugar en San José, Costa Rica, del 9 al 13 de julio.
La segunda noche de mi estancia en su hogar, Samuel me facilitó el compuescrito de su nuevo libro, a ser editado por Ediciones Kairós, y que está programado para ser presentado en el CLADE V, la obra lleva por título
En busca de Cristo en Iberoamérica. Dormí poco, ya que leí lo más que pude del escrito.
De nuevo desayunamos y la sobremesa se alargó hasta que pasamos a los sillones para grabarle una entrevista. De ésta regresamos a la mesa, para comer y después irnos a la terminal de autobuses. Ya en el lugar me despedí de él, me instalé en el autobús de amplias ventanas y le vi de pie en el andén, esperando hasta que el vehículo inició el viaje de regreso a Madrid.
Gracias, maestro, gracias pastor, gracias hermano. Besos y sentidos abrazos.
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