¿VUELTA A LO SAGRADO?
A muchos seguidores de la excelente obra poética del peruano José Watanabe (1945-2007) extrañó en grado máximo la publicación de su libro
Habitó entre nosotros (Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2002), especialmente porque se le tenía como alguien ajeno a cualquier tipo de religiosidad. Así, entre ateo o agnóstico, era considerado este poeta nacido en Laredo (Trujillo), en el mismo departamento que César Vallejo, Alejandro Romualdo y Antonio Claros, tres de los más notables poetas peruanos de todos los tiempos.
A ellos se suma Watanabe Varas, mestizo por ser fruto de padre japonés y madre indígena, quien sobre su libro dice, a quien quiera escuchar: “Yo he escrito un poemario a un hombre extraordinario”.
¿Qué pasó para que diera este giro? ¿Se trata de un caminar hacia lo sagrado? Entiendo que no, al menos en el sentido pleno de la Fe, pero también percibo una gran firmeza en escribir y publicar veintitrés espléndidos poemas que abordan pasajes capitales del Evangelio. Tratándose de un poeta respetado en el ámbito de las letras iberoamericanas, creo de especial valor su abordaje, el cual no debe ser analizado con rigurosidad teológico-dogmática sino con pupilas poéticas que atrapan fundantes vuelos.
La escritura de Watanabe ayudará en la labor de limar numerosos prejuicios y ataques que se hacen sobre la figura de Cristo, actos que por lo general derivan del descrédito que en la sociedad generan las jerarquías religiosas. Él mismo aclara, en una entrevista, su postura: “No, yo no soy muy creyente, he escrito un libro que se llama
Habitó entre nosotros, sobre la vida de Jesús, porque el personaje de Jesús es muy sugerente, pero no soy precisamente católico ni religioso. Soy religioso en términos más amplios, no institucionalizados; no creo en ninguna institución religiosa, no creo en ninguna religión que se institucionalice, menos en la católica, pero en el fondo creo que sí soy religioso en la medida que, y eso lo he dicho en algunos poemas, me gustaría trascender en otra cosa…”.
Desde lo cotidiano busca lo trascendente, y no al revés. Por ello merodea lo terrenal de la vida de Jesús y pone, en el frontispicio de su libro, una cita aclaradora: “Y el Verbo se hizo carne/ y habitó entre nosotros” (Juan 1,14). Es infrecuente que poetas no creyentes se ‘expongan’ así a la jauría antirreligiosa. En Perú, que yo conozca, sólo Vallejo entre los notables puso una cita del Evangelio (qui pótest cápere capiat) como pórtico a su ahora muy leído libro
Los heraldos negros.
CUATRO POEMAS PRIMEROS
Si para escribir estos poemas en un principio partió de la contemplación de cuadros de la pintura universal, lo cierto es que luego se evidencia una profundización en la lectura del Evangelio. Hay, eso sí, un toque de recreación, una pluralidad de voces que narran los pasajes elegidos. Y también hay lecturas que se mezclan, pues en el desenlace final de “La Natividad”, encuentro cierta influencia del poema “Nacimiento de Cristo”, del cubano Gastón Baquero. Al nacer ya se sabe el final que le espera y cómo sufre la madre.
LA NATIVIDAD
Esta estu patria, hijo mío,
un establo donde tu madre
ya duerme
de regreso a nuestra especie:
hasta ahora
ella era un animal mítico: el vientre
avanzado
y habitado
por Ti, entonces voraz nonato,
quele consumías hasta los huesos.
Soy un hombre añoso, he visto
todo. Sin embargo.
me sobrecoge mirarte, mi recién nacido:
a pesar de las madres
todo niño está abandonado
sobre la vastedad de una tierra callada.
Tu madre,
muchacha todavía sorprendida
por Ti, no cantó
una canción de cuna. Mirándote
solo murmuró inacabablemente:
es espantoso esperar de Él
lo que esperan.
EL DESCANSO DE LA FUENTE
Samaria, tierra poco amiga, míralo
sentarse junio al pozo, solo,
derrotado por los desiertos.
Olvidado de su sed, ensimismado, observa
los trigales sin viento,
las ovejas dormidas
en la colina, las inclinadas hojas
de humildes hortalizas,
el reflejo del agua profunda
abrillantando su ropa. En el mediodía
todoalcanza la limpieza de su origen,
su tranquila plenitud.
Ha encontrado una hora única e infinita, y está
entradoen ella. Ahora
Él está convencido:
su eternidad es posible.
Dale ya de beber, samaritana.
EL CIEGO DE JERICÓ
Quéaturdimiento y qué maravilla:
cuántos rostros, cuántas mirada-, pero
¿quién es aquel que me ha curado?
La gente se separa prontamente de Ti
como eximiéndose
del terrible poder de curar.
Quedas Tú solo, decantado, pero natural.
pero ciudadano, pero no más.
Entonces hablas
y tus palabras tienen un aleteo dorado.
una resonancia
que el idioma rehúsa poner en otras bocas.
Señor, cuántos rostros, cuántas miradas;
que todas sean benévolas
y no se tuerzan cuando Tú te vayas.
EL MERCADER
Los criadores de ganado
traen sus propios corderos de sacrificio.
El apareció en el atrio
como un cordero de nadie, pero su blancura
era de una región más noble (lo imagino
entre interminables pastos azules).
Todas las ofrendas de la vendimia, aves y crías.
no ganarían las indulgencias
ni los perdones de este Cordero, pensé.
Bajó hacia nuestras ventas. En ese instante
la luz
lo encumbró como la única ofrenda viva, la gratuita
la suficiente.
la ya sufriente. ¿Por eso,
furioso, rompió jaulas, desató crías
v nos expulsó del templo?
Yo vi: la cólera
es una rara belleza cuando enciende a un animal
tan albo.
PREDILECCIÓN POR LA PARÁBOLAS
Watanabe siempre estuvo próximo a la forma escritural de las parábolas, impregnada de una prosa narrativa contenida pero llena de imágenes y destellos líricos: “Pienso que el nivel expresivo más alto es la parábola”, dijo en una entrevista. Más adelante, en otra, completa su explicación: “Parto de mi formación como poeta, y dentro de la poesía, quizás en ese afán de que no sea tan etérea, tan inmanente, hace que recurra a una base narrativa; me gusta contarle algo a alguien, me gusta cuando la gente en recitales me pide que le lea ‘el poema de ese animal que entra en una cueva y empieza a soñar’, pues descubro que recuerdan la parte narrativa. Me gusta que la poesía vaya junto con una base narrativa, al parecer, hace que se fije más”.
Por ello, posiblemente, no podía faltar un texto suyo sobre el sentido de las parábolas, el muy conocido pasaje evangélico donde Jesús explica a sus apóstoles el por qué habla en parábolas, es decir, metafóricamente. He aquí el poema “Razón de la parábolas” de Watanabe: “La Palabra/ siendo como es, divina, se pronuncia/ con lengua de hombres,/ lengua efímera pero tocada/ por una gracia:la parábola,/ aquella pequeña historia/ que guarda una serena ansia: ser de todos.// Por eso hablo así, hilando/ La Palabra en vides, en semillas de mostaza, /en trigo/ y aun en cizañas y pedregales; cosas de la gente,/ de sus manos,/ que luego suben como un destello/ a sus límpidas mentes.// Olvidé otra ansia de la parábola:/ durar.Recordadas sean por siempre/ todas/ porque todas son una, La Palabra,/ que por ahora soy yo”.
Y concluye el poeta, en otra entrevista publicada en el diario La República, de Lima: “…muchos de mis poemas tiene una base narrativa muy fuerte, son pequeñas parábolas o cuentos, pero cómo se formó de ahí una poética eso no lo sé. Yo te podría decir algo, pero sé que estaría mintiendo”. O, También: “Nada con la fábula... A mí me interesa solo en el sentido que permiten ingresar a un universo mítico, a alcanzar la parábola”.
UNA CARTA INÉDITA
No pude conocer personalmente a este paisano de quien tenía las mejores referencias personales, no sólo por comentarios de amigos comunes, sino también
por confesión propia. Un periodista le preguntó si tenía algún tipo de vicio: “No tengo. Soy un poeta bien raro. Mira, no fumo, no bebo. Los niséi hemos nacido con una carencia de enzimas que no nos permite procesar bien el alcohol. ¿Mujeres? Tampoco. Soy discreto a nivel de mujeres… Mi vida es normalaza”.
Con ocasión de la Cumbre de Presidentes y Primeros Ministros iberoamericanos que en octubre de 2005 se celebró en Salamanca; el Ayuntamiento me encargó coordinar una Cumbre Poética Iberoamericana, invitando al poeta más representativo de cada país. Escribí a José Watanabe y está fue su respuesta, fechada el 29 de julio de 2005: “Estimado Alfredo:/ Me he tomado algunos días antes de responderte porque no es tan fácil declinar una invitación como la tuya. Tenía todas las ganas de ir a Salamanca, pero lamentablemente tengo ocupaciones aquí y otros compromisos de viaje. Te ruego que esta vez me disculpes./ No conozco tu poesía. Ya sabes que haypoca comunicación entre España y Latinoamérica. Sin embargo, sé que has hecho trabajos sobre el poeta Gastón Baquero. Si te animas a enviarme algo de tu obra, te lo agradecería. Mi dirección postal es: Av. Universitaria 420 / San Miguel / Lima - Perú
Estuve en España los meses de abril y mayo. Me invitaron a vivir en la Residencia de Estudiantes y a algunos congresos. La pasé muy bien. Además coincidí con la publicación de mi último libro,
La piedra alada, que editó Pre-textos. Estoy sorprendido de lo bien que le ha ido a este libro. Varias semanasha ocupado el primer lugar de ventas, según El Cultural, suplemento del diario
El Mundo. Claro que, como sabes,tener cierto éxito puede ser sospechoso./ Tepido mantenernos en contacto. (Y, por favor, confírmame la recepción de este e-mail)./ Un abrazo./ José Watanabe”.
OTROS POEMAS ANTOLOGABLES
Culpa mía fue no continuar con esa relación inicial, más aún si era pedida por el poeta, siempre austero y pudoroso en todas las manifestaciones de su vida. Pensé invitarlo el año siguiente, pero tuve que pedir un descanso en la coordinación, debido a que quedé exhausto por varios encargos de instituciones españolas y portuguesas. Y cuando en enero comencé a preparar el encuentro de 2007, tuve conocimiento de su grave estado de salud. José murió el 25 de abril de dicho año.
Aquí el listado de su obra poética:
Álbum de familia (1971),
El huso de la palabra (1989),
Historia natural (1994),
Cosas del cuerpo (1999), Antígona (Lima, 2000, versión libre de la obra de Sófocles),
Habitó entre nosotros (Lima, 2002),
La piedra alada (2005),
Banderas detrás de la niebla (2006). Además tiene cuatro antologías:
Path trough the canefields (1997),
El guardián del hielo (2000),
Elogio del refrenamiento (2003) y
Lo que queda (2005). Su
Poesía Completa (2008) está publicada en España por Pretextos.
A modo de homenaje selecciono otros cuatro poemas de dicho libro, especialmente porque no resulta fácil encontrarlos en las muchas antologías de poesía iberoamericana donde aparecen poemas suyos, de otros libros, claro.
LA ÚLTIMA CENA
Yo dispuse sobre la larga mesa los alimentos
de la Pascua.
Soy vieja y sé quién está coronado por la muerte. Era Él.
No me atreví a consolarlo
porque mirando por la puerta la triste noche de Jerusalem
empezó a destazar para sus discípulos
el gran pan
como si fuera un animal de trigo.
Abandoné discretamente el comedor cuando Él decía:
cada pedazo de pan que reciben soy yo.
Uno de los doce preguntó:
¿estás empezando una parábola. Maestro?
Afuera pensé: ¡qué poco avisados sus discípulos
que no ven que el hombre está coronado por la muerte
y que pan o carne es lo mismo!
Cuando se marcharon
mi vecina me acusó de exagerada e imaginera:
Él siempre habla con símbolos, me dijo:
pero en el comedor vacío, entre las migajas y el vino,
percibí el límpido olor de una herida.
JESÚS ANTE PILATO
Como brasa recibida en unas manos
e inmediatamente devuelta, así
quemante
vas.
Ningún poder quiere tocarle, excepto
la insolente muchedumbre. Seducida
grita
que te crucifiquen.
Ahora.
aligerado y puro como pluma puesta de pie,
miras
cómo se cumple el mal: qué pronto
quépuntualmente
los hombres
son turba.
LA CRUCIFIXIÓN
Elevado en la cruz, hijo mío,
te haces cada vez más vertical: tu cabeza
injuriada por espinas
ya toca las más altas nubes.
No te puedo alcanzar, no puedo
cerrar tu herida con mi mano,
y la sustancia dorada
que le dio el Padre
te sigue abandonando por la lanzada.
Al aire han vuelto los olores
de tu nacimiento. Ayniño mío,
crucificado desde siempre,
tu sangre cae
y quema la tierra
y quema los siglos. El tiempo de los pobres
y el tiempo de los reyes.
con su cada hora, tendidos,
están ardiendo a tus pies.
Mañana todo será nuevo,
menos este dolor infinito. Y no hay consuelo,
sólo una pregunta que grito
y acaso Tú reprochas:
EL DESCENDIMIENTO
No otra cosa ha sucedido aquí
que la muerte del hijo de María. Vean:
el cuerpo solo se impone sobre nosotros,
no necesita ninguna otra grandeza.
La ciudad atardece a lo lejos y
a espaldas de nosotros.
Nos sentimos abandonados. La madre.
la que le dio carne,
no madera, no mineral
sino carne.
la más extraña y débil de todas las sustancias, llora
tan desconsolador trabajo.
Sé que ahora me desmienten, pero yo oí la voz
del muerto
susurrando:
subiré hasta mi Padre con este mismo cuerpo, e incorrupto.
¿Incorrupto, y sin sudores ni llagas, otra vez limpia carne
de leche?
Entonces
verdaderamente éste era el Hijo de Dios.
A MODO DE DESPEDIDA
Para mí era necesario hacer hablar a José Watanabe y difundir algunos de los poemas de un libro maravilloso, perfecta ofrenda para el Jesús terreno cuya impronta genera admiración aún es los corazones más duros y en los espíritus más indóciles. Su obra siempre tenía lo mejores comentarios, pero “…el que no fue muy bien recibido a nivel periodístico fue
Habitó entre nosotros, pero yo siento que fue un libro incomprendido, es distinto…”. Aquí salvo la acuciosa crítica que hizo Ricardo González Vigil (“La palabra entre nosotros”, El Comercio, Lima, 2 de enero del 2003).
Y termino recordando que ya antes de dicho libro se percibe cierto interés por lo religioso, como en el poema “El ojo”, de
Cosas del cuerpo: “Pronto se acabará esta noche con su estrella compasiva/ en la ventana/ y tampoco hoy sabrás/ si el ojo que viaja por tus confines/ es el ojo de Dios que observa maravillado/ a cada órgano/ haciendo incansablemente y todavía lo suyo/ o si es el indiferente pero acucioso ojo de la nada”. O también, en el libro posterior,
Piedra alada, en cuyo estremecedor poema titulado “El pan”, recuerda algo de la pobreza de su infancia, pues el padre tuvo que ausentarse de Laredo para escapar de las detenciones a japoneses que fueron expropiados y extraditados a campos de concentración de los Estados Unidos, durante la segunda guerra mundial. Empieza así: “Perdonen que lo diga sin pudor,/ pero mi madre y yo vivíamos en un pueblo/ de hambrunas…”. Al final, mezcla este hecho con una visita del profeta Elías, a quien su madre responde: “Estoy haciendo un pan para mi hijo y yo. Lo comeremos y/ después, con la dignidad de los pobres satisfechos,/ nos moriremos de hambre, dijo mi madre/ en Reyes 17:12”.
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