Ser o no ser, lo demás es religión

Supongo que nada de esto tendría sentido si se tratase de un caso aislado. Y permítanme ustedes que comience por el final.

Me ocuparé hoy de hablar de eses que intentan asegurar que su grupo religioso o político se mantenga puro y sin mácula, y aunque existan argumentos que intenten afianzar esta idea, de cortar el trigo con la cizaña, antes de tiempo, aseguran que existen iglesias en las que nadie ha entendido bien el mensaje del Evangelio.

Es conocida la interpretación de los capítulos de Apocalipsis donde se nos habla de los mensajes a las siete iglesias de Asia.

En el transcurso de los tiempos, las iglesias en el mundo han sufrido una serie de transformaciones que se ven reflejadas en los mensajes citados.

Pues bien, a nadie se le escapa que la crisis espiritual es creciente y la frecuencia de las divisiones en las iglesias es mayor de lo esperado. En este contexto encontramos teólogos que aseguran que la visión profética de una iglesia como la de Laodicea, nos anuncia el modelo de una iglesia que tiene a Jesús afuera, a la puerta, llamando para poder entrar.

Pero eso no es todo y hasta ahí deberíamos estar de acuerdo.

El problema que encuentro es cuando se sacan conclusiones como que en la iglesia no hay ningún creyente y que no es más que un club social en el que cada uno ha hecho una importante inversión económica.

El mayor peligro de estos argumentos está en creernos que podemos diferenciar el trigo de la cizaña, o sea, discriminar positivamente los que son de los que no son.

Me gustaría recordar a los que transitan por estos derroteros, que Jesús seguía a la puerta llamando y ofreciendo promesas a los vencedores. Me pregunto qué hace Jesús a la puerta de un grupo de burladores, inconversos y pecadores que lo desprecian y reinciden en rechazarle. Este hecho sería contrario al salmo 2 donde nos dice que “se reirá de ellos”. Llegaríamos a un absurdo argumento al hacernos jueces y parte de lo que no nos corresponde.

Ser o no ser es una cuestión que solo el Señor sabe y cada uno de nosotros sabemos a través del Espíritu Santo, el cual da testimonio a nuestro espíritu de que le pertenecemos.

Por eso la iglesia que Dios formó, creó y está incrementando cada día es preservada, cuidada, reprendida con amor, con el amor de Dios, y colocada en el lugar donde el Señor quiere que ocupe.

No nos corresponde a nosotros juzgar quién es quién. El juez verdadero y justo sabe bien cómo y cuando tiene que actuar.