Caída del cabello, pérdida de los dientes, limitación articular, debilidad muscular, problemas de memoria, aparición de arrugas, disminución de la densidad ósea, depresión, y no continúo porque la lista sería interminable.
Estos y muchos más son los cambios que sobrevienen con la tercera edad, y aún así, seguimos preguntándonos por qué hay tanto viejo cascarrabias, sin advertir lo complejo que resulta mantener el humor cuando tu cuerpo se desmorona sin remedio.
Pero el alma y los huesos llevan ritmos diferentes, se puede ser un
treintañero amargado que acarrea un lastre como de ochenta años, o un abuelo que sigue sintiendo su corazón joven, aún a riesgo de que le digan que ya no está en edad o que resulta ridículo negar la evidencia, claro, eso decimos hasta que nos llega.
Nos aferramos a este valle de lágrimas tratando de obviar el porvenir, sin hablar de la muerte porque es de mal gusto, ni de la enfermedad para no parecer morbosos. No lo hablamos pero lo pensamos, dejando el terror latente.
Según últimos datos del INE, actualmente las personas mayores de sesenta y cinco años en España suponen cerca del 17% de la población, mientras que en el 2020 se da la proyección de que alcancen la cifra de 9.345.955 de personas.
Nuestro país envejece a pasos agigantados, y eso se ve, cualquier día entre semana, a partir de las diez de la mañana, en las plazas de nuestras ciudades. Y mientras nosotros, los que pertenecemos en ese gran saco de los menores de sesenta y cinco, luchamos contra lo inevitable.
La SEMAL (Sociedad Española de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad) afirma que la demanda de
Medicina Antienvejecimiento va en aumento, teniendo esta disciplina su base en seis pilares: dieta, ejercicio físico, control del estrés, administración de suplementos nutricionales, reemplazo hormonal y cirugía estética.
Y es cierto que hay muchos, más de lo que parece, que buscan estos pilares para sustentar su pasajera condición. Por ello existen estudios como los realizados por el Barómetro Cosmobelleza 2011, informe que anualmente evalúa los hábitos de los españoles ante el uso de servicios de belleza y bienestar, que revelan que en los últimos 5 años los españoles han incrementado el consumo en estética en un 70%.
Nos gastamos 42 millones de euros en cosméticos al año, 12 millones en productos para la caída del cabello, 18 millones más en Viagra, y tampoco continúo porque, como en el caso de los achaques, la lista también sería interminable.
Una de las arduas tareas que nos va a tocar enfrentar es la de saber envejecer dignamente, sin pagar con los demás los dolores propios y, sobre todo, sin perder la esperanza.
Gracias a Dios, no somos lo que hacemos, como muchos nos quieren hacer creer, sí hay vida después de la jubilación. Un nuevo horizonte, no para dejarse morir, sino para hacer todo aquello que nunca se pudo, por falta de tiempo o dinero, y que podremos hacer mientras nos duren las fuerzas.
Siendo que la mayor fuerza es la mental, ojala la actitud de anhelar crecer y aprender no se nos agote con los años, porque hace falta mucho tiempo para darse cuenta de que en realidad no somos nadie y nada sabemos.
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