El corazón-testigo de Elsie Romanenghi de Powell

UNA CRISTIANA COMPROMETIDA
En Tucumán, la provincia más pequeña de Argentina, por décadas estuvo puliendo su rescatable poesía la cordobesa Elsie Romanenghi de Powell, hoy jubilada como profesora de Filosofía de la Historia en la Universidad Nacional de Tucumán. Y si valiosos resultan sus escritos en prosa, con títulos como Oraciones inspiradas en el Evangelio de Lucas (1993), Trazos (2005) e Interrogantes sobre el sentido de la historia y otros ensayos (2006), también deben mencionarse los ejemplos de participación activa en la obra del Señor de esta mujer que nació en una familia evangélica y que conoció la fe desde niña.

Pero le faltaba más, mucho más. Así lo relata ella: “Tendría alrededor de treinta años cuando un día cayó Alec Clifford por Tucumán, acompañado por un muchacho joven que conversaba brillantemente sobre muchos temas. Se llamaba Samuel Escobar. Yo había hecho una fuente de empanadas tucumanas (las favoritas de Alec), y entre empanada y empanada, transcurrió una charla que me dejó marcada. La personalidad de Samuel me dejó un modelo de fe diferente:me dieron ganas de ser más cristiana, más comprometida, más testimonial”.

Tal cambio motivó que, en los lustros siguientes, estuviera entre quienes fundaron la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL) y la Fundación Kairós, además de integrar el Consejo Académico del Centro de Estudios Teológicos Interdisciplinarios (CETI), escribir sus reflexiones teológicas en revistas evangélicas comoCerteza e Iglesia y Misión.También, y hasta hacealgunos años, impulsó a Elsie para que formara parte del equipo pastoral de la Iglesia Bautista El Redentor, en San Miguel de Tucumán, junto a su esposo David R. Powell.

Dicha sacudida interior la llevó a escribir poemas que honrarían (y mejorarían) cualquier antología de poesía centrada en lo divino. Fueron tiempos de mudanza, de fortalecimiento de la fe en medio de un crisol de dudas, inherentes a todo espíritu necesitado. Por eso escribe: “Te abrazo fuerte, Señor./ Como Jacob. Lucho contigo/ y lucho conmigo para no soltarte.//…Hoy te doy todo:/ lo que alcanzo a ver y lo que ya no alcanzo./ Abre tus brazos a mi incertidumbre/ y abraza junto a ella mi confianza”.Reflejando esos Tiempos y esas preocupaciones espirituales, escribió poemas como éste, por ejemplo:

¿POR QUÉ DUDÉ, SEÑOR?
¿Por qué dudé, Señor, que fueras Tú
el que en mi ser la admiración ganaba,
cuando a los cielos mi mirada alzaba
y ver lo bello así me conmovía?
¡Si todo en esos cielos lo decía...!

¿Por qué dudé de Ti quien los pintaba?
¿Por qué dudé, Señor, que Tú me hablabas
si aquel lenguaje eterno me vencía?
—¿Por qué dudé, Señor... si lo sabía?

¿Por qué dudé, Señor, que fueras Tú
quien de mi ser con inquietud tocabas
las fibras más recónditas, más mías,
aquellas que obstinada te negaba?

Si había en mí temores angustiosos,
recuerdos que mi mente laceraban...
¿Por qué dudé, Señor, que Tú me hablabas
aún con esa voz que tanto hería?
—¿Por qué dudé, Señor... si lo sabía?

¿Por qué dudé, Señor, que eras Tú
el que en mis horas gratas me acosaba,
aquel acento nada lo engañaba:
era tu voz que en el bullicio oía.
Si la alegría pronto se tornaba
en un vacío cruel, que sólo hería...
¿Por qué dudé, Señor, que Tú me hablabas
si el tono de esa voz me lo decía?

—¿Por qué huí de ti, si me buscabas?

EL AMOR DE JESUS, SUS HUELLAS
El amor que sustancia Jesús el Cristo deja huellas indelebles en todo seguidor suyo que realmente entrañe su Evangelio. Elsie lo comprende así: “Jesús tenía un compromiso especial con los desprotegidos. Fue en ellos, a pesar de su sencillez y marginalidad, en quienes cifró la esperanza de que su enseñanza tuviera éxito. Aunque no excluyó a los más capaces o pudientes que querían conocer lo que él enseñaba, Jesús encaminó el cambio más grande de la historia a través de gente mayoritariamente despreciada y hasta excluida de la sociedad. Y cuando lo criticaban por esa preferencia, respondía:‘Los sanos no tienen necesidad de médico sino los enfermos’. En otras palabras, se insertó en el tejido débil de la sociedad, en la marginalidad social, en su falta de esperanza, en su ignorancia y en su miseria moral, porque creía que era posible sanarlos”.

Fiel a su Maestro, la poeta cordobesa-tucumana tiene textos que reflejan el sufrimiento de los otros, los dramas que soportan y que ella somatiza en la médula de sus escritos.

Una muestra de esta faceta misericordiosa la encontramos en el poema “En recuerdo de M. E”,dedicado a una mujer y a tantos otros que pasaron por hospitales psiquiátricos. Aquí un fragmento del mismo: “Necesito doblarme de rodillas/ dentro mío,/ en el sepulcro de mi espanto/ y descubrirte, Señor,/ allí —a mi lado.// Que al bailar en mi delirio/ entre voces y sonidos estridentes/ bajo el rojo reflector de mi locura,/ yo me pueda despertar en una danza/ —abrazada Padre mío a tu cintura”.

Luego, ya cicatrizando las llagas derivadas de su primer forcejeo entre fe y razón, la autora se rinde a la terneza de Jesús y saca brillo a su Sangre aplacada. Entonces el cuerpo de un magno poema invade nuestro corazón:

LAS HUELLAS DE SU AMOR
También las huellas de su amor
trazaron sus espacios,
desbarataron cosas,
grabaron su verdad;
Como si fueran las líneas de la mano,
los surcos de la frente.
Como si siempre hubieran existido allí.

Extraña forma de sabernos,
de conocer quién somos,
de ir descubriéndonos por lo que amamos:
esa ternura de Jesús ante la gente,
su intimidad con Dios,
su santidad viril y humana.

Ahora nos queda esta añoranza,
tenaz,
esperanzada,
que palpa un rostro que no ve,
y ama.

La poeta-filósofa no dulcifica el tránsito de Cristo por la tierra, no cae en esas lecturas miopes o interesadas en desviar el mensaje completo, su obra integral de salvación: “Jesús asumía una posición contestataria frente a las distorsiones de la sociedad. Se animaba a señalar las tradiciones que se habían desviado y las normas absurdas que no respondían a ninguna racionalidad. ‘Por qué haces los que no está permitido hacer’, le preguntaban a cada paso. Y él respondía a veces dando razones y otras veces simplemente actuando, a pesar de que sabía que irritaba a los líderes oficiales y guardianes de la tradición. Por cierto que fue esa actitud de libertad ante las normas ineficaces lo que le trajo más problemas por parte de sus adversarios”.

TRES POEMAS
Elsie Romanenghi acaba de cumplir ochenta años y hace ya algún tiempo que ha vuelto a su añorada provincia natal. En Córdoba (en su Universidad) hizo la licenciatura de Inglés, y a Córdoba ha vuelto tras su jubilación tucumana. Ahora vive en la pequeña ciudad de La Cumbre, al norte del departamento de Punilla. Allí comparte alegrías y achaques con su David, juntos tras sesenta años de matrimonio.

Y si Alejandro Clifford, profesor de literatura, fue su primer tutor literario, lo cierto es que al teólogo René Padilla, tras una visita a Tucumán para intervenir en un retiro universitario, corresponde el mérito de incentivarle a publicar sus reflexiones y versos: “A partir de ese momento René comenzó a pedirme colaboración para la revista Certeza, y a publicar mis poesías”, reconoce Elsie, quien desde entonces logró vencer su proverbial discreción a la hora de dar a conocer sus frutos. Por ello dijo: “Quiero ser el torbellino de la palabra,/ el viento enaltecido de la esperanza/ que clava sus talones en la tierra resignada/ y desata su mordaza”. Por ello tenemos este encarnado tríptico que dignifica a la buena poesía.

REGRESO
Aquí me tienes, Señor,
con el cansancio de buscarme:
traigo las manos llenas de vacío
y una vejez inmensa dentro mío.

Quise ser alegría torrentosa,
quise ser río.
Y hoy sólo traigo la arena y el desierto,
la soledad del mundo
y este frío.

Hoy que regreso, me pregunto:
Tú que eres fuente
¿recibirás a quien quiso ser río?

RAÍCES
Señor,
yo quiero echar raíces
en la entraña profunda
del silencio y la espera,
donde se expande el alma
en resonancias hondas
y se escucha Tu voz.

Donde juega el asombro
y asoma el misterio
y el sollozo no existe
porque se vuelve canto,
y la tierra es fecunda
porque se abona en el llanto
de todos las que aman.
Donde el fruto germina
en su tiempo maduro
y hay un árbol que es firme
y la hoja no cae.

TE AGUARDO
Aquí me tienes, Señor,
asida a mi razón
con la esperanza fiel de quien presiente,
con la exigencia firme del que ama.

Como una ausencia demorada, te presiento:
es el signo indeleble que marcó mi alma
—tu ausencia en mí, Señor,
es la que habla.

No soy tan sólo polvo en el espacio,
azar que vive un germinal milagro:
eres también razón de ser de mi existencia.
Y porque sé que en ti están mis tiempos,
aquí te aguardo.

CRISTO Y LA POSTMODERNIDAD
Durante su larga estancia tucumana, donde llegó porque su esposo había conseguido trabajo como profesor de Fonética Inglesa en la Universidad, no faltaron momentos difíciles, especialmente por motivos de la fe y su reconocimiento en público. Tras tener cinco hijos y con la menor ya en la escuela primaria, ella hizo estudios de Filosofía. Aquí la primera muestra de no tener vergüenza por ser seguidora del Señor: “Fue por ese entonces que, poco antes de recibirme, presenté una ponencia en unas Jornadas Filosóficas que se hacían en la Universidad de Tucumán. Para asombro (o escándalo) de concurrentes, hablé de la certidumbre personal de mi fe en Cristo. Algunos objetaron, otros aprobaron. Inicié así mi verdadero compromiso intelectual con Jesucristo, compromiso que me hace escribir cada vez con mayor seguridad”.

Luego, ya en su etapa de profesora, sus alumnos supieron respetar su fe porque ella no buscó imponerles argumentos lógicos para otorgarle certeza, algo que objeta la razón y la postmodernidad. En un extenso y vigoroso ensayo, la filósofa-poeta decanta su parecer sobre los divergencias y posibles puntos de conexión entre el mensaje de Jesús y su validez para los jóvenes de hoy, marcados por el escepticismo y duchos es desmontar toda verdad, desde la ironía y el descreimiento.

Elsie lo entiende de esta forma: “…creo que Jesús no habría demonizado totalmente la civilización occidental y sus logros tecnológicos, como lo hace la posmodernidad. Hay mucho de bueno en ellos. Pero cuando la tecnología se muestra impotente para frenar el avance de la avaricia y la explotación, no podemos aprobarla… Si leemos la Biblia para ver cuál es la base de la verdad y el conocimiento, nos encontramos con afirmaciones sorprendentes. Jesús les propuso a los incrédulos creer en sus obras ya que no creían en sus palabras, o analizar el sentido de las Escrituras que hablaban de Él, ya que confiaban en ellas, o simplemente ser más abiertos hacia Dios para poder escuchar su mensaje (Jn. 5). Jesús también advirtió a sus seguidores que no tendrían conocimiento real sin un amor y una compasión reales. Para Jesús había una profunda relación entre el conocimiento y la ética. No es difícil advertir porqué: ¿De qué sirven por cierto la ciencia, el arte, la tecnología, si abren las puertas a la codicia económica, a la pornografía literaria, y a la manipulación humana?”.

CORAZÓN-TESTIGO
Y otra vez, y ya para siempre, la sensibilidad poética con su poderoso lenguaje: “Escucho simplemente mi corazón testigo,/ un corazón extraño, nuevo…”. Un corazón nacido de nuevo; un alma nueva instalada en la Querencia; una fidelidad al Cristo más presente que futuro. Una buena selección de su poesía, titulada En el camino, acaba de ser publicada en Argentina por Ediciones Kairós. El prólogo lo firma René Padilla, buen amigo-hermano de más de cuarenta años, al igual que Samuel Escobar. Pensando en ellos y en otros genuinos amigos, la poeta escribió: “Si la amistad es fiel/ requiere de un esfuerzo artesanal:/ como tallar madera,/ como pulir metal./ Entonces, ya poco importan las tormentas…”.
Copiemos un último texto, para el gozo lector.

EFESIOS UNO
En el principio fue el Amor.
Antes de todas las galaxias
fue el Amor.
Y dijo Dios: escogeré al hombre
lo adoptaré por hijo
y heredará su parte junto a mí.

Me mostraré a él,
ante sus propios ojos, bajaré,
me escuchará, me palpará,
y al fin comprenderá al verme en una cruz,
que desde siempre fue este amor.
Que desde siempre mi gracia perdonó.

Yo mismo guiaré sus pasos
y con mi espíritu lo ayudaré a andar,
para que aquel amor con que lo amé,
se multiplique, crezca,
rompa barreras de impiedad
y reconcilie a hombres entre sí.

Serán mis hijos: hechos cercanos
como mi propia piel.
Habitarán mi cuerpo,
y en ese cuerpo-comunión, reflejaré
mi amor y mi bondad.

EL LUGAR DEL CREYENTE
Vamos terminando este repaso parcial a versos y prosas que Elsie Romanenghi dedicó a la figura de Jesús. Primero se interroga y después ensaya su respuesta sobre la significación del Hijo: “¿Cuál es el núcleo central del mensaje cristiano? Yo diría que a partir de Jesucristo es posible construir una visión esperanzada de la historia. A él se responde sólo por fe y en una entrega comprometida. Y la diferencia entre creer o no creer es decisiva. Para los que creen, se desentraña el misterio del mal y se desenmascara la impotencia de la muerte al Autor de la vida (expresión que eligió Pedro en uno de sus primeros mensajes en Jerusalén, luego de Pentecostés)”.

Y claro, por allí, por La Cumbre, se oye una voz baja que dice: “Eres el Dios que llama/ con formas y colores/ desde el fondo fugaz de nuestra alma”. Una voz que busca el cobijo divino tras un justo tránsito por la tierra. Una voz hace inventario mientras espera:

… Amé, creí, palpé tu amor, confié en ti,
…ahora quiero partir…
Yo sé que tengo un lugar seguro en ti.

Una voz tenue que por un momento deja de ser plegaria para ser vozarrón y reivindicar el lugar que en lo porvenir espera al cristiano: “…creo que en medio de este mundo que nos espera el cristiano podrá brillar como una gema de gran precio: el creyente será alguien capaz de confiar en Jesucristo como la verdad porque Él es un referente creíble. Su persona trasciende todos los discursos humanos y va más allá de todas las interpretaciones”.

Por allí, por La Cumbre, se oye una voz que dice y que seguirá diciendo: “Escucho simplemente mi corazón testigo,/ un corazón extraño, nuevo…”.