Estamos ante un gigante de las letras españolas e hispanoamericanas. Un hombre de grandes y profundos pensamientos. Una inteligencia superior por cuyo cedazo se escapa el eterno flujo de la vida.
Carlos Fuentes, 83 años, escritor mejicano, diplomático, periodista, ensayista, novelista, dramaturgo, intelectual considerado al día de hoy como uno de los principales exponentes de la narrativa hispana. Fuentes ha recibido tantos premios literarios que para enumerarlos todos tendría que escribir muchas líneas. Haré mención de los que, a mi juicio, más destacan. España le ha concedido el Premio Biblioteca Breve, de la Editorial Bruguera, el Príncipe de Asturias, el de la Real Academia Española, el Internacional Don Quijote de la Mancha y el Cervantes, máximo galardón de la literatura española. Otros países han premiado la ingente obra de Carlos Fuentes, entre ellos Méjico, Nicaragua, Brasil, Chile y Estados Unidos. El año 2000 se le concedió la Legión de Honor del Gobierno Francés y en 1994 la UNESCO lo distinguió con el Premio Picasso.
El presente ensayo propone un recorrido por la evolución de la novela en Hispanoamérica, desde el descubrimiento del continente hasta nuestros días. La lengua es como un río caudaloso. Las literaturas del continente americano se inician en la memoria épica y ancestral de los pueblos del origen. Para Fuentes, el primer novelista del llamado nuevo mundo fue Bernal Díaz del Castillo, quien entró a la capital azteca con la hueste de Hernán Cortés y escribió una CRÓNICA VERDADERA, relato de sucesos realmente acaecidos entre 1519 y 1521.
A saltos sobre la Historia aterrizamos en el siglo XX, cuando escritores hispanoamericanos irrumpen con nuevas formas de captar y exponer el fenómeno literario, además de otros temas que les hacen regresar a la realidad geográfica. Después de la segunda guerra mundial los géneros en prosa se vigorizan y la poesía, con Neruda, Nervo, Mistral, Borges y muchos otros se explican en un lenguaje que cambia las formas expresivas del pasado.
En LA GRAN NOVELA LATINOAMERICANA, es preciso decirlo, encuentro algo de recapitulación y de regreso a viejas lecturas centrales del autor. Aunque no se indica en el texto, Fuentes incluye aquí materiales que primeramente expuso en cursos universitarios. Esto para nada desmerece. El libro de Fuentes tiende a ser un magnífico curso de novela hispanoamericana escrito con la fluidez, la amenidad y la ausencia de enredos verbales que son propios en este gran autor mejicano.
Por las páginas del libro desfilan escritores del pasado reciente y de ahora mismo, vivos unos y muertos otros, que irrumpen en la prosa y en la poesía como mensajeros de la palabra, cronistas de una época y de unos gustos literarios.
Para Carlos Fuentes, “Borges abolió las barreras de la comunicación entre las literaturas, enriqueció nuestro hogar lingüístico castellano con todas las tesorerías imaginables de oriente y Occidente”. En la literatura de Alejo Carpentier, escritor cubano de primera fila, vale tanto lo que dice como lo que predice. Su intertextualidad se prolonga en Malcom Lowry y García Márquez.
En una pausa biográfica Carlos Fuentes recuerda a otro Carlos, Juan Carlos Onetti. Lo descubre en su Montevideo natal, en pijama y bata de baño, con la mirada dormida y un verbo despierto. La esposa, enfadada, le grita: “Dejá el vaso de Whisky. Trabajá”. Onetti gustaba fotografiarse con Pablo Neruda. Al uruguayo, que junto con su obra novelística aporta a la literatura contemporánea una importante producción de narración corta, también le concedió España el Premio Cervantes. Fue en 1978.
Fuentes incluye a Julio Cortazar entre los “locos serenos”. Es la generación de Erasmo. En su célebre ELOGIO DE LA LOCURA, éste humanista y reformador religioso nacido en Rotterdam en 1469 y muerto en Basilea en 1536 entiende que locos son aquellos hombres que exceden sus límites. Los animales se contentan con sus limitaciones naturales. “Sólo el hombre trata de dar el paso de más”. En su visión de Cortazar, Carlos Fuentes lo define como el escritor que coloca “a la novela hispanoamericana en el umbral mismo de la novela potencial”, especialmente en su obra RAYUELA. “La novela por venir de un mundo culturalmente insatisfecho y diverso”.
Otro cubano capta la atención del autor mejicano: José Lezama Lima, cuerpo y palabra del barroco. Este escritor, poeta un tanto hermético, de difíciles y novedosas metáforas, de acusado barroquismo, nació en La Habana en 1910 y falleció en 1976. Diez años antes publicó PARADISO, una de sus novelas más leídas. En 1962 fue nombrado presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, país donde impulsó un cambio fundamental en la sensibilidad poética. Fuentes dice de él: “No conozco resumen más perfecto de la cultura hispanoamericana que ese capítulo VIII de la novela PARADISO”.
En lo que podría ser considerado segunda parte del libro, a partir de la página 260, Fuentes da cobijo a una serie de escritores que han elevado la literatura hispanoamericana a alturas olímpicas.
Están dos Premios Nobel de ese continente: Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Si me dan a escoger prefiero la literatura del colombiano a la del peruano. Sólo CIÉN AÑOS DE SOLEDAD, belleza estética y un hito en la narrativa en español, vale por muchas novelas de Vargas Llosa. En las obras de García Márquez observo una vocación de transformación, de renovación, un signo de sorpresa en cada una de ellas. A Vargas Llosa lo encuentro demasiado ortodoxo, intelectual, sí, pero muy académico.
Carlos Fuentes dice de García Márquez que, como en Faulkner, su novela es autogénesis; toda su creación es un hechizo, una fecundación andrógina del creador y en consecuencia un acto fundamental. De Vargas Llosa opina que “su novela es también nivela, nube y niebla unamunianas gracias a una presencia que comunica los hechos”.
LA GRAN NOVELA LATINOAMERICANA es un gran boato, “a work in progress”, con incursiones frecuentes en la biografía literaria de personajes que no todos, se intuye, caben en las páginas del libro. A los jugosos ensayos aquí referidos el autor prosigue con el examen de las bases morales y racionales desde las cuales los intelectuales aconsejan, informan y entretienen a la humanidad. Al catálogo de autores ya mencionados Fuentes añade otros: José Donoso, Augusto Roa Bastos, Gabriela Mistral, Sergio Ramírez, Héctor Aguilar, Reyes Herales, Miguel Ángel Asturias, Isabel Allende, Jorge Edwards, Nélida Piñón, Juan Goytisolo (español) y algunos más. En los párrafos finales de la obra Fuentes aclara que “si Iberoamérica ha carecido de continuidad política y económica, si ha sabido crear una tradición literaria, a pesar de prohibiciones coloniales y post-coloniales”. En efecto: Las revoluciones sociales en Méjico y Argentina, dos grandes en la geografía hispanoamericana, dieron lugar a nuevas formas políticas y sociales, sin dudarlo, pero crearon también otras tendencias literarias. Los escritores se volcaron hacia una expresión más sencilla, más humana, más racional.
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