REVELACIONES DEL AHORA
Que una poeta de decantada y premiada obra como
Delfina Acosta(Asunción, Paraguay, 1956), se reconozca hoy entregada a Cristo es motivo de gozante y doble celebración, bien porque se trata de
un acto de madurez que no admite simulacros de fe y, también, porque su alta poesía se encamina a amplificar el mensaje de Jesús.
Ella ha arrojado el ataúd de su corazón y se ha sumado al Reino que preside el Amado poeta Galileo.
Hace unos siete años que mantengo comunicación epistolar y de correos electrónicos con Delfina, uniéndonos una fe poética inquebrantable. Ahora, tras la lectura de algunos textos en verso y prosa recientes, me atreví a preguntarle por aquello que intuía como un genuino Nacer de nuevo, un renacimiento nunca derivado de veleidades. Copio aquí su respuesta: “Mi cercanía a Cristo data en realidad de hace poco tiempo. En algunas ocasiones,
antes de confiar enteramente en Él, vivía inquieta. Lo mejor de llevar la fe en Cristo es saber que en el mundo tendré aflicciones, pero que en Cristo, Hijo de Dios, puedo confiar, y que Él estará siempre conmigo. Además, sé que hay otra vida después de la muerte, y
no querría vivir separada de Dios teniendo la posibilidad de llegar a Él a través de su Hijo. Con Jesús hallé un excelente estilo de vida, por otra parte. Creo que me hice un poco sabia.
Y, finalmente, entendí que uno viene al mundo para hacer algo que tiene repercusióneterna”.
Estoy presentándoles a una poeta que cuenta con el Premio Nacional “Roque Gaona” y con el Premio del Pen Club de Paraguay, entre otros varios galardones recibidos; a una periodista cultural del principal diario de su país; a una poeta seleccionada en numerosas antologías ‘laicas’ de América latina y Europa, pero que no figura en ninguna muestra de poesía religiosa o mística, y eso que su libro
Versos de amor y de locura (2007) ya acopiaba un atractivo manojo de versos dedicados a Cristo y a su Padre. Aquí un ejemplo de
su valiente connubio con el Galileo, hecho que, por cierto, no sólo no le ha relegado del “escalafón” poético paraguayo, sino que, más bien, le ha aportado más lectores:
EN TU NOMBRE
El pueblo alumbra noches muy serenas,
mas fiada de tus ojos, Jesucristo,
mejor contemplo el viejo firmamento,
el árbol bajo el astro y los caminos.
En noches de neblina yo te veo.
Qué paz, Señor, teniéndote conmigo,
pues eres tú la puerta que me guarda
del mundo que aun afuera es un peligro.
Mas cuánta es mi orfandad si con consejos
o enfados me abandonas. Me encapricho
con tu querer y enojo. Soy la enferma
que sana con la voz del prometido.
Tu pan y tu agua busco noche y día.
Tan sólo en tu belleza ya persisto.
Por eso, apasionada, en ti me lloro
y en ti me alegro si me crucifico.
TRÁNSITO HACIA LA CERTEZA
Éste hacer algo -con repercusión espiritual- difícilmente dejará huellas en el Cuerpo de Cristo si antes no se tuvo dudas. Resulta frecuente que las frenéticas certidumbres degeneren también en súbitos abandonos lacerantes. Por eso
el tránsito idóneo es el rengueante, el que debe sortear amenazas, tentaciones, golpes bajos… Así, primero Delfina fue preguntándose y preguntando sobre el camino que seguía, ¿un camino “de partida o de venida/ es éste en donde estoy desatinada/ con un pañuelo ausente de señal?/ No sé si voy o vengo pues son vagas/ las sombras de los hombres y mujeres/ que dejan tras mis huellas sus pisadas./
Atiéndeme Señor y dime adónde/ bajo el chubasco voy descarriada./ ¿A cuál de tantas puertas llamaré?/ ¿Por quién preguntaré? ¿Seré hospedada/ cuando el relámpago mi rostro alumbre?/ ¿La gente me dará la tibia manta,/ el té, la charla y buena despedida?”.
Preguntar, pedir, interrogar, clamar, reconocer la queja: “De mi costado izquierdo sale un verso/ apasionado y triste que gotea…/
Si el verso hablara a Dios sin una queja”.Si mucho antes de conocer a Jesús, en su primer libro publicado, la poeta lo olía herrumbroso en la cruz, tales versos estaban motivados por su propia desolación confesa. Luego, mientras iba conociéndolo mejor, su poesía -es decir su genuina voz existencial- va mostrando un cambio sustancial, aunque todavía se sabe sedienta porque las aguas (de la respuesta) bajan como resecas:
“Jesús, el de la cruz, que das la espina,/ el de la luz, que mueves a la piedra,/ a ti te pido en esta enferma hora/ para mis sueños mariposas nuevas./
Señor, mi redentor, mi bienamado,/ yo sé en mi petición quedarme quieta/ y va mi voz a ti como al aljibe…”. Pero lentamente su fe fue humedeciéndose y dejando brotar al árbol frondoso de la certeza. Así, ella también dice:
“¡Señor, hoy brotan rosas sin embargo/ de la fangosa tierra de mis dudas!”.
MUESTRA DE VERSOS
En un principio coninfluencias de
García Lorca o de
Neruda, como todo autor que se precie de buscar ser un eslabón irrompible de la larga cadena poética que atraviesa los Tiempos,
la madurez creativa ha permitido que Delfina Acosta demuestre su propia impronta, la cual se sustenta en una métrica exenta de rimas cacofónicas; una impronta con Amor vivificante y con su carnalidad también encaminada hacia lo Divino; una impronta que logra musicar las palabras hasta la conmoción. Sus libros de poesía publicados son:
Todas las voces, mujer... (1986),
La cruz del colibrí (1993),
Romancero de mi pueblo (1998),
Versos esenciales (2001),
Querido mío (2004) y
Versos de amor y de locura (2007).
Y ella dice: “Soy la gacela enamorada ¡Dios!/ de mi nocturno cazador que viene…”. Pues bien, aquí
dejamos constancia de tres estadios del esposamiento de Delfina con Jesús.
LA PUERTA
Cualquiera llama a mi pequeña puerta.
Cenar suelo con reyes y mendigos.
Ay, cómo me atareo en repartir
en dos iguales partes lo servido.
Y es entre gente que a mi casa llega
contándome unos casos divertidos,
cuando me acuerdo yo de tu anunciada
visita, bienamado, y ahorro el vino.
Mi hogar aseo día a día y pongo
sobre la mesa aroma de jacintos.
Mientras te aguardo, ¿quién también te aguarda?
Y si tú llegas, ¿cena quién contigo?
Señor, que me confundes o enterneces
con tus palabras puestas en mi oído.
¿Las cosas que me dices son las mismas
que oyen las otras y les da lo mismo?
ADONAY AMANTE
La primavera tenga piel gitana
y hable Dios con verso apasionado.
De mí no quede ya sino aquel viento
con que voló la alondra de mi canto.
Rugir de mar impuro y marineros
cuya nostalgia culpan a los astros.
Olor a sal, a crisantemos muertos
y a tu partida tuvo aquel verano.
Tan blanca como la mujer más blanca
yo me quedé y un viento desbocado
me descalzó y bajó a mis pies la noche.
El agua entonces era vino amargo.
Mas tengan boca fresca las violetas
y diga la mujer el nombre amado.
Las rosas buscan trenzas que ponerse
y tanto amor, para acostarse, pasto.
LAS BODAS CON JESÚS
¿Faltar a mi deber? Jamás, amado,
pues si te fuera infiel ¿con cuál marido
tendría yo las bodas más hermosas,
que no sean ésas que pasé contigo?
He puesto petición en boca mía,
y tú con pronto sí me has respondido
aquella noche en que cayó el sereno
y había un cielo, y un primer rocío.
Fue desde entonces nuestro amor la casa
donde jamás llegó a nacer un hijo,
ni mundo pasajero techo halló,
aunque la mala gente a vernos vino.
Si bella todavía me encontraran
es porque en buena tú me has convertido.
Queriéndonos la vida es dulce día.
Amándonos la muerte es lar divino.
PROSA PARA UNA DECLARACIÓN DE FE
Delfina Acosta, farmacéutica de profesión inejercida, no sólo es una destacable poeta, sino que tiene publicados dos libros de excelentes relatos
(Guía de cementerio, 2009 y
El club de los melancólicos, 2010), algunos de ellos ambientados en la ciudad de Villeta, donde vivió su infancia y juventud. Ella se considera villetana, aunque nació y vive desde hace décadas en Asunción.
Así también, ella ahora se considera cristiana y ciudadana del Reino, aunque antes viviera por otros caminos. Copio aquí lo que entiendo como una preciosa
Declaración de Fe. La escribió el 18 de abril de 2011 y, aunque extensa, su prístina prosa permite gozar lo que narra desde el corazón:
“JESÚS, DIVINO TESORO
Fue un arte extremo, un terrible arte de la humanidad, tu muerte en el madero, Jesucristo.¿Tenías o no, miedo? Yo no lo sé, pero el caso es que debía concretarse tu martirio para que después los hombres entendieran, que solamente somos gente desamparada, hija de la fe encontrada a la vera del camino.
Ay, tu Padre, el Dios de los mortales, que nos creó a su imagen y semejanza. Si tan solo por unos momentos dejara de esconder su rostro entre la abundancia de las hierbas en el sembrado. De entre la maleza salta la liebre, cubriendo un ángulo, y también las aves de coloridos plumajes, con sus chistidos que provocan susto en el corazón desprevenido. Pero tu Padre no asoma el rostro. Somos muchos quienes queremos saber cuál es su perfil. Él nos muestra los rayos con sus gérmenes de luces en una noche de tormenta espantosa, y nos hace oír el llamado a guerra de los truenos, mas no arrima sus mejillas rosáceas.
Dios creó los cielos y la tierra.Y te creó a ti, Jesús. Y tú, hablabas con la multitud, y obrabas con prodigios, pues sanabas a los enfermos de sus pústulas.Te seguían los oprimidos.Creían en ti. Pero también te delataron. Fue Judas a quien escogiste para que cumpliera en el escenario el personaje de traidor. “¿No he escogido yo a vosotros doce, y uno de vosotros es diablo?”, ironizaste. Judas Iscariote quien luego se ahorcó, arrepentido de haberte vendido por treinta dineros.Yo no sé...Yo no sé, Jesús, qué bella locura has hecho, para que mi corazón te busque en los días de desazón y de amargura.Los poetas no tienen, no tuvieron las palabras que decir al hombre. Y hasta ahora no la encuentran.Tú sí. Y las dijiste sabiendo que eran luz de lámpara que alumbra durante las noches en vela y las fiestas de casorio.
Muchos te olvidan, Jesucristo. Y no los culpo. Es tan pesada la vida, y es tan agria la existencia cuando el dolor llama todas las mañanas a la puerta del hogar donde la olla está vacía y la mesa es solo una metáfora.Tu ministerio fue llevado a los extremos.Suelo oír a los pastores nombrarte, y hablar en lenguas.¿Cómo era tu padre? ¿Te mostraba los trigales del cielo? ¿Te hacía escuchar los compases de lo que luego sería “El himno a la alegría” de Beethoven, a través del sonido que provoca el viento en las varas del bambú?
Juntaste la humanidad sobre tus espaldas. Nadie tan grande como tú. Sarna hay en la lengua de quien te ofende.Tus discípulos te abandonaron en la hora suprema. Pero estaba escrito que así debía ser, pues somos polvo y (también) criaturas asustadas ante un mundo que no nos merecemos.El corazón del hombre está hecho de amargura, de vicios, de egoísmo, y de un poco, solo un poco de amor, cuando la projimidad toca a su puerta. Vuelve tus ojos sobre esta humanidad desamparada que es hija, a veces, del absurdo.Ayúdanos a levantarnos, pues el dolor nos arrastra.Eres hijo de Dios.Nadie como tú, tan grande.
Tu palabra es toda la poesía del universo.Tienes la sal. Y la luz.Y todo cuanto de ti emana, es madera buena y sana para nuestro templo”.
Y ella también dice:“Y fui poetisa y acabé creyendo/ locura la razón de los humanos”.
NOMBRAR A JESÚS NO SÓLO CON EL CORAZÓN
Pensar siempre en el mensaje de Cristo, decirlo a plena voz o enmarcado en un lirismo que también cala en otros pensamientos, para que así vayan abriendo sus corazones. Aquí un poema de Delfina, de principio a fin
impregnado de la enseñanza del Rabí:
PENSAMIENTO
Hay un lejano llanto y un suspiro
por tantas cosas, es decir la vida
que sobre el hombre sin cesar gotea.
Pero también se escucha una oración
de un alma buena que es igual al agua
bebida por el hombre atormentado.
Los astros nos observan silenciosos.
Sellada está la suerte de la mosca
que aquella araña cazará y la flor
de los rosales se ha de abrir entonces.
Un lobo de ciudad aúlla y sube
su triste aullido y otras veces baja
a los difuntos que rezuman polvo.
Con gracia una amarilla mariposa
se posa sobre un solo pensamiento:
“No teman porque yo he vencido al mundo”.
Y ella, a un pastor amigo, le dice:
“Jesús es mi maestro”.
CANTAR A DIOS / ESCRIBIR SOBRE DIOS
Nunca es tarea sencilla escribir Poesía sobre Dios. Y es que no se trata de acopiar palabras embalsamadas o pútridas que aparentan destellar gracias a efímeros barnices grandilocuentes. Después de desechar a dioses muertos de toda laya,
hay que atravesar las membranas de la nebulosa de Dios hasta mensurar sus latidos junto a los poetas que sigue su estela. Por ello, Delfina Acosta esto señala: “Escribir sobre Dios (que no es lo mismo que hacer escritura religiosa) fue tarea, diría yo, hazaña del inmortal lenguaje español, precisamente por las fechas en que Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz ofrendaron los decires de sus sentimientos, de su misticismo,
a Jesucristo…
El alma de un poeta convertido al evangelio tiene la voluntad de recrear su misticismo a través de palabras que suenan amorosamente. No es fácil escribir poesía para Dios”. Tampoco el cántico resulta fácil, pues la misma poeta, conocedora de múltiples desazones, esto anota:“
No se me pasa el alma con suspiros./ La pena es ese pájaro que trina/ sobre una rama y canta, a Dios, divino”.
En otro artículo, la autora paraguaya vuelve a reflexionar sobre los poetas y Dios: “¿Qué tienen que ver los vates con Dios? Pues mucho.
Es la poesía un ensayo de mensaje divino. A través de los versos,
los poetas dejan constancia de su fe. A veces una fe temblorosa, pero fe, al fin y al cabo”. Efectivamente, ella misma antes de su plena aceptación de Jesucristo (como ya confirmamos más arriba), dejaba patente sus propios errores en el cumplimiento de los mandatos de Dios. Sus errores y culpas y deseos de enmienda. Aquí otros tres poemas de aquel periodo anterior al desposorio con Jesús:
MALEZA
Mi alma es una ramerita, Dios.
No quiero amar al prójimo. La fiesta
de la alegría ajena añade gotas/
de hiel al ojo. Crece la maleza/
de mi maldad si otros son felices./
Mi corazón al colmo siempre llega./
Yo peco, sí, yo pronto me extravío./
Me gusta darme al vicio y la pereza.
Yo canto maldiciones en mi cuarto.
El mal hablar de alguna pobre vieja
asmática se eleva por mi voz.
La perdición de otros me contenta.
Pasada ya de copas me derrumbo
sobre mi lecho componiendo un himno:
“Mi Dios, lejano Dios, perfecto Padre,
soy esa oveja que perdió tu Hijo”.
LAS LEYES
Culpable soy. Si solamente atiendo
a mi engañoso antojo que no mira,
ni ve, ni oye, de las culpas libre
estoy. Yo me aconsejo con la prisa
de quien tan sólo divertirse quiere.
De tantos sitios salgo con la risa
horrible de sentirme sana y bella.
Mas hoy subí los muros de la vida
y vi que soy culpable de las faltas
que no se curan. Me encontré vestida
con piojos, sarna y pulgas de las necias.
Perdón, te pido Dios. Si tú me citas,
las aguas de mi río irán en paz
al mar donde se ahogan las malditas
mujeres que las leyes no obedecen.
Yo soy culpable Dios de ser yo misma.
EL ROSTRO DE DIOS
Ayer soñé contigo, Dios. Tú eras
el trueno de las doce y la alta luna
en una vieja noche entumecida.
La fiebre, pobre Dios, se te hizo furia.
Venías a decirme que me di
con mi gorrión amado a alegre fuga.
Y yo ni arrepentida ni miedosa
sentí que no era más tu rosa única.
Oíamos al mar golpear su pecho
contra la blanca estatua de la espuma.
Veíamos el cielo derramarse
como un amor de luz que no se cura.
Por un instante el grillo de una rama
calló a otro grillo de las flores muchas.
Con lámpara en la mano te miré:
¡y vi en tu rostro un llanto de criatura!
SOBRE EL NACER DE NUEVO
Termino con esta presentación. Y termino con su propio decir lo que ella siente al ser cristiana nacida de nuevo. Para ello extraigo algunos fragmentos de otro escrito en prosa, titulado “
Nacidas de Nuevo” y fechado el 7 de febrero de este año:
“Entonces ocurre que la vida transcurre y las cosas no están bien…Y llegaron los otoños y todas las estaciones de la vida se nos juntaron en las pupilas.
Y nos sentíamos vacías. Y ninguna mujer nos parecía tan triste como nosotras, que nos envolvíamos la cabeza con un manto de niebla para salir a la calle.
Entonces algo, un toque de gracia, un último favor de Dios o de Jesucristo, nos iluminó la conciencia… Entendimos la intención de nuestros pasos. No pudimos ser más felices pues la inteligencia nos decía que habíamos hallado la perla que cada individuo ha venido a buscar y encontrar en la Tierra.
Yempezamos a oler a recién nacidas…”.
Y ella, finalmente también dice:
“¡Señor, Señor, se va mi extraña vida / detrás de versos que la lluvia lee!”.
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