Una, está representada por la tarjeta de saludo que estoy mandando a mis amigos y que habla de mi fe cristiana, inamovible pero no insensible.
La otra, la que representa mi frustración por las cosas que ocurren en mi país; ayer, en manos de ineptos (léase Concertación) y hoy en manos de oligarcas.
¡Cómo quisiera que alguien me dé la fórmula para vivir, como cristiano, de espaldas a las cosas que ocurren a nuestro alrededor! O si no de espaldas, con los ojos cerrados, los oídos sordos y los brazos cruzados sobre el pecho. Y silbando: «¡Oh, si soy feliz, feliz!/ ¡Oh, si soy feliz, feliz!/ Gozo sin par mi Jesús puede dar/ ¡Oh, si soy feliz!»
La fe en Jesucristo trae paz, es cierto; pero no trae insensibilidad de espíritu. Como dijo Bojan, el joven jugador de 22 años del Milan, el fútbol da dinero y fama pero no da madurez ni sabiduría.
El propio Señor se frustraba con frecuencia cuando tropezaba con tanta desfachatez, con tanta hipocresía, con tanta sinverguenzura; nosotros, en cambio, hemos aprendido a encontrarle la parte bonita a lo que Jesús atacó con palabras duras y gesto adusto. ¿O creeis que sonreía cuando decía a los religiosos y políticos de su tiempo: «¡Hipócritas!» y a los que intentaban pasar por justos: «¡Sepulcros blanqueados!»? ¿O que, cuando látigo en mano desbarataba comercios y comerciantes que habían hecho de la Casa de su Padre una cueva de ladrones, pedía disculpas ante cada golpe que daba con la huasca?
Nosotros, en cambio, hemos aprendido a convivir felices con ellos al punto que nos sentimos muy cómodos a su lado.
Ha llegado la Navidad. Tiempo de alegría y de felicidad. Para nosotros y para muchos como nosotros que hemos sido favorecidos por Dios o por las circunstancias con un buen pasar, que nos ubicamos lejos de las plazas, calles y parques donde miles protestan contra los abusos del 1% en perjuicio de un 99% que lleva todas las de perder; bajo la lluvia, soportando frío, alimentándose a medias y aguantando palos y patadas por parte de las «fuerzas de orden».
Mañana (escribo hoy, viernes 16 de diciembre) tenemos en la iglesia la Cena de Navidad. Nos vestiremos adecuadamente para la ocasión y disfrutaremos de una opípara comida. No habrá tragos pero los manjares sobreabundarán. Lo que no alcancemos a comer se irá a la basura; mientras, millones y millones, aquí y allá no tendrán este privilegio pero sí la oportunidad de cantar: «¡Navidad, Navidad, hoy es Navidad; es un día de alegría y felicidad!»
El árbitro lanza una moneda al aire, la detiene en el dorso de su mano y uno de los capitanes elige; el otro, acepta. Monedas al aire. Tú ganas. Yo pierdo. Aunque de todos modos, ganamos los dos. Hay monedas con una sola cara; o con dos, pero caiga cual caiga, siempre se perderá.
En Chile, acaban de elegir como el personaje del año a Camila Vallejo; no por la bonita cara que tiene, ¡que la tiene!, sino por esa voluntad férrea que la proyectó como una auténtica líder de miles y miles de jóvenes que, como ella, pidieron, piden y seguirán pidiendo un cambio de fondo en las políticas educacionales que, a partir del gobierno de derecha (léase «gobierno militar» que es lo mismo) se han transformado en el negocio multimillonario al que tienen acceso unos cuantos ricos insaciables.
¡Bien por Camila! Desde aquí te mandamos todos los parabienes del mundo. Y bien por los dirigentes estudiantiles, los profesores, padres, apoderados, trabajadores que los acompañan y que, si no ceden, terminarán derribando al gigante que, por ahora, se hace el fuerte, el ciego, el sordo, se cruza de brazos y silba, peligrosamente seguro: «¡De aquí no salgo, de aquí nadie me saca!»
La prensa de hoy trae la noticia que el Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile condenó los abusos de poder cometidos por Carabineros. El informe, escrito evidentemente con guante blanco para no herir las susceptibilidades de las autoridades instaladas temporalmente en La Moneda, evita mencionar a los verdaderos responsables de estos abusos. Porque, como todo el mundo sabe, los carabineros, que ahora, cuando de apalear se trata tienen la categoría de policía militarizada, no se mandan solos, ni actúan siguiendo sus propios impulsos sino que las órdenes se originan en el Ministerio del Interior. Pero el ministro del Interior tampoco determina, por sí y ante sí, lo que sus subordinados deben hacer sino que la línea de mando lleva, si no a todo el gabinete, directo al Presidente de la República.
Pero claro, a él no se lo toca; en otras partes del mundo los cuelgan. En el Chile de Piñera decir ¡eah! es de mal gusto. Y los chilenos no están para gustos malos.
El mismo Presidente de la República que acaba de anunciar en el encuentro «Chile, puerta de América» efectuado el miércoles 14 en Santiago que Chile quiere ser el puerto de América Latina hacia Asia. Eso suena bien, pero nos olvidamos que desde hace muchos años, Bolivia viene tratando de convencer a los chilenos a que terminen por ponerse una mano en el corazón y le devuelvan un pedazo de mar.
No piden el ancho mar que perdieron en una guerra a la que unos cuantos locos y ambiciosos llevaron a todo un país, generaciones presentes y futuras. Piden solo una salida. O, como dice mi amigo Ricardo Estevez, de Montevideo, Uruguay: «170 kilómetros cuadrados tendría que ceder Perú a Bolivia y otro tanto Chile con lo que Bolivia apenas incrementaría su territorialidad en 340 kilómetros cuadrados lo que no es nada comparado con los 158.000 kilómetros cuadrados del litoral marítimo perdidos en la Guerra del Pacífico» (ver mis artículos «Una salida al mar para Bolivia» y «Un vaso de agua (de mar) en Su nombre» en P+D 18 de enero y 8 de febrero de 2009).
Mientras Chile no sabe qué hacer con tanta agua, Bolivia languidece esperando que a los «sólidos y responsables» chilenos les entren por fin en la cabeza las palabras de Jesucristo cuando dijo: «De gracia recibisteis, dad de gracia»(Mateo 10.8).
Ha llegado la Navidad. Tiempo de alegría y de felicidad. Para nosotros y para muchos como nosotros que hemos sido favorecidos por Dios o por las circunstancias con un buen pasar, que nos ubicamos lejos de las plazas, calles y parques donde miles protestan contra los abusos del 1% en perjuicio de un 99% que lleva todas las de perder. Bajo la lluvia, soportando frío, alimentándose a medias y aguantando palos por parte de las «fuerzas de orden».
¡Feliz Navidad!
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