De la crítica al dominio de la Iglesia católica en México en el siglo XIX, a partir de la quinta década de esa centuria algunos grupos van más allá e inician comunidades protestantes. En tales intentos confluyen ideas y personajes que han sido oscurecidos por el desconocimiento histórico, lo que ha llevado a casi olvidarles como precursores del amplio abanico protestante/evangélico emergente en la década de los años setenta del siglo XIX.
No con la misma fuerza que el liberalismo político, pero se fue gestando en México un liberalismo religioso en la década de los cincuenta del siglo XIX. Una manifestación clara de este último fue el grupo de los Padres constitucionalistas. Fueron sacerdotes católicos que se organizaron en 1854, y su movimiento se caracterizó por ser “reformista intracatólico, nacionalista y antirromanista”.
[i] Los Padres constitucionalistas hicieron activismo e favor de la Constitución liberal de 1857, en cuyas sesiones se deliberó acaloradamente sobre la libertad de cultos, pero que finalmente no fue aprobada como pugnaban los liberales radicales.
[ii]
Con el fin de solicitar apoyo externo a los esfuerzos internos que los Padres constitucionalistas realizaban para impulsar núcleos no católico romanos, en 1862 y 1863 viajan a Nueva York “los sacerdotes [Francisco] Domínguez, [Rafael] Díaz Martínez y [Juan N. Enríquez] Orestes […] para ponerse en contacto con las autoridades de la Iglesia Episcopal”.
[iii] En 1864 el sacerdote Manuel Aguilar Bermúdez y el representante de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, John W. Butler, entre otros, inician reuniones de carácter evangélico en la ciudad de México, “en los bajos de la casa núm. 21 de la calle de San José del Real”.
[iv]
Como resultado de las gestiones de la delegación de los Padres constitucionalistas que viaja a Nueva York, visita la ciudad de México en 1864E. G. Nicholson enviado por el
Foreign Comitte of the Board of Missions of the American Episcopal Church.
Durante su estancia de algunos meses en la capital del país, Nicholson coadyuva para conformar la Sociedad Católica Apostólica Mexicana. Al regresar a Nueva York, Nicholson informa entusiastamente de la vitalidad de núcleo liderado por Aguilar Bermúdez:
La causa de la Iglesia reformada ha penetrado profundamente en las mentes y corazones de mucha gente, y si es dirigida con inteligencia será un éxito. Todos los hombres buenos e inteligentes nos tratan con respeto y alegría al conocer nuestros trabajos y propósitos. El trabajo abierto por nuestra iglesia es muy prometedor… Nosotros creemos que una adoración espiritual y racional de nuestro Salvador suplantará definitivamente las formas paganas de adoración que están en boga en México, y que una verdadera Iglesia Católica Apostólica y Mexicana se moldeará frente a nosotros compensando los sacrificios de los trabajadores y será bendición para toda la gente de esta tierra.
[v]
Entre 1864 y 1867 el grupo tiene reuniones a las que los interesados llegan mediante invitación de alguno de los integrantes de la célula. Es decir, no propagandizan abiertamente la existencia del núcleo, aunque tampoco es un grupo cerrado y secreto. Más bien mantienen un perfil bajo, en espera de fortalecerse para proyectarse hacia fuera. En 1867 muere Aguilar Bermúdez, y es sustituido en el liderazgo por Rafael Díaz Martínez y Sóstenes Juárez.
En 1868 la agrupación se anuncia en los periódicos con el fin de dar a conocer la existencia de sus actividades. Es así que, por ejemplo, en uno de los diarios más importantes aparece el siguiente aviso: “El Comité de la Sociedad Evangélica invita a sus amigos, a que concurran al culto reformado, que todos los domingos se practicará en la casa núm. 21, calle de San José el Real”.
[vi] A partir de entonces el núcleo gana presencia pública y se agregan a él conversos y simpatizantes.
Paulatinamente va ganando el liderazgo Sóstenes Juárez, anteriormente liberal y masón, decidido partidario de Benito Juárez y su férrea lucha contra la intervención francesa. Sóstenes fue combatiente contra esa intervención y alcanzó el gado de mayor en el ejército juarista.
[vii] Pocos años después se articularía al trabajo de los misioneros metodistas, conectando a estos con la red de congregaciones que le reconocían a él como líder.
Es Sóstenes Juárez quien hace llegar a El Constitucional un comunicado en el que deja clara la existencia de la Sociedad Evangélica de México. Informa que “ya es un hecho práctico la libertad de cultos entre nosotros, y que está operándose entre nosotros, por este medio, el alejamiento de la antipatías nacionales que tantos males ha producido en lo social”. Dicho lo anterior reproduce el acta donde quedó asentado que el 15 de agosto de 1868 en el seno del grupo “fue presentado un niño, hijo del Sr. D. Geo. M. Zinser y de la Sra. Da. Luisa Zinser, nata en Klockenbring, pidiendo a su nombre que en el seno de esta iglesia cristiana sea bautizado conforme a lo instituido por Nuestro Señor Jesucristo. Acto continuo, después de haber leído la Sagrada Escritura para instrucción de los presentes, en la parte referente al acto fue bautizado el niño en el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo, recibiendo en la frente agua pura, y llevando los nombres de Jorge Alberto, habiendo sido registrado antes, según las leyes de Reforma, en el juzgado civil número 1; ceremonia que se practicó por el C. Sóstenes Juárez, comisionado para este acto […]”.
[viii]
Un testimonio muy importante para conocer la posición de Sóstenes Juárez en el núcleo protestante de San José del Real, es el de Arcadio Morales. Nace en la ciudad de México el 12 de enero de 1850, sus padres fueron Bartolo Morales y Felipa Escalona. Alos trece años Arcadio, por estímulo de su progenitora, inicia la lectura de la Biblia. El 26 de enero de 18969, enviado por su madre, asiste al lugar donde se efectuaban los cultos protestantes. De esa ocasión deja evidencia escrita:
El templo quedaba en el fondo de unos callejones tortuosos, oscuros, en el tercer piso de la casa mencionada […] me acompañaban el señor Luis Ortega, amigo mío y el señor Julián Rodríguez, que en paz goce, y que era el que se había empeñado en llevarme a su culto. Por fin llegamos a la capilla, y cual no sería mi sorpresa al encontrarme en una sala casi hermosa, limpia y bien alumbrada, como que era nada menos que la biblioteca de los padres filipinos, pues todo aquel edificio había pertenecido al convento de los jesuitas de la Profesa,[ix] que por virtud de las Leyes de Reforma había sido secularizado.
Allí se hallaban reunidos como unos veinte individuos pertenecientes a la clase humilde del pueblo; campesinos y obreros todos; no había ni una sola señora ni un niño; pero, los hombres que se hallaban allí era muy devotos y reverentes. El señor Sóstenes Juárez, profesor, era el pastor de aquel rebaño, y en aquella noche tenía como ayudante al señor Coronel Lauro González, quien leía la fórmula bautismal. Cuando el señor González leyó el capítulo tercero del Evangelio de San Mateo, me pareció al momento reconocer a un antiguo amigo mío, un viejo conocido que, al oírlo me llenaba de placer. Al concluir el culto fuimos presentados al pastor y su ayudante, quienes nos invitaron a volver. Al salir de la capilla pregunté al señor Rodríguez: “Este es el culto protestante. Sí, señor, me contestó. ¿Nada más? Nada más leer las Escrituras sagradas, hacer oración y explicar sencillamente el Evangelio. Entonces, dije para mí, yo he sido protestante hace mucho tiempo. ¡Qué equivocado estaba!”
[x]
Hacia mediados de 1869 la prensa consigna el papel preponderante que tenía Sóstenes Juárez en la propagación del naciente protestantismo mexicano. Una nota periodística menciona que el credo “gana terreno aquí, que hay congregaciones evangélicas en Miraflores, Amecameca, Zoyatzingo, Ozumba, Ayapango y Cuautla; que todas estas congregaciones se han organizado por los esfuerzos de D. Sóstenes Juárez, conforme al plan de la que existe en la calle de San José el Real núm. 21, y de la cual es presidente dicho señor; y que hay todavía en esta capital otras congregaciones protestantes, además de estas”.
[xi] Representantes de congregaciones evangélicas de los mencionados lugares tuvieron una reunión en San José del Real,
[xii] y dado el liderazgo de Sóstenes Juárez en ese lugar es muy probable que él haya presidido las deliberaciones.
La primera reunión general de las comunidades evangélicas en la ciudad de México y entidades aledañas, “viene a mostrar la incipiente organización de los protestantes, que aun antes de la llegada oficial de las misiones [extranjeras] ya había dado algunos pasos firmes en la construcción de la nueva religión en México”.
[xiii]
La Sociedad Evangélica de San José del Real muda el domicilio de sus actividades en la ciudad de México al callejón de Betlemitas hacia principios del último tercio de 1869.
[xiv] El nuevo lugar era más amplio, y por ello representa un avance más en el ensanchamiento del grupo, que, como hemos visto, se estaba expandiendo a poblaciones en otras zonas de la República mexicana.
[i] Daniel Kirk Crane,
La formación de una Iglesia mexicana, 1859-1872, tesis de maestría en Estudios Latinoamericanos, UNAM, 1999, p. 47.
[ii] Los pros y contras en la discusión en
Los debates sobre la libertad de creencias, Facultad de Derecho UNAM, México, 1994.
[iii] Abraham Téllez Aguilar,
Proceso de introducción del protestantismo desde la Independencia hasta 1884, Tesis de licenciatura, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras-Colegio de Historia, México, 1989, p. 163.
[iv] La Buena Lid, tomo II, núm. 17, octubre de 1896, p. 4.
[v] Citado por Abraham Téllez,
Op. cit., p. 164.
[vi] El Monitor Republicano, quinta época, año XVIII, núm. 4914, 3 de abril de 1868, p. 3.
[vii] Jean-Pierre Bastian,
Los disidentes: sociedades protestantes y Revolución en México, 1872-1911, Fondo de Cultura Económica, México, 1989, pp. 36 y 57.
[viii] El Constitucional, segunda época, tomo VIII, año V, núm. 1255, p.2.
[ix] El templo se localiza en las actuales calles de Isabel la Católica esquina con Francisco I. Madero.
[x] Arcadio Morales, “Memorias”,
El Faro, 15 de junio de 1947.
[xi] La Iberia, tomo V, núm. 680, 20 de junio de 1869, p. 3.
[xii] The Two Republics, vol. II, núm., 59, 19 de junio de 1869, p. 3.
[xiii] Abraham Téllez,
Op.
cit., p. 170.
[xiv] El Monitor Republicano, quinta época, año XIX, núm. 5389, 9 de octubre de 1869, p. 2.
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