HIJA DE ISRAEL EN CRISTO
Interesante es la conversión de la argentina María Raquel Adler (1901-1974), quien pasó del judaísmo al cristianismo (una conversión que la torna, según ella, en “hija de Israel en Cristo”): sus padres fueron judíos que emigraron a Argentina, procedentes de Alemania y Rumania). Para ella, poeta desde muy joven, la poesía era el ritmo del misterio de la vida en Dios, y el poeta religioso, por divino, resulta ser el sacerdote del arte.
El difícil tránsito de su conversión y de aceptar a Cristo como su Mesías salvador, bien queda reflejado en estos versos: “¡Por amarte, Jesús, mil dardos rojos/ clávense en mí/ y se ha alzado a mi paso aquel murmullo/ del voraz, del inquieto y del malvado/... Por amarte, Jesús, todo he osado!”.
María Raquel Adler, posiblemente la más importante poeta religiosa argentina, es hoy prácticamente desconocida, pues su obra escasea en las antologías o estudios actuales, lo cual es un demérito de los especialistas, no de la excelencia de su poesía. Ella publicó 11 poemarios
(Místicas (1923), Cánticos de Raquel (1925), La divina tortura (1927), De Israel a Cristo (1933), Buenos Aires, ciudad y poesía (1936) o Sonetos de Dios (1937),
Llave del cielo (1943) o
Veneración (1950), entre ellos). También dos libros de ensayos literarios:
Pan bajado del cielo (1934) y
De la tierra al cielo (1936).
De todos ellos,
su libro más trascendente es De Israel a Cristo (1933). Sobre él tenemos algunos testimonios de la autora: “He trazado, en lo que me fue posible, una línea recta desde el Génesis hasta la exaltación de la Cruz. La persona central es Cristo, como exponente racial y espiritual de Israel… he escrito este canto como un testimonio de fe, y como un grito de la sangre que me alcanza desde Israel, y me hizo trasponer su umbral, para ir al encuentro de Cristo… Este canto responde en forma intrínseca a mi aspiración íntima, para que Israel, el pueblo elegido de Dios, reconozca y se una al fin al Mesías, que entonces desconocieron, y cuya segunda venida al mundo, anticipada en el Ante Cristo de hoy, lo aceptarían definitivamente”. Comprobemos el resultado de tal conversión:
YO TE HE VISTO, JESÚS
Yo le he visto, Jesús, cómo llamabas
al pueblo de Israel, que el paso tardo
y encorvado camina bajo un pardo
cielo de amargura. Tú llorabas.
Yo te he visto, Jesús, cómo extendías
la enardecida o la serena mano.
“¡Deja, oh Israel, deja aquel vano
quebranto de la duda!” —les decías—.
Y de la turba de mirada mustia;
de aquel clamor del llanto y de la angustia,
seme cuajó la sangre de mi raza;
y de mis ojos arranqué la venda;
y me alejé en silencio de mi casa;
ya te sigo Jesús, voy por tu senda!
VÍNCULOS CON ESPAÑA
En Salamanca, en los archivos de la Casa-Museo Unamuno, hay una carta suya dirigida al vasco de Salamanca; carta que acompañaba al libro de prosas poéticas titulado “Revelaciones” (1922), el primero de la autora. Y sobre su poesía religiosa hay comentarios de Rafael Cansinos Asséns: “Sentimiento ingenuo y primitivo que recuerda al de los primeros patriarcas que pastoreaban en los desiertos y percibían a Dios como el alma de aquellas vastedades, como la realidad viva de la palabra inmensidad…”. O también de Menéndez Pidal: “Su inspiración no es un calco de la de los poetas, como suele ocurrir tantas veces, sino inspiración de poetisa llena de íntima sinceridad”.
Luego, buscando en hemerotecas, he encontrado una noticia sobre su paso por España.Fue publicada en ABC, de 8 de marzo de 1953: “Se encuentra en España la profesora y poetisa María Raquel Adler, que ha dado varias conferencias en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid… Al mismo tiempo, realiza una labor cultural en provincias, y ha pronunciado conferencias en Sevilla, Granada y Salamanca…”.
Anotemos otro poema suyo, a modo de primer acercamiento a una obra que merece estudios de mayor enjundia.
JERUSALÉN
Jerusalén, Señora de las largas guedejas,
y de la piel tostada, y del triste mirar;
en tu seno palpita una flor secular
regada en la dulzura de tus aguas bermejas.
David dijo en sus Cánticos: “¡Allá desde el Oriente
subirá hasta los cielos el gran Dominador!”
Desde el Monte de Olivos, Jerusalén, tu amor
soñará ya con Roma, hija del Occidente..
Ciudad de los mil reyes, ciudad de los mil templos:
de incienso, mirra, plata, pórfido, bronce y oro;
augusta por tus leyes, sabia por tus ejemplos.
¡Ah, cómo desearía estrecharte a mi pecho;
beberte gota a gota, besarte trecho a trecho,
para seguir las huellas de aquel paso sonoro
de Cristo, que aún te espera desde el divino acecho!
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