Sonrientes, abrazados,
intentemos encontrarnos,
aunque seamos distintos
como dos gotas de agua.[1]
W.S.
La Academia Sueca la describió como poseedora de la gracia de Mozart y la furia de Beethoven al otorgarle en 1996 el Premio Nobel de Literatura, con todo merecimiento. La poeta polaca Wisława Szymborska falleció el jueves 2 de febrero, aquejada por un cáncer pulmonar, en su casa de Cracovia, adonde permanecía y recibía ocasionalmente a la prensa. Quienes la conocieron daban testimonio de que nada en ella cambió luego del acontecimiento que redondeó su fama en el mundo, pues su trabajo poético hacía tiempo que se había establecido como de los más preclaros del siglo XX.
[2]
Dice un crítico: “El mismo hogar en un piso pequeño de un barrio periférico. No viste mejor que antes, no se ha desprendido de su chal, no se ha teñido el pelo. No utiliza palabras altisonantes. No escribe más que antes. Apenas concede entrevistas…”. Porque esa discreción tan marcada se complementó siempre en su obra con un estilo incisivo, irónico, pero también con agudas observaciones éticas. Nacida un 2 de julio en Bnin, un pueblo del oeste de su país, estudió la literatura de su idioma y sociología en la Universidad Jagellonian, entre 1945 y 1948.
Acaso esos años de posguerra la marcaron también para que su poesía adquiriese el tono de denuncia, pero de una profundidad tan sutil como conmovedora y crítica. Es el caso del poema “La primera foto de Hitler”, en versión de José Emilio Pacheco: “¿Y quién es este muñeco en pañales?/ Pero si es Fito, el hijo de los señores Hitler./ ¿Llegará a ser un gran abogado/ O un tenor en la Ópera de Viena?/ ¿De quién son estas manitas, estos ojitos, esta naricita?/ ¿De quién esta pancita llena de leche?/ Aún nadie sabe si serán de un impresor, un tipógrafo,/ Un médico, un comerciante, un cura./ ¿Hasta dónde llegarán estas divinas piernitas, hasta dónde?/ ¿Llegarán al jardín, a la escuela, a la oficina, al matrimonio/ Tal vez con la hija del alcalde?// […] Chupón, babero, pañal, sonaja,/ Gracias a Dios el nene –Toco madera–/ Está muy sano,/ Un gatito en su sesta,/ Es idéntico a sus papás/ Y a los niños de todos los álbumes familiares./ No no, no vayas a hacer una rabieta ahora. […] El profesor de historia/ Se afloja el cuello duro/ Y bosteza sobre sus apuntes”.
[3]
En su discurso de recepción del Nobel (“El poeta y el mundo”), afirmó:
El poeta contemporáneo es escéptico y desconfía incluso —o más bien principalmente— de sí mismo. Con desgano confiesa públicamente que es poeta -como si se tratara de algo vergonzoso. En estos tiempos bulliciosos es más fácil que admitamos los vicios propios, con tal de causar efectos fuertes; mucho más difícil es reconocer las virtudes, ya que están escondidas más profundamente, y hasta uno mismo no cree tanto en ellas. […][4]
Allí mismo aparecen algunas frases que se han vuelto famosas con el tiempo, pues al referirse a la inspiración poética indagó en la ignorancia con que el poeta bucea dentro de sí mismo. El “yo no sé” sería lo más característico de esta búsqueda:
Yo misma he evadido el asunto cuando me lo han preguntado. Y contesto lo siguiente: la inspiración no es privilegio exclusivo de los poetas ni de los artistas en general. Hay, hubo, habrá siempre un número de personas en quienes de vez en cuando se despierta la inspiración. A este grupo pertenecen los que escogen su trabajo y lo cumplen con amor e imaginación. […] De cada problema resuelto surge un enjambre de nuevas preguntas. La inspiración, cualquier cosa que sea, nace de un perpetuo “no lo sé”. […]
Por lo anterior, estimo altamente estas dos pequeñas palabras: “no sé”'. Pequeñas, pero dotadas de alas para el vuelo. Nos agrandan la vida hasta una dimensión que no cabe en nosotros mismos y hasta el tamaño en el que está suspendida nuestra Tierra diminuta. […]
También el poeta, si es un verdadero poeta, tiene que repetirse perpetuamente ``no sé''. Con cada verso intenta responder, pero en el momento en que pone el punto final, le asaltan las dudas y empieza a advertir que su respuesta es temporal y en ningún caso satisfactoria.
En ese discurso también dio cuenta de su afición al libro bíblico de Eclesiastés y acercó el espíritu de su propio trabajo a la orientación existencial y estética de aquél, discurriendo ampliamente:
A veces fantaseo con situaciones inverosímiles. Me imagino, por ejemplo, en mi osadía, que tengo la oportunidad platicar con Eclesiastés, autor de un lamento estremecedor sobre la vanidad de todas las empresas humanas. Me habría inclinado muy hondamente ante él, ya que es —por lo menos para mí— uno de los poetas más importantes. Pero luego lo habría cogido de la mano: “Nada hay nuevo bajo el sol”, has escrito, Eclesiastés. Sin embargo, Tú mismo has nacido nuevo bajo el sol. Y el poema que has creado también es nuevo bajo el sol, ya que antes de Ti nadie lo había escrito. Y nuevos bajo el sol son tus lectores, puesto que los que vivieron antes que Tú no te podían leer. Y el ciprés, en cuya sombra te sentaste, no crece aquí desde el principio del mundo. Le dio origen otro ciprés, semejante al tuyo, pero no en todo igual. Y además te quisiera preguntar, Eclesiastés, ¿qué desearías escribir, ahora, de nuevo bajo el sol? ¿Algo con qué completar tus ideas, o tal vez tienes la tentación de negar algunas de ellas? En tu poema anterior concebiste también la alegría, y ¿qué hay del hecho de que resulte ser tan pasajera? ¿Tal vez sobre ella va a tratar tu nuevo poema bajo el sol? ¿Tienes ya algunos apuntes o primeros esbozos? Pues no dirás “ya he escrito todo, no tengo nada que añadir”. Esto no lo puede decir ningún poeta, y mucho menos uno tan grande como Tú.
Szymborska finalizó el discurso con unas palabras memorables sobre el talante del lenguaje poético: “Sin embargo, en la lengua de la poesía, donde se pesa cada palabra, ya nada es común. Ninguna piedra y ninguna nube sobre esa piedra. Ningún día y ninguna noche que le suceda. Y sobre todo, ninguna existencia particular en este mundo. Todo indica que los poetas tendrán siempre mucho trabajo”.
[5]
Esta parquedad expresiva deja ver la hondura de su visión y la forma en que se relacionaba con el acto de escribir. Entre sus libros están:
Por eso vivimos (1952),
Llamada al Yeti (1957),
Sal (1962),
Qué alegría más grande (1967),
Si acaso (1972),
Gente en el puente (1988),
El gran número (1976) y
Fin y principio (1993). Antes de su difusión masiva, se conoció algo de su poesía en español gracias a antologías de poesía polaca como las de Krystyna Rodowska y Fernando Presa González.
[6] Luego de la obtención del Nobel, aparecieron tres importantes muestras en España y México:
El gran número. Fin y principio y otros poemas (Hiperión, 1997), editada por Maria Filipowicz y Juan Carlos Vidal;
Paisaje con grano de arena (Lumen, 1997), traducida por Jerzy Skvomirsky y Ana María Moix; y
Poesía no completa (Fondo de Cultura Económica, 2002), traducida por Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia, con prólogo de Elena Poniatowska, quien señala:
Leer un poema es un rito de iniciación en el que el libro desaparece para convertirse en mensajero. La de Szymborska no es una poesía mística; sin embargo, sus poemas tienen la magia de la revelación. Y la de la sonrisa. […]Conocer nuestra esencia es conocer también algo del universo, por eso el poema nos conecta con el dios que cada uno somos. […]
A pesar del Nobel, que la lanzó de cabeza al mundanal ruido, sabe que la muerte es torpe y a veces ni siquiera tiene la fuerza de aplastar una mosca en el aire y son muchos los gusanos que la han abandonado”[7]
Tal vez sea “El odio” uno de sus poemas más representativos, pues es ahí donde proyecta con un “ojo clínico” inusitado su manera de ver el mundo y sus retorcidos caminos. Describe como pocos textos la situación humana de todos los tiempos, la actitud básica con que una buena parte de la humanidad pretende sobrevivir y explica, a su modo, la razón de ser de tanta violencia.
Helo aquí íntegro, en la “aproximación” de Pacheco.
Miren qué vivaz está aún
Y qué bien se conserva
En nuestro siglo el odio.
Con qué facilidad logra vencer
Los mayores obstáculos.
Cuán fácil para él
Lanzarse contra alguien y someterlo.
A diferencia de otros sentimientos
Es al mismo tiempo más joven y más viejo.
Por sí mismo da nacimiento a causas que lo vivifican.
Si duerme su sueño no es eterno.
El insomnio no le quita sino le da fuerzas.
Con o sin religión,
Mientras esté en la carrera;
Patria o tierra de nadie
Mientras siga corriendo.
Al principio le basta la justicia.
Después se acelera en su propio odio.
Odio.
La mueca del éxtasis de amor
Le deforma la cara.
Ay, esos otros sentimientos
Enfermizos y torpes.
¿Desde cuándo importa la fraternidad
Entre la muchedumbre?
¿Alguna vez la compasión cruzó la meta?
¿A cuántos seguidores comanda la duda?
Sólo el odio da órdenes
Porque el odio sabe de qué se trata la cosa.
Hábil y talentoso, gran trabajador.
No hace falta decir
Cuánta canción de guerra nos ha compuesto.
Cuántas páginas de historia ha numerado.
Cuántas alfombras humanas ha extendido
En cuántas plazas y en cuántos estadios.
Seamos honestos:
El odio puede crear belleza.
En la noche profunda maravillan sus fuegos de artificio.
Sus columnas de humo son hermosas
en el alba rosada.
Es difícil negarle patetismo a las ruinas
Y no ver un humorismo procaz
En las gruesas columnas que las dominan.
Es un maestro del contraste
Entre el estruendo y el silencio,
Entre la sangre roja y la nieve blanca.
Sobre todo nunca le aburre
La imagen de un torturador bien arreglado
Ante su víctima deshecha.
Siempre está listo para nuevas tareas.
Si tiene que esperar, espera.
Dicen que el odio es ciego. ¿Ciego?:
Tiene ojos tan agudos como los de un francotirador.
Mira valiente hacia el futuro:
Posee plena confianza.
[1]W. Szymborska, “Nada dos veces”, en
poesía polaca contemporánea.Sel., trads. y notas de Krystyna Rodowska. México, UNAM, s.f. (Material de lectura, poesía moderna, 31), p. 31,
www.materialdelectura.unam.mx/images/stories/pdf5/poesia_polaca-31.pdf. [2]Alondra Flores y Reyes Martínez, “Murió Szymborska; la Academia la comparó con Mozart”, en
La Jornada, 2 de febrero de 2012, p. 3,
www.jornada.unam.mx/2012/02/02/cultura/a03n1cul. [3]J.E. Pacheco, “Wislawa Szymborska (1923-2012): Dos de cada mil”, en
Proceso, núm. 1840, 5 de febrero de 2012,
http://fredalvarez.blogspot.com/2012/02/wislawa-szymborska-por-jose-emilio.html. [4]W. Szymborska, “Discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura”, en
http://sergiomansilla.com/revista/aula/lecturas/articulo_95.shtml. [6]F. Presa González, sel. trad. y ed.,
Poesía polaca contemporánea. Madrid, Rialp, 1994, pp. 77-79.
[7]E. Poniatowska, “Wislawa Szymborska”, en W. Szymborska,
Poesía no completa, pp. 9, 10, 15.
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