Hay dos corrientes de pensamiento que predominan en una sociedad que ha sido influenciada por la fe cristiana, como ciertamente lo es la europea; aunque poco se lo reconozca.
Una, es la que afirma que somos pecadores porque pecamos. El sistema religioso católico romano se funda en este principio, que no es bíblico. De allí que un creyente católico deba vivir pagando su culpa cumpliendo con ritos que lo transforman en un penitente mientras viva.
De acuerdo a esta corriente, si razonásemos por vía del absurdo, podríamos afirmar que si no pecásemos más dejaríamos de ser pecadores. Lo que sigue siendo falso; ya que esa hipótesis ignora que cuando nacemos traemos en nuestro ADN la herencia pecaminosa que nos legó Adán; motivo suficiente para explicar por qué es que todos decaemos y morimos.
Por esa razón, hagamos lo que hagamos para dejar de pecar, o ser “menos pecadores”, no podríamos librarnos del estigma del pecado. Es más, ese esfuerzo –aún hecho de manera voluntaria- es en sí mismo algo que ofende a Dios, pues Él ya hizo en Cristo lo necesario y suficiente para perdonarnos nuestro pecado y capacitarnos para vivir una vida que le agrade.
La otra, es la que afirma que pecamos porque somos pecadores. Esta es una de las bases de fe de las iglesias cristianas reformadas, y está claramente expuesta a lo largo de la Biblia.
Quienes hemos sido alcanzados por la gracia de Dios con el nuevo nacimiento, sabemos que el único que puede convencernos de que nuestra naturaleza de pecado fue la causante del sacrificio de Jesús en la cruz es el Espíritu Santo. Es más, gracias a la Palabra revelada a nosotros por Dios, recibimos a Cristo Jesús –el Verbo encarnado- único que puede hacernos vivir una nueva vida.
En este punto, se hace necesario aclarar que la vida del cristiano no califica como “estilo de vida”; quien ha nacido de nuevo vive una nueva vida, que es la que agrada al Padre.
Por lo expuesto, podríamos concluir diciendo que no debemos confundir responsabilidad con obligación. Puesto que por más que obremos cumpliendo al pie de la letra con nuestras obligaciones, eso sólo no nos hace responsables. Precisamente, Jesús enseña lo opuesto:
“Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos”, Lucas 17:10.
El apóstol Pablo tenía muy en claro esa enseñanza, pues él recomienda que sirvamos a los demás no para quedar bien, sino como quien actúa disfrutando de un inmerecido privilegio:
“no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios”, Efesios 6:6.
Porque la salvación de Cristo nos ha transformado en hijas e hijos de Dios, ahora somos responsables
. Todo lo que hacemos responsablemente es consecuencia de haber ocupado Él nuestro lugar en la cruz, donde cargó nuestro pecado para anular el decreto que nos condenaba. Porque lo hizo de manera voluntaria por amor de nosotros, Jesucristo es nuestro modelo de Responsable Social. Es gracias a Él que nos cambió, que somos agentes de cambio.
Andrés M. Cáceres escribe:
“
Nacemos y vivimos para ser responsables” ¿Puede una persona nacer y vivir responsablemente sin haber conocido a Cristo? Quienes recibimos a Cristo ¿podemos afirmar que hemos nacido y vivimos para seguirle?
“No hay términos medios” Precisamente porque no hay términos medios es que, desde la caída del hombre, al mundo se lo dividió en secular y religioso. De esta forma se entiende que aún en las personas religiosas se descubran faltas seculares. La responsabilidad del creyente es la verdadera responsabilidad, es primeramente la obediencia a Dios, amarle con todo el corazón, las fuerzas, el alma y la mente para recién comprender como actuar en la sociedad con nuestro prójimo, responsablemente.
Una falta es secular, eso quiere decir que si un religioso comete una falta lo hace desde su naturaleza secular. Y esto es para los que están bajo el Nuevo Pacto en la Sangre de Cristo, para que cuando se vean en alguna falta sepan quién es el Único que puede perdonarla y corregirla.
La Responsabilidad ya fue cumplida en la cruz; no esperemos un mundo donde los países gocen de abundancia de recursos sino donde abunde la Gracia, la misma que sostiene los pilares del universo.
Alejandra G. Cerutti escribe:
Responsabilidad social y fe van de la mano siempre. Las mujeres vemos y sentimos las necesidades de los demás; Dios nos diseñó para ser ayuda idónea del hombre y portadoras de un nuevo ser en su gestación. Él confió en nosotras semejantes responsabilidades porque también nos dio la capacidad de creer que podemos hacerlo.
Estamos capacitadas a escala familiar y a escala social. Cuidamos de nuestros hijos tanto cuando los vemos como cuando están fuera de casa, sabiendo dónde y con quiénes están. Por ello oramos por protección sobre esposo, hijos, parientes, familia en Cristo y amigos. Intercedemos por los gobernantes, los que sufren violación de sus derechos, por los enfermos, encarcelados, viudas y huérfanos; aún oramos por nuestros enemigos. Más oramos, más oportunidades nos da Dios para ayudar a otros.
Leo en mi Biblia que soy responsable de mi prójimo y del medio en que vivimos él y yo. En el mundo reinan la mentira y la hipocresía; Dios nos ha llamado a reconciliarlo con Él haciendo la paz con nosotros en Cristo. Nos reconcilió para que fuésemos responsables de nuestros semejantes, no egoístas. Sé bien que mi responsabilidad es social. ¡Aumenta y activa mi fe, Señor!
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