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¿Quién es Orfila Bardesio? (2)
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Orfila Bardesio: Fecundidad del Encuentro

“Pienso que la Poesía no es el Mar. Pienso que la Poesía no es el Aire. No es la Tierra. Es el Fuego. Sí, Fuego, como toda la Creación, como el Universo”.
POR EL ÚLTIMO ADÁN AUTOR Alfredo Pérez Alencart 23 DE MARZO DE 2012 23:00 h

A ORILLAS DEL OLIMAR
El de Orfila Bardesio no es un rostro fugitivo. Cierto que su voz más cuajada habla a retazos, desnudando visiones sin empalago o velándolas con ajustada virtud. Pero, como decía, unas formas se esparcen en el silencio, allá por Treinta y Tres. ¿Sombra en la sombra? ¿Oración por la herencia del Padre y por el soplo del Hijo. Un brindis propone al Ciervo radiante, al del necesario Encuentro:

UNA SOLA COPA
No dos copas,
una sola:
un vino rojo,
y otro, de oro,
los dos en una sola.

Allí estuvo, a orillas del Olimar; allí está Orfila Bardesio, con su decir pausado: “Toda yo estaba comprometida en la dicha del encuentro con esos encantos, como alguien que sostiene sobre el cuerpo desnudo un traje de luciérnagas iridiscentes en noche plena.A la dicha sensible y concreta, que sugiere (lo que no dice), creía yo que se reducía la aventura ceñida en un poema”. Por entonces compuso un texto que la sitúa tal y como yo la estoy vislumbrando ahora, ajena al lugar donde llevan a enterrar su cuerpo; transparente en su no saber si es verdad que ya no vive. “El río” fue publicado en 1971 y está dedicado a Jorge Luis Borges:

EL RÍO
Ignora qué leopardos o qué olivos
colaboraron en su número de llamas.
En qué oscuras entrañas
se levantaron sus orígenes del musgo.
En qué fecha de álamos se movieron los labios
de su continuo nacimiento.
—Su nacimiento no ha cesado nunca.—
Es extraña a sus manos y a sus huesos,
extraña a lascolumnas de sus piernas.
—Entre ellas, reina amistad de compañeros,
su respetuoso amor las vuelve
cada vez más desconocidas.—
Extraña es la viajera que entró en su rostrolejano.
Conducida por guías al más seguro sitio
se ha perdido en un arpa de hojas.
Ignora a dónde van los coches de su entierro
y si realmente ha muerto.
Si los carruajes llevan sus ojos a la visión
o solo el peso de desiertos,
bruscamente aumentados.
Desnuda,ni la delgada línea de un cabello
la separa de remotas estrellas.
—Su geografía gasta fronteras con golondrinas.—
Su vigilia es quemar alrededores.
Su trabajo es salir, es correr.
Su profesión es la de un río
que no quiere consuelo.
No hay tesoro que pueda detenerla.

Y así como sucedió con el esposo de Orfila, según Julio da Rosa (“con solo haber bebido agua de nuestro Río, Julio Fernández se olimarizó para siempre”), así está sucediendo con la Dama de las esencias multiplicantes. Ella está anegada por la última ribera donde hoy despierta soñante. Julio y Orfila, poetas ambos y ambos de Montevideo, se habían casado en 1952. El padre de Orfila les ayudó para abrir una librería, en la creencia que poesía y comercio podían empatizar hasta el extremo de ser rentables. Pero el empeño resultó un fracaso. Gracias a esta batalla perdida, ambos ganaron la guerra, es decir, concursaron y ganaron sus plazas para ser profesores de enseñanza secundaria. Orfila para literatura, y Julio para dar lecciones del idioma español. El destino primero y final: la capital del departamento llamado Treinta y Tres. Y allí fueron los esposos, acompañados de sus primeros hijos, Gabriel y Cecilia. Y allí nacieron José Ignacio y Pablo Esteban.

SOLA, CON SU DIOS
El médico Alfredo Cáceres, esposo de esa otra excepcional poeta uruguaya llamada Esther de Cáceres, fue muy amigo de la pareja, visitándolos de tiempo en tiempo en la ciudad donde fijaron su larga residencia. Esto lo cuenta Orfila a Luis Bravo, en el libro Nómades y prófugos: “El trabajo de los sentidos es como una puerta abierta por la que se accede a otros mundos, y vas abriendo esas perspectivas misteriosas también a los que te leen. Al respecto de esto Cáceres siempre decía que me veía sola, “sí, sí, sola con su Dios”. La causa terrena tiene su realidad y tiene su misterio. En soledad con Dios resultan fructíferas las Anunciaciones del bien gozoso que representa estar en Poesía, ardiendo de luz en luz, no obstante la pluralidad de quehaceres cotidianos, de vicisitudes que con insistencia se presentan en la órbita laboral y familiar.

Ya entonces la Poeta hablaba a solas con su Dios, como bien percibió el lúcido visitante. Orfila completa la panorámica: “Él a veces venía y se sentaba cerca del aljibe, allá en Treinta y Tres, donde vivíamos, y yo le contaba lo que me pasaba. ‘Yo creo, yo creo, contame’, me decía. Sin ese ángel no sé si hubiera podido seguir…”. Desde que Lo conoció, toda su existencia habló con Él. Cincuenta años después de sus charlas a orillas del Olimar, y en su poemario de 2009, Orfila recapitula tales experiencias de proximidad con el Creador. Y también vuelve a utilizar un lenguaje entendible por todos, explicativo de lo que significa estar entregado a las Visitaciones del Señor, pero buscando aclarar ciertos interrogantes que prosperan en el cotidiano existir humano. Selecciono tres composiciones que evidencian, a manera de diálogos, tal relación de Verdad:

NOSOTROS
...¿Y que será/ de nuestra vida/ después de ésta?/ En las noches/ sin número/ que sobre la Tierra/ transcurran,/ cuando entre miles,/ se nos diga:/ “¿recuerdas aquella vez/ en que me diste/ gracias por el mundo?”/ “Rodeado por sonidos ensordecedores vino a mí/ una brisa suave/ que curaba heridas.”/ “En medio de los ruidos te animabas/ a creer que te oía.”/ “Pronunciabas palabras/ como si yo estuviera cerca.”/ “Y me hablabas,/ hablabas con tu Dios./ Orfila./ hablabas con el que te había creado/ en el vientre/ de tu madre:”/ “Vencías el miedo/ a ser juzgada/ como niña/ que confía/ en el padre.”/ “Se ponían mansas/ las cosas y dormías tranquila.”/ “¿Recuerdas que hablabas/ con mi Madre/ en noche alta/ cruzando leguas/ de distancia/ con cincuenta y cinco/ semillas de azucena/ encadenadas en coro?”/ “Y ahora te digo:/ ven conmigo/ porque en mi Ser creíste.”/ “No olvides esa humilde audacia/ en los siglos que faltan/ para que vuelva”./ —“Y como otra posesión tuya/ no podemos tener,/ danos por fin,/ nuestro ser/ en tu Ser.”

PALABRAS
¿Qué podría decir/ un ser humano/ a su Dios?/ Decirle, por ejemplo:/ “Descansa un poco/ de tus trabajos innumerables”./ —“Recuéstate en mi almohada”./ "Cierra los ojos a lo difícil./ —Ábrelos a lo posible/ como a las estaciones/ y a los planetas/ que te obedecen.”/ "Puedes tomar agua fresca/ de mi vaso,/ si tuvieras sed./ Cubrirte con el saco/ de lana tejido/ por mi hermana/ María Julia,/ si tuvieras frío.”/ ¿Qué número de zapatos/ estarías calzando últimamente/ si ya los hubieran/ inventado?/ "Tal vez te resultaran/ abrigados unos/ como los que tengo puestos".../ ¡Pero me/ olvido de tantas cosas!/ Perdona/ que tenga una relación/ tan pobre contigo.

PREGUNTAS
¿Qué quiere Dios decir/ dándonos una existencia/ que no pedimos?/—¿Para que lo conozcamos?/ —¿Para que lo veamos/ con estos,/ —los ojos de nuestra cara?—/ —¿Para amar a los otros/ como Él nos ama?/—¿Vivir es la oportunidad/ que se nos da/ para sentir amor/ por los demás? —¿Se trata del amor,/ -no de la vida/ de inteligencia/ y de sabiduría?.—/ —Dice San Juan/ que Él es el Amor.—/ —¿Se trata de que venga/ con nosotros/ y vaya por el mundo/ en nosotros?/ ¿Es para que seamos/
como Él, que somos?/ —Se nos dio el ser/ sin que lo quisiéramos,/ como sedientos/
que encuentran agua,/ y la beben/ sinhaberla buscado, / —Nuestra existencia/ es nuestra? —¿esun regalo suyo/ nuestra vida?/ —¿Para que nos la ha dado?/ —La sorbemos/ como recién nacidos/ el seno de su madre/ succionando./ —Para vivir./ —¿Sólo para vivir, vivimos?//Si Él quisiera respondernos,/ vendrían ángeles/ a sostenernos./ Pero sólo se escucha/ su silencio.../ —Para que no tengamos/ miedo de sus ángeles.

PROSA Y VERSO EN LA REVISTA ALFAR
En la primera parte comenté que el acceso iniciático que tuve a los textos de Orfila Bardesio, fue a través de la revista dirigida por Susana Soca. Pero luego también repasé las páginas de la revista Alfar, de calidad rotunda y dirigida por Julio Casal. De ellos elijo dos textos publicados en números que circundan el año cincuenta. Así, el poema apareció en el número 87, correspondiente a 1948.

EL HUÉSPED
Así como de pez o de jardín
el hombre no se entera,
nadie se enterará de mí.
Tú que dices mi nombre sin miedo,
desconfía del ruido.
Desconfía de rojas.
Escucha mi columna solitaria.
Oh tú que me tuviste como el tallo a la flor,
contempla cómo crecen las leguas
en las manos más próximas.
Levanta hasta el peligro la costumbre.
Lejos, como un dios me quedó
cuando te dije palabras.
Desconocida es la que confundes conmigo.
Desconocida la que frecuenta tus cenas.
Desconocida la familia a tu deseo.
Desde animales arrollados trae un país extraño.
Los días miden, -y las cosas,- los espacios
que la separan de su vida.
y la muerte vacila en encontrarla
porque al nacer la dividieron
como al eco de la voz.
Su vida se murió entre circunstancias.
Muerta de nacimiento era la que te sonreía.
Para que estuvieras tranquilo.
Ella estaba en la danza, no en la pierna.
Recuerda el hueco de sus pies
en tus umbrales, aquello que se fue
cuando ella apareció bruscamente en la puerta.
Y busca en tu memoria la dirección de ese viento.
Busca el mapa del lugar sin espacio
que ocupaba la que a tu lado vivió.
Comprueba que no hay barcos
para la isla de su forma.

El texto en prosa, explicativo de su entendimiento y práctica poética, apareció en el número 89, del año1951. De dicho ensayo, con acierto titulado “Diálogo con mi poesía”, extraigo el presente fragmento: “No hay poeta que no se desvele por dar su obra con riesgo. El poeta sabe del Océano, lo que el Océano no sabe de sí mismo. Sabe del Aire lo que el Aire no sabe de sí mismo. Sabe de la Tierra, lo que la Tierra no sabe de sí misma. Es tan grande la vida que posee, que ella no puede disminuir sin que él muera, Gloria de tener tanta vida! ¡Gloria!... Pero a la vez... ¡terrible responsabilidad! No hay una sola acción, ni el movimiento de un músculo, que no deba ser digno del Fuego que lleva. Y este fuego se apaga, si el hombre del poeta, traiciona al poeta. Por eso, su vida, entra en la Gran Vía de la Vida, cuyas reglas se confunden con las del santo. Vida de poeta es vida de santo. Los poetas saben terriblemente, como lo santos, los infinitos tormentos de la aridez del rapto de su don, cuando se ha faltado a él. Saben de la penitencia en el desierto, de las grandes sequías del alma, de las silenciosas lágrimas, y del velatorio de criaturas muertas por su culpa, cadáveres amados, que la crítica fría desmenuza”.

DOS PORCIONES DEL CIERVO RADIANTE
Y si en la primera entrega seleccioné poemas del libro El ciervo radiante, vinculados a los vástagos de Orfila, ahora ofrezco otras dos porciones. “El Cordero” está dedicado a Jean Supervielle, mientras que “El ciervo victorioso” resulta una muestra de admiración al genial Francisco de Quevedo y, específicamente, a su célebre soneto “Amor constante más allá de la muerte”. Aquí Orfila conjuga amor humano con la inmensa querencia divina, ya explicitada en múltiples ocasiones. Porque somos carne y espíritu, cerebro y plenitud de anhelos, también del gozo. Ella dice:“Después aprendí la sensualidad fabulosa que hay en El cantar de los cantares, en Sor Juana. Y valoro cada vez más la sensualidad. Por ese camino entro”. Atendamos a los textos:

EL CORDERO
Lloro por el cordero
celebrando su fiesta
rizada de caliente espuma,
que alarga en un sonido
extremo de violín su inocencia
y prueba en mansedumbre
su intensidad sostenida;
que alcanza el fulgor
blanco de la vida como si fuera nieve
de la sangre sobre la inmensidad de la pradera,
y cuando, como rey
entra en su casa
de flor animal indefensa,
en pararrayos de la muerte se convierte.

EL CIERVO VICTORIOSO
¿Dónde la sangre, —una espada con alas,— del ciervo victorioso cuando hiende las sombras, se derrama?,/ ¿dónde el bronce bruñido de sus patas/ da un enérgico salto?,/ la piel de su cuerpo,/ como el cobre líquido,/ ¿en dónde se desliza?,/ y el oro de sus huesos,/ ¿en dónde se sustenta?,/ sus viriles sudores/ como campanas agitadas,/
¿dónde suenan?,/ ¿y de sus ojos, los musicales rayos?,/ ¿su olfato penetrante/ en dónde enciende el faro?,/ ¿en dónde atienden sus orejas/ el brioso violín de la pradera?;/ sensible al movimiento como un mimbre,/ pronto al espacio como un arco tenso,/
y como viento en llamas su carrera,/ la vida, ¿a dónde lleva/ el pez que salta/ sobre olvidos grises?;/ —matando a la muerte/ con humilde muerte,—/ ¿dónde hace de su derrota la victoria —En el instante eterno en que el amor se quema.

DIESICÉIS ODAS Y UNA CANCIÓN
Escrito en Montevideo en 2001, este cuaderno o breve libro no pudo imprimirse en papel por distintos olvidos o retrasos editoriales, de los que mucho conoce Héctor Rosales, poeta entusiasmado por la grande creación de Orfila. Finalmente, sus gestiones condujeron hasta el corazón de Blanca Mateos, quien maquetó y ‘subió’ a la Red Dieciséisodas y una canción (Palabra Virtual, México-Barcelona, 2005). Me extendería demasiado analizando estos magníficos poemas que la autora quiso denominar odas (la canción se publicó en papel, dentro del libro La canción de la tierra, 2009). Mejor captemos su voraz y envolvente amor a Cristo. Para ello elegido cinco muestras, donde se percibe cierta mixtura en su lenguaje poético, claridad y veladura coexistiendo al unísono en le mismo cuerpo del poema:

ODA PRIMERA
Canto a los agujeros
en los pies y en las manos
del hombre
que colgaron en un leño,
a la herida por gusto
labrada en su costado,
a su carne rayada
por azotes como una piel de cebra
en donde viborea
sangre seca,
a sus ojos cegados por el llanto,
a su cabeza hendida
por espinas de donde cuelgan
como adornos
estalactitas duras de saliva,
canto al gusto a vinagre
que le quema la lengua,
y pende, de su boca
como badajo
que la sed golpea.


ODA SEGUNDA
Canto al número cero,/canto al signo de menos,/ canto al momento eterno/en que el cordero/entra al matadero/sin resistir a los verdugos/y la mano derecha/ recibe el cayado de caña,/en que la espalda siente/derramarse el violeta/como lluvia de lepra/y en la mejilla/arde el calor/de la primera bofetada,/ canto/ a las veces calientes/en que cae como un tonto/que no intenta defensa,/ y ya en el colmo de la inerciapide perdónpara el que juzga indignasu existencia, y le arrojala muerte a la caracomo una naranja putrefacta,/canto al pecho en donde brama/el grito: “¡Padre!, ¿por qué me has abandonado?”.

ODA TERCERA
Al mediodía, entre margaritas,/sentada en piedras lisas,/nombro a la bruja,/la vida no vivida/de la mujer amarga,/ limpios objetos como rejas la cercan,/ un pulcro olor a nada/respiran sus pulmones,/ hunde el pico de buitre/ en la carne más tierna,/el desierto le seca la piel,/-las tijeras, la suerte, el criterio, las moscas,/ el horóscopo, el polvo, las cuentas,-/le dan vuelo a la escoba/ que la eleva sobre el género humano,/el vacío le llena las vísceras,/los ojos de vidrio le detienen la cara,/el miedo metaliza el calor de su vientre,/ un arenal estéril deja sus senos huecos,/ se abraza a la malicia/ como a un escudo antiguo/y la honra es el líquido/con que lustra su muerte,/sentada en una olla/teje un invierno eterno/para abrigar sus gatos/en la rueca oxidada/que agoniza en su pieza,/la vida es su mortaja,/y cuando anda pasa el viento,/a la luz de relámpago/de una dicha prohibida/contempla en el espejo/ a la bella figura del triunfo/y adorna con su risa/ abierta en carcajada los grises de sus trajes/de donde llueven cenizas frías,/en el laboratorio de su mente/ ocurren los destinos,/en el sitial del juicio/tiene siempre la última palabra,/como los dientes de una máquina de calcular/mastican los papeles, así persigue ella/ a la inocencia como a una liebre arisca,/en mil glorias redondas/le estallan los ciruelos, ella suelta sus galgos/ para atraparlos,/ el sol le desemboca en la ventana,/ ella le derrama la noche por encima/ para que vuelva al otro día,/ sobre su mesa humean los manjares/que en celosos roperos/ para mañana guardan/sus dedos flacos,/ eleva como a Dios/al diablo sus plegarias,/ por el miedo al amor/ congeladala encierra su ataúd,el corazón clamandobajo el dolor secretode la vida que no pudo vivir.

ODA CUARTA
Temblor que confía/cuando la nada eleva su muralla,/rosa que da su seno a las avispas,/riesgo que cruza la tormenta/aunque el barco se hunda,/ como una gaviota solitaria,/plumas que vuelan en el aire violento,/pañuelo que se agita en el muelle brumoso/cuando todos se han ido/y la inevitable madrugada/repite como siempre/sus soledades de campanas grises,/ mano olvidada del mendigo/ que quiere dar hasta los huesos/y vuelve con su oro sin destino,/pradera que arrugaron las sequías/y desde abajo impulsa manantiales,/ niño que acaricia las fieras,/ corazón atrevido que se anima/ a latir en el desierto,/vaso de agua que se ofrece al sediento homicida/ en el instante en que derrama/la vida de la presa,/lazarillo del loco, lluvia fresca/en las ramas vacías, flor/que perfuma entre los números,/pelícano entre horas y bocinas,/libro del ciego, estrella que la noche/no siente ni conoce, estío en el invierno,/fuego que los leños desprecian/ y no encienden, escalera que invita/ y las piernas no suben,/llama que a nadie abriga sin peligro,/Magdalena a los pies de Jesucristo,/-espanto de Simón, el fariseo,-/ enemigo que roba la vida,/amor,/ que tiene nombre de locura.

ODA OCTAVA
Cuando suenan campanas de Pascua/y el cirio de la aurora/ ha vencido a la noche,/se escuchan palabras de condenación./ Cuando los ángeles amables/ sonríen suavemente,/en los oídos se hunden/las afiladas garras de una maldición./Cuando sobre el prado/ se extiende el gracioso verdor del avenal,/cruzan de pronto carruajes nocturnos,/y en el dulce frescor/hincan avispas sus agujas./Cuando curados de una torpe nada/ baja el cielo a la tierra/ como al ciervo la ágil carrera,/disparan contra el naciente corazón/flechas de penas antiguas/ que la hoguera del amor infinito/ había incendiado ya./Cuando coros bendicen el traje/de la augusta paciencia,/ una sombra humillada de no ser luz,/ proclama que su tejido es falso,/y celosa, la expulsa de la casa,/con su sangre decorada.

EL AMOR, LA RAZÓN DEL MUNDO
Vuelta a los últimos tiempos de su existencia. Vuelta a la diafanidad expresiva que quiso legar a quienes no podían desencriptar sus mensajes. Aquí selecciono un breve poemita que contiene las dos leyes principales que legó Cristo: el amor a Dios (demostrarle agradecimiento por la vida, hacerle peticiones); y el amar al prójimo como a uno mismo (irradiando querencias es como (irradiando querencias es como podemos hacer razonable la vida en la tierra). Gocemos de esta sencillez no perecedera:

ORACIÓN
—¿Quieres pedirle algo
al que nos salpica
con agua del día?
—Tal vez le complazca
la gratitud que sube
del corazón naciente;
tal vez para tender
un puente
seamos llamados;
tal vez para que amemos
somos amados,
y el amor sea
la razón del mundo.

Años atrás habló también del Amor ardiente que fluye del magma poético: “Pienso que la Poesía no es el Mar. Pienso que la Poesía no es el Aire. No es la Tierra. Es el Fuego. Sí, Fuego, como toda la Creación, como el Universo. En el principio de la Poesía fue el fuego. Pienso que es un Amor ardiente. Una luz intensa, no de fuera, sale afuera, ilumina, quema ciertos objetos, con un arrebato que no puede sostenerse mucho tiempo”. El amor es, en definitiva, “una luz de fruto” para mostrarse ante sus hermanos (creyentes en la fe cristiana y en la fe poética), mientras “resplandecen aves por el cielo”, tal y como concluyen los versos finales del siguiente texto:

LA MEMORIA
La historia no registra el pan crucificado,
el rey sin arcoiris, los niños, de colores,
quebrados por el crimen,
batallas de encinares
contra el acero enemigo,
las hormigas vencidas por el peso.
No registra la nave
que arrastra su deriva
en aguas extensas
sin encontrar el puerto
que los mapas aseguran,
no registra las águilas perdidas
en el humo sin luz,
la catedral secreta de los pobres
solo de llanto adornada.
Porque la historia
es la memoria del Olvido.
En el silencio de la tierra los metales
se mueven al ritmo de un corazón
de llamas no escuchadas:
cuando desprende una hoja sonora
en las semillas empiezas cipreses,
el musgo guarda sus número
con igual cuidado que la profundidad
a los abismos.
Bajo las risas,
los siglos, las burlas.
Cuando caen sus heridas,
el mar escribe libros en el mundo.
Cuando su voz levanta llamados
a los que responden desiertos,
todos los ciervos muerden hierba.
Cuando, para nadie, corren sus lágrimas
por las soledades,
la pesantez se arrepiente en los cuerpos,
se celebra una fiesta: el aire.
Cuando, como si nada hubiera pasado,
sonríe a sus hermanos con luz de fruto,
resplandecen aves en el cielo.

POR EL CALDERO DEL ENIGMA
Vamos mostrando algunas rebañaduras a la obra escrita por Orfila Bardesio, algo de su pentagrama terrestre sobrepujando odas infinitas. Del nidal empollado por ella es posible hacer nuevas e innúmeras incubaciones. Ella misma se sorprendía de cómo poemas suyos, de épocas anteriores, parecían solicitarle reescrituras u otras dimensiones. Aquí su testimonio: “El nuevo sentido de los versos ‘ya logrados’ y publicados en libro, se me revelaba con la misma intensidad, aunque con otra luz, que cuando fueron creados de modo que ese conocimiento integraba su estructura; yo no sabía precisar todavía de qué manera ni con qué fin creador ocurría eso. Como si su formación tuviera un ritmo de dos tiempos: uno hacia atrás y otro hacia adelante de ellos. La fuerza creadora de esta estela nueva tenía para mí una carga de asombro parecida al instante de nacer el poema, de modo que no me previne contra ella, y esperé, como si ese poema contuviera en sí el secreto de algo sucesivamente más grande y más fuerte que expresar a partir de él”.

No es una lágrima la que ahora escribo: es un estado del alma. Universo y corazón encienden el anhelo espiritual de ir ‘descubriendo’ la anunciación de Poesía que nos donó Orfila. Ella, la soledosa, tejió unas finísimas palabras, a modo de despedida. Fue en junio de 2009. Para octubre ya había emprendido su orquestal periplo:

EL TEJIDO
Ahora
que estoy
tejiendo,
los puntos
me salen
de la sangre
y de los ojos,
los números.

Ahora
que estoy
tejiendo, veo
el tiempo
dar pasos
inevitables
en las carreras,
sola,
por sus relojes
sometida
más que las aves
y los peces,
voy con lágrimas
y nadie se da cuenta
que el tejido
mide mis horas
y son pájaros
de mi vida:
lo que les doy.


(*) El próximo domingo habrá una entrega final sobre la obra de Orfila Bardesio.
 

 


2
COMENTARIOS

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Respondiendo a

Rosa Fernández
28/03/2012
08:29 h
2
 
Gracias por hacernos conocer a esta secreta poeta cristiana. Brindo por ella con esa única copa que sacia toda sed.
 
Respondiendo a Rosa Fernández

Carlos Adriano Tarantini, de Corrientes,Argentina.
26/03/2012
16:28 h
1
 
Sosegada y profundamente espiritual esta poesía cuyo alto sitial proviene de su cercanía con Jesús y con Juan de Patmos. Enhorabuena por estos trabajos de divulgación de poetas cristianos merecedores de mejor estima.
 



 
 
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