Política: para tu bien y el de todos

Quede claro que la obra de Cristo no necesita situaciones específicas. La fe no necesita caminos concretos, ella camina por cualquier terreno. No se trata, pues, de conseguir algo para que la fe o el Evangelio triunfen. La fe es la victoria. No depende de modelos sociales, ni de poderes humanos, ni espirituales, ni religiosos.

El triunfo del Mesías lo tienen, por su concesión y gracia, tanto los esclavos como los reyes, los ricos o los pobres; de todo lugar, posición, nación o lengua. No hay que construir un templo para meter dentro a Cristo, él es el templo perfecto, celestial, y todos sus redimidos somos templos en él, siendo piedras vivas de su templo. Su reino no es de este mundo. Pero por ser redimidos, para ser fieles, tenemos responsabilidades con este mundo. Y no solo la responsabilidad de anunciar el Evangelio de salvación, sino lo que nos corresponda en nuestro barro. Más aún, sin esa responsabilidad con el barro no es posible “anunciar” realmente el Evangelio.

El creyente que es carpintero, alabará al Señor en la compañía de los demás creyentes, y también haciendo una mesa excelente, lo mejor posible, con todo su esfuerzo. Quien no se esfuerza con todo su corazón, con toda su alma y con toda su mente en hacer esa mesa, no puede amar al Señor con todo su corazón, con toda su alma y con toda su mente. La consagración a tu vocación, a tu trabajo, es la medida de tu consagración a Dios; los monasterios han dado otra, pero es falsa. Tan fuera del camino se encuentra quien pretenda centrarse solo en la mesa, como quien lo pretenda en un Cristo que no tenga nada que ver con el trabajo de la mesa. Esto es la ética protestante, simplemente cristiana, del trabajo.

Ese carpintero, además, usa herramientas que ha recibido de otros (algunas, seguro que inventadas o perfeccionadas por incrédulos). Escucha las opiniones de otros carpinteros para mejorar el trabajo, él mismo da las suyas a los demás. Y algo fundamental, sabe que tiene que construir la mesa “con lo que tiene”. Una mejor madera sería óptimo, pero hay que usar la que se dispone; tal vez un taller más grande, pero hay que construirla en el que se tenga; quizás mejores herramientas, pero hay que hacer lo mejor con las que se poseen; seguro que con un cuerpo físico más fuerte sería preferible, pero si está achacoso o debilitado, con ése hay que trabajar. Por supuesto, lo mismo vale para el médico, el arquitecto, el científico, el maestro, etc. El creyente trabaja en conexión con los demás, compartiendo los dones comunes que el Creador ha repartido (aunque esto no lo reconozcan los incrédulos). Y lo hace “en su condición” y en su situación. No tiene que “salir” de ella para servir con su trabajo.

Desde esta condición y posición reflexionamos sobre la política. Con lo que tenemos; no podemos imaginar que nos encontremos con una página nueva en blanco para pintar ahí nuestras ideas. Eso de la página nueva en blanco sirve de ejemplo piadoso para principio de año, pero no hay páginas nuevas. Siempre pintamos en un mismo lienzo, con toda la historia anterior. Lo nuevo no es otro lienzo, sino la continuidad del que ya tenemos. Además, en ese han pintado otros muchos. Somos parte de una comunidad. [No creo en lienzos distintos separados; vaya, que no soy dispensacionalista.] Y lo que tenemos más cercano no pinta bien.

Como hablamos de política, a ella nos referimos. Lo ruinoso de la actualidad se anuncia más ruinoso para el inmediato futuro. Eso dicen nuestros gobernantes. La ruina económica no debe ocultar la ruina política, de la que es consecuencia. La percepción de lo que tenemos (aquí en España) es cada vez más parecido a una sección de una multinacional. Así se presentan nuestros gobernantes en sus reuniones con los altos ejecutivos de la misma, con los jefes. Escuchamos (incluso lo dicen sonriendo) que Bruselas ha dado de plazo tal o cual fecha para que se “ajuste” tal o cual parcela de la economía. Bruselas “exige” no sé qué cosas, y hay que obedecer de inmediato para ser “buenos” delegados de esta sección de la multinacional. Hay que hacer esto o aquello para que los Mercados confíen y “vean” que somos serios y buenos. Si es necesario, se toca y arregla nuestra “intocable” Constitución. Fulano dice que si no hacemos esto nos darán con aquello. Nuestro Parlamento, sede de la soberanía nacional, se atendrá a cumplir y legislar en conformidad con las órdenes de la Alta Dirección de la multinacional, la cual supervisará si los delegados cumplen correctamente, si no, serán reemplazados por “técnicos” más operativos. Esos delegados, como ocurre en las multinacionales, pueden ser lamesuelos delante de los jefazos, y “fuertes” con los subordinados, con gran sangre fría para despedir a trabajadores y cerrar sucursales. Tienen gran “firmeza”, no les tiembla el pulso, contra los débiles, pero están en posición de firmes a las órdenes de los poderosos. La Escritura nos avisa de la gran calamidad de una sociedad cuando esto se produce, y de la gran miseria de una sociedad que no lo rechaza. Esto es la política hoy. Ni siquiera hay colores políticos consecuentes, solo estilos diversos de obedecer.

Si no aceptamos que no pintamos nada en todo esto, pintemos. Y lo tenemos que hacer en el tramo de lienzo que nos toca, y seremos responsables de cómo queda el paisaje tras nuestra intervención. Con lo que nos encontramos, desde donde tenemos que realizar nuestras pinceladas es algo muy borroso, horroroso, pero eso es lo que hay (también, por la providencia divina, grandes oportunidades y libertades para pintar según nuestra conciencia). Se trata del cromatismo dejado en el lienzo por lo que se puede llamar Nuevo Orden Internacional, o si alguien quiere otro nombre, que lo use, que tiene el monopolio de la fuerza, y con ello de la “justicia”, se presenta creando incluso Tribunales de Justicia Internacionales, sus obras son justas siempre. Bajo el imperio de este Orden se ordenan maquinarias de guerra y financieras, ideológicas y de educación, de arte y de cultura, se derrama sangre y se arruinan personas.

Aunque, por ejemplo, nuestro actual presidente de Gobierno recriminó en sede parlamentaria hace unos meses que se le recordase la guerra de Iraq, como si fuese un despropósito semejante a mentarle la Guerra de la Independencia (u otra muy lejana en el tiempo), debemos recordar, tenemos que recordar, porque solo podemos pintar desde la memoria. Esa guerra tiene todavía la pintura fresca, aún mancha, y si ya la paleta se está preparando con el mismo color para darle un brochazo a Irán, no estará de más que recordemos que argumentaciones parecidas se esgrimieron para intervenir en Iraq.

Cuando nos pinten las tropelías imperialistas (del lado que sea) como actos de justicia y de liberación de los oprimidos, demos un brochazo encima mostrando que eso es simple hipocresía, y que eso oculta otros intereses. Es deber del cristiano, con la luz de la Palabra, descubrir el dibujo real en el lienzo que han tapado con los barnices de la mentira. En ese lienzo está la Historia, con trazos que solo el día del juicio se verán en su plenitud, pero que ahora pueden sacarse a la luz, “hacer manifiestas las obras de las tinieblas”, por el juicio de la Ley bíblica. No lo podremos hacer en su totalidad, pero sí ayudar en nuestra parcela particular. Además, está el factor del tiempo, que en las manos de nuestro Dios seca y descascarilla las mentiras superficiales de los hechos, dejando entrever la verdad que estaba ocultada debajo. [Eso ha ocurrido con nuestra Reforma del XVI, y estamos en el camino de quitar la capa interesada sobre otros episodios, como la conquista de Navarra en su V centenario.]

Pintemos muchos dólares (simplemente como signo del poder financiero) por todas partes y tendremos bastante del camino andado. Iraq, que se sepa, la única arma de destrucción masiva que tenía era su intención de vender su petróleo por euros y no por dólares. Realmente era un arma de destrucción masiva de un sistema económico: estaba a la vista, pero los que quisieron destruirla, destruyeron al país buscando otras ocultas que se sabía no existían. Hagamos la prueba: cualquier país productor de petróleo importante que proponga venderlo por otra moneda que no sea el dólar, en menos de una semana, con la ayuda de la propia Unión Europea, lo “liberan” a bombazos de algún tirano. (¿Por qué habrán quitado de en medio a Gadafi?) Seguro que no es la única razón, pero esta ayuda bastante. La Alta Dirección de la multinacional no solo ordena despedir trabajadores o ajustar economías aquí o allá, sino que también ordena guerras. Claro que con el marketing debido, tienen que ser por la democracia, por la seguridad, por la justicia o por algún otro producto mercantil parecido. La Otan aplastó Yugoslavia, no se olvide. Afganistán tenía que ser liberado y democratizado, así llama la Multinacional a construir gasoductos. A ver qué toca ahora.

Sin embargo, en el orden creacional el Estado existe para nuestro bien. Está claro que ese Estado tiene que ser diferente a la Multinacional. Ahí está nuestro deber. Como cristianos sabemos que el Reino de Cristo está adelantando con un contexto u otro, no depende de nada externo; pero tenemos sus leyes, y con ellas hemos de caminar, buscando el bien. Hemos de ayudar en la construcción y permanencia del Estado que sirve bajo la autoridad de Dios, que es parte de su ordenamiento para el bien de sus criaturas.

En el próximo encuentro nos vemos, d. v., con el Estado como ordenamiento de Dios, que tiene la espada para la paz, la justicia y la libertad. Pero tengamos siempre cuidado con la Bestia y sus delegados/colmillos políticos, religiosos, militares, económicos, culturales.