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Protestante Digital

 
Cristianismo y política (19)
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El inexcusable deber de protestar

¿Qué es protestar? Vamos a dos episodios donde hay gente protestando, en ambos casos dentro del ámbito que hoy llamaríamos “político”
REFORMA2 AUTOR Emilio Monjo Bellido 21 DE ABRIL DE 2012 22:00 h

En estas reflexiones aparece a cada paso la reclamación de protestar. Les propongo que pensemos en esa actitud como parte esencial de la acción política (social y pública) de los cristianos protestantes en la edificación del Estado y la manera de gobernarnos.

Unido a esa reflexión inserto una nota sobre un modo en que algunos ven la mejor manera de protestar: creando un partido político. Por supuesto que es una opción, pero conviene recordar que esa opción está ya suscrita en la Historia desde hace tiempo, y no ha sido, en mi opinión, un modo eficaz de actuación.

Hoy mismo existen partidos “protestantes” (o “cristianos”, en general: la propia Democracia Cristiana con sus variantes), y habría que ver cuando se propone la creación de un partido si se tiene en cuenta alguna de sus formas. Hay partidos protestantes en Irlanda del Norte, con diputados también en el Parlamento Europeo, ¿valen esos modelos? Tenemos partidos y agrupaciones en Australia, Canadá, Inglaterra, etc., con aportaciones teóricas sobre algunos temas, a veces, muy interesantes. En Latinoamérica, que no conozco bien, seguro que existen partidos o agrupaciones, al menos ha habido responsables de Gobiernos que se han confesado evangélicos, ¿quedó modelo a seguir?

Un lugar imprescindible para pensar en la bondad o despropósito de formar partidos es Holanda. La mirada se encuentra necesariamente con G. Groen van Prinsterer (1801-1876), Abraham Kuyper (1837-1920) y Herman Dooyeweerd (1894-1977), en torno a los cuales se ven las diferentes proposiciones y reacciones de la acción política protestante, con sus aciertos y errores. Abraham Kuyper, fundador de la Universidad Libre de Amsterdam (1880), autor de las famosas conferencias sobre Calvinismo en Princeton (1898), fue Primer Ministro (1901-1905) como responsable del Partido Antirrevolucionario. Este partido tenía como razón su lucha contra los principios de la Revolución Francesa, y otras “revoluciones” de sus días, como la marxista. Consiguió que se financiase con fondos públicos a todas las instituciones privadas religiosas o no, conservando su propia identidad, por ejemplo, a las escuelas cristianas. Todo ello desde una filosofía de “pilares” (quizá, mejor: “tubos”) autónomos, en aplicación de lo que suele nombrarse como “soberanía de las esferas”.

Este modelo fue desarrollado especialmente por Dooyeweerd, yo he usado aquí a veces el término (que también lo usan autores desde una perspectiva simplemente de filosofía política), pero no siguiendo la estructura que propone ese autor, sino como algo intuitivo estético para visualizar la realidad rica y variada de la creación, cada ámbito con su propio orden y autoridad.

Partiendo de una antítesis sustancial entre los motivos base de los diferentes grupos humanos, se debían ocupar cada uno en sus actividades dentro de pilares o cajones independientes.

Así tenemos un pilar para la ciencia cristiana y otro para la no cristiana. Uno para la escuela protestante, otro para la católica (=vaticana), otro para la liberal, y otro para la socialista. Lo mismo se aplica a la universidad. Se subrayaba la independencia de esos pilares respecto a las iglesias, es decir, no los gobernaban los dirigentes de las iglesias, pero sí eran para uso (en muchos casos, exclusivo) de los miembros de esas iglesias.

Escuelas primarias, secundarias o universidades para los miembros de iglesias determinadas. Lo mismo para sindicatos, periódicos, partidos, etc. [No sé si también hospitales.] En unos de esos tubos o pilares podías nacer, ir a la guardería, a la escuela, a la universidad, tener grupos de jóvenes para divertirte, casarte con alguien de dentro, votar a un partido, pertenecer a un sindicato, leer prensa propia, etc. sin salir de sus paredes para nada. También, hay que decirlo, ofrendar para ayudas sociales fuera de ese pilar. Esta “pilarización” o “encajonamiento”, a nada que uno se descuide, termina en segregación. (Así ocurrió en Estados Unidos con la población negra.) Y un cristianismo que enfatiza la antítesis moral, lo cual es bueno en sí mismo, puede conducir a una separación farisaica, donde “apartarse” se transforma en apartheid, como mostró el correlato de la filosofía de Kuyper en Sudáfrica (con el Partido Nacional Afrikáner), donde, al final, los pilares se pintaron en blanco, negro o coloreados.

La política de “pilarización” mostró a dónde puede llegar el corazón humano, por muy “evangélico” que sea, cuando tiene rienda suelta para definir la antítesis. Fácilmente montamos un “cajón” de ortodoxia y ejemplaridad donde nos metemos nosotros, a los demás los encajonamos fuera, los hacemos impuros, profanos, los sacamos fuera del templo.

Los restos del naufragio de la política de pilares (el término es traducción de una palabra holandesa, si alguien tiene otro, se acepta) han producido que las paredes de los cajones estén hoy más permeables (seguro que para algunos esto, que empezó en la década de los sesenta, es una ruina). Varios diputados de partidos minoritarios protestantes, al ser imprescindibles para obtener mayoría, entraron en el Gobierno de Holanda, donde su responsable, A. Rouvet, llegó a ocupar el cargo de Viceprimer Ministro, con el ministerio sin cartera de Familia y Juventud (creo que otro diputado ocupó el de Defensa), entre 2002 y 2007.

Valga esta nota, que se ha alargado, para mostrar aquí la protesta contra esos modelos pilarizados de política, y como prevención de imaginar que es de sí propio un gran paso la creación de un partido político.

¿Qué es protestar? Vamos a dos episodios donde hay gente protestando, en ambos casos dentro del ámbito que hoy llamaríamos “político”, y sin perder el significado más simple de la palabra: “ser testigos”, testificar. Uno es la reunión de los representantes de las tribus de Israel delante de Samuel (I Samuel 8), y el otro, la reunión de varios príncipes electores y unas 14 ciudades libres en la Dieta de Espira delante del emperador (1529).

Doy por conocido el episodio de la protesta de los representantes de las tribus delante de Samuel. Nos encontramos con una reclamación justa: ni Samuel ni sus hijos están obrando con justicia, su “política” es inadecuada, por tanto, es justo protestar. Y lo hacen como debe hacerse: en público, ante quien corresponde.

Hasta ahí, todo bien. Pero esos representantes, con esta protesta (=testimonio) están mostrando la verdad de sus intenciones, es decir, están siendo testigos claros de sus intereses reales. Con la excusa de la mala actuación de Samuel y de sus hijos están rechazando el Gobierno de Dios, están, pues, repudiando a Dios mismo. [Siempre ha sido así.] Son unos “protestantes” cuya base de testimonio no es la Ley de Dios, sino sus propios juicios: ellos son “la verdad”, la cual reclaman sea reconocida. Son testigos de sus propios caminos. Frente a ellos, tenemos otra “protesta”. En este caso, Dios es el protestante. Dios ofrece en público su testimonio sobre la situación. Le dice a Samuel: “Protesta solemnemente contra ellos, y muéstrales cómo les tratará el rey que reinará sobre ellos”, y el pueblo (=sus representantes) testificó que no quería la Ley de Dios, sino su propio criterio, y “eligieron” la Tiranía. (El “cristianismo” ha sido en muchos casos el soporte del Absolutismo y la Tiranía, pero es un cristianismo rebelde contra Dios. El mayor ejemplo de Monarquía Absolutista que permanece en la actualidad es el Vaticano.)

El la 2ª dieta de Espira (1529) se produjo la protesta de varios príncipes electores y 14 ciudades libres frente al emperador. De nuevo tenemos la protesta en público, ante quien corresponde. Es una protesta de “derecho” político. (Aunque de ahí proviene el nombre protestante, y se identifique su naturaleza con la separación de Iglesia y Estado, no se puede estirar el argumento hasta hacerlo “separación de política y cristianismo”, pues precisamente en esa Dieta lo que se ofreció fue un testimonio público de cómo la fe motiva una acción política determinada.) Realmente se están produciendo dos protestas (=por, o para, el testimonio): hay que incluir la del propio emperador, que, con sus pretensiones de limitar la libertad religiosa e imponer la obediencia a Roma, está por un testimonio concreto. Él está protestando a favor de una política, los otros, a favor de otra. [Se puede, pues, ser “protestante” de varias maneras. Incluso los autos de fe suponían una protestación de la fe de los que seguían los dictados de la Inquisición: era la manera de mostrar, de dar testimonio, de su fe. Hoy todavía existe una ceremonia en las hermandades católicas de “protestación” de la fe.]

Los príncipes y las ciudades están reclamando (matiz de significación siempre unido a protestar) que sus súbditos (ciudadanos, en el caso de las ciudades) tengan el derecho de leer la Biblia y sacar conclusiones, y que su religión sea el fruto de esa lectura. (Se está sembrando, pero esto no es todavía, ni mucho menos, lo que se entiende por libertad religiosa. El protestantismo no es un pilar o tubo donde meterse, sino una manera de caminar.)

Cuando aquí uso el término “protestar”, no estoy pensando en una pancarta por la calle (eso podría hacerse en algún caso), sino en un modo de estar, de tener, de vivir la fe. Estar por el testimonio, protestar, significa que tenemos unos datos. Por eso somos testigos; testificamos de esos datos, frente a otros que muestran datos que entendemos falsos. Protestamos en el presente, aunque nuestro testimonio, en algunos casos, se refiera a cosas del pasado. No lo hacemos en el pasado, que podría ofrecer oportunidad de quedar muy bien, pero no sirve para nada, sino en el presente frente a los testimonios falsos que, en el presente, nos ofrecen algunos respecto a cosas del pasado. Siempre se requiere una comprensión mental de datos concretos, y luego una acción consecuente.

Ya que estamos juntos, les invito a irnos a protestar por algunos asuntos, y así vemos lo que quiero decir. Empecemos con un dato: el derecho a la vida, en lo que estarán de acuerdos todos. Protestar hoy, significa que la ejecución del aborto como un acto médico es inadmisible. Los actos médicos se hacen para curar enfermedades o prevenirlas. Podría ser el caso en situaciones muy puntuales, con embarazo inviable o peligro real para la vida de la madre (no entro en casuísticas). Protestar significa que no valen modificaciones de leyes que permiten el aborto. Aborto, nunca. Protestar significa que no olvidemos este dato cuando también protestemos contra otros asuntos, por ejemplo, los económicos. Nuestro testimonio es global.

Con el dato del derecho a la vida, protestemos a favor del derecho (como están las cosas, ya es privilegio) a la salud. No podemos protestar en contra de los recortes que privan de actos médicos a muchos sin también llevar en el mismo folio lo anterior (lo del aborto). Protestar, en mi opinión, en este terreno es proclamar que nuestro servicio de salud pública es una bendición. Es muy bueno. Que tenga que reajustar cosas y procurar mejorar gestiones particulares, claro que sí. Pero es muy bueno. Protestamos contra los que dicen que un sistema de salud como el nuestro es una impiedad comunista o socialista. No. Esto que tenemos es algo “cristiano”. Que un viejito sin recursos económicos pueda recibir todos los actos médicos que requiere su salud, eso no es maligno, es una bendición. Hay que luchar por su mantenimiento. No importa que hayan sido partidos de izquierdas los que lo han creado, eso, en todo caso, lo que hace es avergonzar a los “cristianos”. Aquí, pues, protestamos contra otros “protestantes” que proponen los actos médicos siempre individuales, con la chequera particular; reconociendo que muchos de esos que abogan por la sanidad privada (aquí no la excluimos, por supuesto, para quien la quiera, pero no como un “bien moral”), son muy buenos creyentes, evangelizadores, generosos, que en su contexto (como Estados Unidos) se pueda comprender su postura.

Me parece que ya somos menos en el grupo para protestar, pero sigamos. Protestamos contra el Gobierno, que en España se atemorizó (ya en 2008) ante los colmillos de los bichos de los Mercados Especulativos y, en vez de convocar al pueblo y llamar a las armas contra los depredadores (de fuera y de dentro), se descompuso y se entregó a sus exigencias. En vez de darles un garrotazo en los dientes, se lo dio a los ciudadanos y se los sirvió como comida para esos dientes (bueno, no a los ciudadanos en sentido estricto, sino sus ilusiones, la escuela de sus hijos, su futuro, sus ilusiones). [Por supuesto, también esos ciudadanos, todos nosotros, participan de responsabilidad.] Esta protesta tiene este componente necesario: hubo evangélicos (por citar a los más cercanos) que criticaron a mansalva no la situación de los que devoraban ya a la sociedad, sino la “ideología” del Gobierno y, especialmente, de su presidente. Al protestar de esa rendición y cobardía de aquel Gobierno público ante los bichos acolmillados privados, se incluye la protesta contra el Gobierno actual que, cuando era oposición, se dedicó a mostrar las excrecencias (si alguien tiene otra palabra, que la use) propias de la descomposición del gobierno socialista, sin atender o avisar de los bichos especulativos. Mal lo tenemos, en esto no hay ideología, a las consecuencias de la descomposición medrosa de la izquierda sumamos ahora la nueva y contundente excrecencia de la derecha. Y los bichos sin parar de engullir. Protestemos; no aceptemos que se coman la alegría de nuestros hijos. Con todas las formas y consecuencias.

Y como ya estarán protestando porque esto se alarga. Lo dejamos aquí. La próxima semana, d. v., protestamos a favor de la escuela pública.
 

 


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COMENTARIOS

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Adelkader Garcia
26/04/2012
18:57 h
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Que buen escrito. Jesús fue uno de los tantos que protestaron contra el “establishment” impuesto por un imperio, en aquel tiempo, el Romano, a todo el mundo civilizado o no. Por eso las acusaciones de los de adentro y los de afuera, como dice el texto supra registrado. Luego vino la acusación por las protestas: Por los derechos de las mujeres a ser tomadas en cuenta y “CONTADAS” al igual que los hombres; por los derechos a los desposeídos a ser aceptados dentro de los templos religiosos; Por los derechos de las personas a no ser engañadas por los “líderes” religiosos o políticos etc. Etc. Etc. Etc.. Luego vino el juicio (Siempre truncado y falso), después la sentencia (como siempre en contra
 
Respondiendo a Adelkader Garcia

Óscar Margenet Nadal
22/04/2012
16:38 h
1
 
Estimado Emilio: Por más de 40 años soy activo en voluntariado, acción solidaria, responsabilidad social, investigación y propuestas preventivas al deterioro ambiental, la defensa de los derechos humanos y el desarrollo de proyectos sostenibles. La protesta no es sinónimo de denuncia. El Evangelio de Jesucristo es la más formidable denuncia del pecado reinante y la única propuesta con poder real para liberación del hombre y la creación. Denunciamos a quienes aman más las tinieblas que la luz para que al menos uno de ellos se salve. Somos mensajeros de la política de Dios que denuncia y genera arrepentimiento para salvación. Un saludo fraternal.
 



 
 
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