La semana pasada me ocupé de dos casos recientes, en los que indígenas evangélicos padecen acosos y son restringidos en sus libertades por parte de católicos tradicionalistas. Como otros en semejantes situaciones, los perseguidos han decidido defender sus derechos, exigirles a las autoridades que hagan cumplir las leyes y sanciones a sus hostigadores.
También,
al igual que en los años sesentas del siglo pasado, cuando iniciaron los actos persecutorios en su contra; sus sucesores, los indígenas evangélicos de la segunda mitad del siglo XXI, optan decididamente por medios no violentos para su defensa. Lo hacen, me lo han dicho, porque en su entendimiento del Evangelio no tiene cabida la respuesta violenta, se niegan a usar vías coercitivas como las que sus adversarios usan en contra de ellos y ellas.
No son pocos los perseguidores más virulentos quienes al paso del tiempo adoptan la fe de los sujetos de su anterior ira. Es el caso de Manuel San Juan, indígena chamula, casi una leyenda en Los Altos de Chiapas. Su violento pasado y posterior conversión al cristianismo evangélico, ha sido objeto de interés periodístico y hasta cinematográfico. La película en DVD que cuenta su vida es bilingüe, se alterna el tzotzil con el castellano. Dura dos horas y diez minutos, se titula
Manuel San Juan: el hijo predilecto de chamula. El filme, se lee en la presentación, “narra la historia de la persecución de la Iglesia cristiana evangélica. Hechos suscitados en el pueblo de San Juan Chamula entre los años 1976 a 2003. La historia del más grande perseguidor del cristianismo moderno en nuestro estado de Chiapas, que dio origen a la expuslsión de 35 mil indígenas tzotziles de su municipio. Su celo por su creencia religiosa tradicional y el defenderla a precio de sangre; le hizo ganarse el sobrenombre de San Juan, conocido desde entonces como Manuel San Juan”
El experimentado reportero de La Jornada, Elio Henríquez, realizó un reportaje sobre Manuel San Juan, el que publicó en el diario, con fecha 21 de diciembre de 2008. El encabezado es contundente: “Por casi 20 años sirvió a caciques católicos y grupos de poder para armar revueltas en Chamula, dice Manuel San Juan: de expulsor de evangélicos a promotor de esa fe”. Recuerdo que mi queridísimo amigo
Carlos Monsiváis, al comentarnos al otro día de publicado el reportaje, en nuestro desayuno de Navidad que tuvimos con él Carlos Mondragón y el autor de estas líneas, comenzó a referirse a Manuel San Juan como
“Saulo de Tarso de Chamula”.
Reproduzco el reportaje de
La Jornada, que contiene algunas palabras altisonantes, como se dice en México, las cuales pueden ser mal vistas por ciertas susceptibilidades evangélicas. Quienes han estado entre indígenas evangélicos en Los Altos de Chiapas, saben perfectamente que ellos y ellas usan ese tipo de palabras, y no se sonrojan al proferirlas, como sí lo hacen sus escuchas evangélicos mestizos.
He aquí el REPORTAJE de Elio Henríquez en La Jornada:
Arvenza II, San Juan Chamula, Chis., 20 de diciembre [de 2008].
“Yo era cabrón, le pegaba a la gente pero me arrepentí y ahora soy evangélico”, dijo Manuel San Juan, durante décadas el perseguidor más radical de miles de familias protestantes de San Juan Chamula, luego de inaugurar un templo de su propiedad para divulgar su nueva fe por todos los parajes del municipio.
“Maté un toro que costó 10 mil pesos para darles carne a todos”, afirmó en entrevista, después de la ceremonia a la que asistieron cientos de indígenas de varios municipios a la apertura del nuevo centro religioso.
Cuenta que cuando en 1995 abandonó “la costumbre” o la religión católica tradicional que entonces se practicaba mayoritariamente en San Juan Chamula, fue emboscado nueve veces por órdenes de los caciques. En las paredes de su casa aún están los agujeros de los 84 balazos que le dispararon, y milagrosamente nadie resultó herido.
Su nombre real es Manuel Pérez Gómez, pero dentro y fuera de Chamula es conocido como Manuel San Juan porque su padre, Mariano Pérez Ardilla, nació en San Juan, uno de los tres barrios de la cabecera municipal.
Desde la década de los 60 fue utilizado por los caciques chamulas y los grupos de poder políticos y económico para encabezar agresiones y trifulcas con el fin de destituir presidentes municipales, pues
era considerado un “provocador profesional”, y para golpear y expulsar a quienes se convertían en evangélicos.
Es conocido en Estados Unidos y Europa porque su caso ha sido tomado como símbolo de conversión. Incluso
en 1997 la empresa Armagedón, de Francisco del Toro, filmó en esta región una película Chamula, tierra de sangre, basada en su historia. Tiene 58 años y el pelo cano, no sabe leer ni escribir y con dificultad habla español, pero es un líder nato, cualidad que le reconocen muchos de sus paisanos.
Recuerda que cuando Agustín Portillo fue juez municipal, en 1966, empezó a expulsar evangélicos. “Mil 200 personas sacamos esa vez, cuando yo empezaba a cargar santos y a participar en las fiestas de la costumbre”.
Arrepentido, agrega: “Cuando yo gritaba: ‘¡vamos a sacar a los evangélicos!’, la gente respondía: ‘¡sí, vamos!’, y les pegábamos y los corríamos. ¡Vaya que no morí!”...
Pero no sólo era utilizado en asuntos religiosos. Recuerda que los caciques le decían: “No sirve el presidente (municipal), está robando mucho, hay que sacarlo”, para convencerlo de que organizara revueltas en su contra, y a cambio le daban cerveza para que se emborrachara.
Cuando Manuel iniciaba el zafarrancho para perseguir y golpear a quien fuera necesario o causar destrozos en la alcaldía, la multitud lo seguía a ciegas y muchos le temían. “Yo iba adelante con una bocina y las personas me seguían porque yo era cabrón, me gustaba golpear”, dice.
Entre las trifulcas que encabezó están las que concluyeron con la destitución de los alcaldes Salvador Sánchez y Lorenzo Pérez Jolote, y del primer regidor Manuel Hernández Gómez, quien después sería diputado local.
Recuerda que en 1993 algunos evangélicos, hasta entonces sus peores enemigos, empezaron a hablar con él para convencerlo de que se volviera protestante. En 1994 tuvo tres sueños en los que Juan Pérez, líder protestante al que había expulsado del municipio dos años antes, le dijo que tenía que “cambiarse de ropa”.
En 1995 cuenta que fue inevitable la ruptura con sus antiguos aliados. Hace dos años comenzó a construir junto a su casa un templo evangélico que le ha costado unos 120 mil pesos, una parte de los cuales se la mandaron sus hijos que trabajan en Estados Unidos, y últimamente el alcalde de Chamula, su amigo Domingo López González, le dio cinco toneladas de cemento para techar el templo, al que le falta repello, piso, puertas y ventanas.
“Este presidente está trabajando bien, es hijo de Dios, es católico y del PRI; lo invité a la inauguración, pero no vino”, dijo mientras hombres, mujeres y niños comían la carne del toro, preparada en caldo y con mucho repollo.
“Ahora ya tengo mi templo y voy a promover la religión evangélica porque el que no conoce a Dios toma trago, compra velas, busca curanderos y brujos”, manifestó.
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