La autobiografía es un género literario que se viene practicando desde el inicio del pensamiento. ¿Qué es el libro de Job, qué son los Salmos sino la vida de adentro vertida hacia afuera? ¿Qué es el Apocalipsis en sus primeros capítulos? ¿No conforman una autobiografía del Cristo celestial?
El “yo” histórico, ese que está constantemente en lo hondo del pensamiento, engarzado en vivencias de años, es el que construye páginas biográficas.
RESEÑA PERSONAL
Aquí tenemos a una mujer que a los 92 años decide escribir un libro, primero en su larga vida, sin antecedentes literarios. Escribe para contar lo que ha vivido, lo que ha visto y oído, sin más. Dice a corazón abierto lo que fue, lo que hizo, testigo de qué cosas, de tantas cosas.
Antonia me lo pone difícil. Me es entrañable. La admiro.
Conocí a la autora de estas experiencias en Marruecos. Corría el año 1954. Yo había llegado de las islas canarias para ejercer como predicador de púlpito en la Iglesia Bíblica de Tánger.
Un año antes Antonia Conesa había ingresado en un Instituto Bíblico para mujeres que funcionaba en la entonces ciudad internacional. Estaba dirigido por una mujer profundamente espiritual,
María Bolet, nacida y criada en Cuba. Allí estudió también mi fiel secretaria de toda la vida,
Mercedes Zardaín.
Antonia tenía una voz primorosa, delicada y fina. En muchas ocasiones solía cantar solos durante el culto. Conservo un bosquejo de semana santa del año 1955. Prediqué sobre la resurrección de Cristo. Dividí el tema en dos partes. Primero refuté argumentos contrarios a la resurrección. Luego expuse pruebas de la resurrección en el Nuevo Testamento. En el papel figura esta anotación mía a mano: “Entre la primera y la segunda parte que cante Febe (por este nombre la conocíamos) un himno relacionado con la resurrección de Jesús”.
Estas experiencias en tierras del moro las recuerda con nostalgia Antonia Conesa.
EL LIBRO
El libro está estructurado en 87 breves capítulos. Son páginas de recuerdos. Para Conesa recordar es desandar, lo que antes se vivió, volverlo a contemplar. El recuerdo es la campana que suena en el valle profundo del olvido. Una sentencia china dice que los recuerdos tienen más aroma que un bosque de lilas en plena floración.
El primer capítulo lo titula EXPERIENCIAS y el que cierra el libro, UNA ÚLTIMA EXPERIENCIA. “Yo tengo un saco muy grande de experiencias”, dice Febe en primera página de la obra. Y añade: “De algunas me acuerdo nítidamente, como si las viviera de nuevo y, cuando las recuerdo, las siento de tal manera que algunas veces el corazón me late con fuerza reviviendo aquellos acontecimientos”.
En la última página recuerda su estancia en el Instituto Bíblico de Tánger, “donde pasé tres años llenándome de la Palabra”. Una última revelación: “En esos tres años a nadie expliqué nada de mi experiencia y llamamiento del Señor a Su servicio. Ese fue siempre mi secreto”. Palabras finales: “Todo ello ha ayudado en mi vida para convencer a algunos ateos de la existencia de Dios, de la realidad de Él, y lo que significa llegar a Su presencia y ser juzgados”.
Para Arquímedes, una mirada hacia atrás vale más que una mirada hacia adelante. Cuando nuestra vida ha pasado, las experiencias vividas nos enseñan a valorar el presente y nos estimulan a contemplar el futuro, poco o mucho, que restan a los años.
Encuentro en este libro de recuerdos que para Antonia Conesa escribir es una forma de hablar sola. No todo el mundo habla solo como lo hace la autora. Con una prosa sencilla a la que da sentido y sensibilidad. Salta a la vista la gracia de las situaciones y los comentarios que las puntean. Asombra, en una mujer de 92 años que nunca ha escrito, la variedad de recursos que despliega y el arte de narrar, la belleza literaria al contar lo que cuenta en un escenario donde se amontonan los recuerdos y se multiplican largamente las experiencias.
Toda autobiografía se compone de recuerdos. Vivir en el recuerdo, según Kierkegaard, es el más perfecto modo de vida que se pueda imaginar. Y para el lector participar de las experiencias religiosas y espirituales que cuenta la autora de este libro, sus encuentros y desencuentros con Dios, sus dudas, sus vacilaciones, también su valentía, su determinación a conservar la fe en un mundo para el que sólo cuenta la razón, resulta tonificante, fortalece la vida interior.
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