En el último artículo escribimos sobre el hombre. Hoy lo hacemos sobre su faceta como escritor en un análisis profundo desde sus inicios hasta su consagración.
¿A qué edad exactamente empezó a escribir Lorca? En las notas cronológicas sobre la vida de García Lorca publicadas en el segundo tomo de Aguilar se dice que su primer trabajo literario lo publicó en febrero de 1917 en el boletín del Centro Artístico de Granada. Se conmemoraba el centenario de Zorrilla y Lorca colaboró con un artículo titulado: Fantasía simbólica.
En 1917 Lorca tenía 19 años. En la entrevista concedida a Giménez Caballero en 1928 Lorca confiesa: ”Yo empecé a escribir a los 17 años. Mi primer libro: Impresiones y paisajes”.
A este libro siguió una actividad literaria incesante, persistente, raramente interrumpida: versos, teatro, prosa, conferencias, lecturas, artículos, alocuciones, homenajes, entrevistas, declaraciones y una serie de cartas escritas a amigos que constituyen un valioso epistolario.
Entre sus libros de versos destacan: Poema del Cante Jondo (1921); Romancero Gitano (1927); Poeta en Nueva York (1930); Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1935) y Diván del Tamarit (1936).
Para el teatro escribió varias piezas importantes, algunas de ellas llevadas al cine. Entre otras, Mariana Pineda (1927); La zapatera prodigiosa (1930); Bodas de sangre (1933); Yerma ( 1934) y La Casade Bernarda Alba (1936).
El que va de la cuna a la tumba es un camino que hemos de recorrer todos. La sentencia bíblica es contundente: “Está establecido al hombre que muera”. Algunos, como Matusalén, han logrado interponer una distancia de siglos entre ambos extremos. Otros no han pasado de días. La de García Lorca fue una distancia de 38 años. Años que pasó en constante actividad.
En 1919, cuando tenía 21 años, vino por primera vez a Madrid y se alojó en la Residencia de Estudiantes. Aquí pasó los meses de curso hasta 1928. Fue aquí donde Lorca y Alberti se conocieron. Recordando el primer encuentro, Rafael Alberti nos da una descripción viva de la figura física de Lorca. “Como era el mes de octubre –dice Alberti en La arboleda perdida-, el poeta acababa de llegar de su Granada. Moreno oliváceo, ancha la frente, en la que le latía un mechón de pelo empavonado; brillantes los ojos y una abierta sonrisa transformable de pronto en carcajadas, aire no de gitano, sino más bien de campesino. Ese hombre, fino y bronco a la vez, que dan las tierras andaluzas”.
En 1925 Lorca viaja a Cataluña. Se hospeda en casa de Salvador Dalí, en Cadaqués. La amistad entre el poeta y el pintor, ambos de fama universal, permaneció firme. En mayo de 1929 García Lorca marchó a Nueva York. Allí estuvo hasta junio del año siguiente, tras haber hecho una escapada a Cuba. En Estados Unidos pronunció conferencias y produjo uno de sus mejores libros de poemas: Poeta en Nueva York.
En 1932 Lorca inició una actividad teatral que llevó a cabo con entusiasmo y le cubrió de gloria. Con Eduardo Ugarte fundó y dirigió la agrupación teatral universitaria “La Barraca”, con la que recorrió España divulgando obras de autores clásicos españoles: Calderón, Tirso de Molina, Cervantes, Lope de Vega, etc. En septiembre de 1933 interrumpió su labor al frente de “La Barraca” y realizó un nuevo viaje a tierras americanas, donde sus obras teatrales estaban alcanzando grandes éxitos. Visitó Argentina, Uruguay y Brasil. En marzo de 1934 regresó a Madrid y aquí permaneció hasta los inicios de la guerra civil española. En mayo de 1936 proyectó un nuevo viaje a Nueva York y México, donde reclamaban su presencia. Desgraciadamente no lo llevó a cabo. De haberlo hecho, España tendría otro premio Nobel de Literatura.
El 16 de julio de 1936, ante la gravedad de los acontecimientos políticos, el poeta decidió trasladarse a su Granada natal, donde contaba tantos amigos, buscando el calor de la familia. Aquí, en Granada, fue asesinado. La fecha fatídica: 19 de agosto de 1936.
¿Para qué insistir sobre un tema del que tanto se ha escrito? Ni entra en los propósitos de este trabajo ni el intento merece la pena a estas alturas. En 1975, el catalán José Luis Vila-San Juan publicó un libro con el título: García Lorca, asesinado: Toda la verdad.[1] Era, como diría Machado, “su” verdad, la verdad de Vila-San Juan. A nuestro juicio, la verdad definitiva sobre las circunstancias que concurrieron en el asesinato de García Lorca están en el libro del hispanista irlandés Ian Gibson: El asesinato de García Lorcay otros escritos suyos en torno al tema.[2]
A las polémicas de estos dos autores preferimos las palabras conciliadoras del granadino José Mora Guarnido, amigo de Lorca, compañero de afanes y preocupaciones en los años juveniles. En su libro Federico García Lorca y su mundo, José Mora dice:
“Quiso el destino que el poeta, hecho en Granada, fuera a Granada a morir de una forma brutal y oscura que no ha tenido ni tendrá nunca explicación. Ocioso sería repetir aquí el comentario universal sobre la pérdida que ese asesinato ha supuesto para las letras españolas y para la cultura del mundo. Especular sobre ese tema sería remover odios, soliviantar y reavivar debates negativos. El hecho no tendrá con ello remedio ni consuelo; lo que ahora corresponde es salvar la obra perdurable del desdichado poeta, situarla en el lugar que merece en nuestra cultura y esperar…”.[3]
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