Seguimos recorriendo Colombia, saboreando las arepas con queso, el pandebono, una buena lulada o los huevos pericos. Sintiendo la cortesía allá por donde vamos. De cada lugar salimos con un presente de parte de los hermanos que se esmeran en darnos lo mejor que tienen. Compartimos…
Cali cierra el periplo por este bello país. Entramos en el Departamento del Valle del Cauca por una hilera de cañaverales que se convierten en azúcar, dulce elemento que abastece el mercado interno y se exporta. Dos días de estancia significa visitar dos colegios más, para cerrar con broche de oro. De oro ha sido todo lo que he podido palpar, sentir, probar… Ver la mano de Dios tocando corazones para ampliar su misión.
VISITANDO EL COLEGIO BETANIA
El calor arrecia pero se agradecen los rayos del sol sobre nuestra piel. Y el calor proveniente de los afectos de la gente que nos recibe en el
colegio Bautista Betania: el pastor
Nicolás Pérez y Janet Bolán, la directora. Hay que destacar que los dos colegios evangélicos de Cali apoyados por Alianza Solidaria pertenecen al estrato 3. Muchas mujeres son cabeza de familia y, al tener que trabajar, deben dejar los hijos a cargo de las abuelas, las vecinas… Primero pasamos por uno de los salones de preescolar, donde los niños nos invitan a un café con las tazas de juguete. Es una forma de cortesía, nadie lo ordena, sucede simplemente.
Intentan enseñarles que deben preocuparse los unos de los otros. ¿De qué me suena esto? Recorremos todos los salones donde aprovechamos para charlar con los chicos, ver cómo reciben la clase. Como en los anteriores establecimientos, los alumnos han preparado una función para agasajarnos. Nos muestran lo más destacable de su país: mapas, colores, enseñas nacionales, comidas típicas. Y algunas danzas.
Muchas veces, los padres tienen la oportunidad de vender comida dentro de la iglesia o realizar pequeños trabajos para obtener algún ingreso y poder pagar las cuotas del colegio. “Colegio e iglesia están bastante identificados”, nos dice la directora. En los proyectos evangelísticos de la iglesia se invita a los padres no creyentes de los niños del centro. El colegio es un instrumento de Dios para transformar la sociedad.
Alrededor del colegio Betania hay cuatro colegios públicos haciéndole la competencia. Pero hasta hoy han resistido, con la ayuda de Dios y de todos. La cosa no es fácil, pues el Estado pretende separar el colegio de la Iglesia. Pero resisten. Si no fuera por la ayuda de AS y de otras entidades, no podrían seguir adelante. Y los profesores haciendo su trabajo desde una perspectiva ministerial. Pocas ganancias no importan, pues, como afirman: “estamos esperando la recompensa del Señor”. O también: “Dios es más grande que cualquier desafío”.
Y su reto es ampliar los estudios hasta el Bachillerato, para que así haya una continuidad en la formación de los chicos. Tienen visión, tienen fe.
La psicóloga comenta que poco a poco se ven niños y familias transformadas. Hay situaciones complejas que se van solucionando con la Escuela de Padres, la cual surgió de acuerdo a las necesidades. En un 80% los niños no están al cuidado de la mamá. Otros tienen a los padres en España. Algunas madres son cabeza de familia. Hay casos de abusos, violencia intrafamiliar, carencias afectivas, violaciones… Niños con problemas cognitivos, de retraso mental. También se hace prioritario trabajar con el docente, con los padres para saber cómo atender cada caso. Se llevan a cabo jornadas pedagógicas para aprender cómo enseñar y cómo evaluar a los niños con problemas.
EN EL COLEGIO BAUTISTA EMAÚS
Al día siguiente, nos recogen para la visita al otro colegio evangélico de Cali: el colegio Bautista Emaús. Alberga 118 estudiantes, y al igual que el Betania, tienen como reto conseguir el Bachillerato. A él acuden niños del sector y otros vienen desde lejos haciendo mucho esfuerzo. Porque los niños van cambiando y esto hace que otros vengan por el testimonio que dan.
Los que salen para un instituto no cristiano dan ejemplo en cuanto a obtener buenos puestos y buen comportamiento. A los profesores se exige un perfil con valores cristianos, que estén comprometidos con el Señor. Y preparados. Como ya hemos comentado, el colegio está en una zona donde hay mucha drogadicción, hay pandillas, violencia, divorcios... Entre los docentes y la psicóloga se intenta resolver casos que afectan a los niños. Y se consigue pero hay que implicarse.
En medio de todo este cuadro, es grato oír historias de chicos que pertenecían a una pandilla y de pronto se convierten en líderes de otros jóvenes en las iglesias. Historias de padres que se reconcilian gracias al papel de los maestros y de los propios niños. Me impactó escuchar que se ayuda a una niña de nueve años cuya madre es drogadicta y ella pasaba por una depresión a causa de que tenía la responsabilidad de cuidar de sus hermanitos.
Doy gracias al Señor por poder conmoverme, derramar lágrimas y sentir que debo comprometerme cuando Él pone delante de mí una situación que requiere que actúe. Los cristianos decimos que nada sucede por casualidad. Pues no ha sido por casualidad esta oportunidad de conocer Colombia, para que compartiera con su pueblo de allende los mares, por si acaso olvido para qué estoy en este mundo, que soy parte de su plan para cambiarlo. ¡Ojo! Que también tengo los pies en la tierra. Por eso hoy intercedo por esos pequeños que, como los nuestros, merecen una vida mejor, y sobre todo, necesitan conocer a Dios.
Como dice Samuel Pérez, también del Comité de AS, “Lo que he visto durante el recorrido por los distintos proyectos es algo que te reta, porque percibes las necesidades, los retos que parecen difíciles de alcanzar. Al mismo tiempo, es algo que te inspira porque ves cómo Dios está obrando, ves crecimiento, cosa que en otros lugares no sucede; y gente dedicada y comprometida”.
Dios nos pone las oportunidades delante.
Mis oídos estaban abiertos cuando la directora del colegio Emaús dijo: “A un muchacho le pagan un millón, dos millones de pesos por matar a alguien. Por necesidad lo hacen. Son muchas las tentaciones. Hay falta de afecto en todos los estratos, nadie se libra”. ¿Cómo podría alguien que ve un panorama como éste dar media vuelta y marcharse sin hacer algo? Para trabajar con los niños, y sobre todo implicarse en su formación, es necesario tener vocación, amor por el prójimo, compromiso con el Señor. No es posible quedarse contando las historias bíblicas, ayudando a sumar dos más dos. Hay que ir más allá: conocerlos, amarlos, implicarse en sus problemas, ayudarlos, entrar en su entorno. Si no es así, todo queda en palabras. Y a las palabras se las lleva el viento.
Como dijo el pastor
Jair Salinas de la iglesia que respalda el colegio Emaús: “En medio del contexto complicado queremos hacer las cosas con excelencia. Ofrecemos valores del temor de Dios, una educación que golpee el contexto. Y agradecidos por el apoyo prestado en esta labor. La mayoría de los niños son del barrio y ven la violencia. Y esto no es ajeno a la iglesia. A veces nos hemos sentido amenazados, nos dicen que se va a atentar contra alguien de la iglesia”.
Para
Paula, una madre que tiene 3 hijos de 16, 14 y 3 años, el colegio fomenta unos valores vitales, ya que “estamos en un barrio muy especial, y la juventud está muy revolucionada”. “Queremos el bachillerato. Mis hijos mayores están en otro colegio y allí es diferente. Quiero que se sumen al sueño que tenemos. Que se enamoren del colegio como yo me he enamorado. Hay pandillas entre colegios, si les fomentaran otros valores, tendrían otras perspectivas. Los niños que van al instituto demuestran rendimiento y buen comportamiento; esto es un estímulo y recompensa por lo que se está haciendo”.
Las profesoras Ana Milena, Lorena, Nélida, Carola, Patricia y Mª Juliana expresan: “Estoy aquí no por trabajo sino como ministerio”; “Disfruto del trabajo, lo hago con pasión como el Señor lo merece”; “Me apasiona enseñar y servir a los niños y sus familias. Gracias a Dios muchos niños ya se congregan”; “Es una bendición estar aquí y bendecir a los niños y sus familias”…
Se repiten las mismas afirmaciones que hemos oído en otros lugares que visitamos. Queda mucho por hacer, corregir, pero se va por buen rumbo. Hay fe, y disposición al compromiso. Eso lo traslado al primer mundo donde necesitamos más de lo mismo para atender múltiples problemas que planean sobre nuestra sociedad, sobre nuestras familias, nuestras iglesias. A pesar de ello tenemos más privilegios para poder salir adelante. No dejemos de aprovecharlos. Y de compartirlos.
ENTREVISTA A ALCIDES EPINAYÚ
Gracias a que unos estuvieron dispuestos a hacerlo, Alcides Epinayú, oriundo de Jurnaipa (La Guajira), una ranchería de los indios guayú, hoy es un estudiante universitario. Nos conocimos en Ríohacha, cuando se acercó para saludar al equipo de AS. Alcides estuvo apadrinado desde que inició el preescolar. Al terminar la primaria, como no había instituto en su comunidad, la iglesia implementó un albergue para que los chicos pudieran continuar sus estudios en la ciudad de Ríohacha. Alianza Solidaria también apoyó esa iniciativa.
Pregunta.- ¿Cómo se vive en una ranchería?
Respuesta.-Estamos apartados. Falta agua potable. Faltan escuelas. Necesitamos material, sillas… para la escuela.
P.-Eres de los pocos que ha terminado el bachillerato y ha podido iniciar estudios universitarios… ¿Cómo lo has logrado?
R.-Alianza Solidaria implementó un albergue en la ciudad para los que teníamos que continuar los estudios de bachillerato, ya que en la ranchería solamente podíamos cursar los estudios de primaria.
P.-¿Cómo financias tus estudios?
R.-Ahora trabajo dando clases a los niños de la escuela de la Ranchería. Mi madre me ayuda. El gobierno me ayuda con parte de la matrícula. Voy en bicicleta cada día.
P.- ¿Qué estudias?
R.-Pedagogía infantil. Quiero ayudar a los niños de la ranchería, a otros profesores que me ayudaron a mí. Quiero ayudar a la comunidad, a las familias; que avancen, que no los dejen ahí… Doy gracias a Alianza Solidaria por ayudarme con las cosas que necesitaba, libros, alojamiento.
P.- ¿Qué significa Jesús en tu vida?
R.-Gracias a Jesús evangelizamos. Estoy contento. Seguimos luchando por la gente. Doy clase a los jóvenes en la Escuela Dominical.
Finaliza la entrevista; en ese momento salíamos de Ríohacha.
Cali, Ríohacha, Ibagué, tantos lugares que llevo grabados en mi retina y ya no se apartarán de mí, como Huaraz, en Perú, y de tantos lugares por los que he transitado. Es un gozo indescriptible el saber que nuestro aporte, por más pequeño que sea, sirve para devolver la sonrisa a un niño, garantizarle un futuro aquí y en el más allá. Estamos donde estamos con un propósito, todo tiene un sentido. Y es maravilloso.
Doy gracias a Dios por permitirnos participar en esta cruzada a favor de los más necesitados, que no tienen voz.
Gracias por afianzar nuestro compromiso de trabajar para Él a pesar de lo que somos.
Gracias a mis compañeros de viaje: Paqui, Samuel, Jaume, Luis, Rubén, Berta, Fanny. Que estaban ahí en todo momento por si acaso… Con el lema: ¿Compartimos? Y a los que se quedaron: Irene, Mari, Joan, Alberto, Óscar, Lina Pili, Margarita, Sara… Que el Señor guíe a los que tienen que bosquejar el futuro de esta obra.
De Cali al aeropuerto “El dorado” de Bogotá para coger el avión que nos llevará de vuelta a España. Casi sin darnos cuenta regresamos, después de días intensos de labor grata. Hemos redimido el tiempo. Cuesta soltarse de Colombia.
Llego a Salamanca y ya diviso sus altas torres, el puente romano, el olor a chacina… que me gusta tanto… mi barrio de Tejares donde dicen nació el Lazarillo de Tormes. Mi familia que me espera ansiosa. Mi iglesia. Mi río Tormes cuyas orillas se tiñen de verde anunciando la llegada de la primavera. Mi garza blanca más bella que nunca. Maravillas de la creación. Pienso: ¿Compartimos? Amén. Y al ataque, otra vez…
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