INMENSA POETA DE CRISTO
Un trabajo duro es la Poesía. Y más si en sociedad se la presenta como Cristiana, sin ambages. Una de esas trabajadoras del reino fue
Esther de Cáceres (Montevideo, 1903 – Rianxo, Galicia, 1971), poeta y ensayista uruguaya que decía:
¡ay, Cristo vivo, Cristo derramado,/ glorioso Cristo Hermano!
Respetada como grande voz de la lírica místicatanto por Juan Ramón Jiménez como por Gabriela Mistral, Premios Nobel de Literatura de aquende y allende las orillas del castellano, lo cierto es que el olvido ha crecido inmerecidamente sobre su nombre y obra. Entiendo que tal ‘ocultamiento’ hoy nada le importaría, pues ya entonces su preocupación primera fue ocuparse y preocuparse en que nadie olvide a Jesús:
Para que olvido y sueño
no tiendan sobre el Huerto
su noche de violetas,
las antiguas raíces
siguen bebiendo
cáliz de vida, de agonía, de muerte
bajo la tierra
y llegan a la luz en flores tensas,
en grises hojas de olivar sediento.
Y Cristo, siempre Cristo, pero sin estridencias, como en el poema “Canto del Espíritu Santo”,aparecido en la cantata
Cruz y Éxtasis de la Pasión (1937): “Fuego de la vida llama/ más acá de tu montaña/ –Como el paso de un navío/ es silencioso mi paso./ ¡Y no hay río que me ciña/ después de la noche larga!// Tú voz a través del aire/ paloma de soledad/ tranquila sobre mi alma”. Y Cristo, siempre Cristo, como en otro poema de la cantata:
SE ACERCA LA VOZ DE CRISTO
En la noche vencida
Tu voz.
Tu amor canta
Por las tristes criaturas de Dios.
Tu amor canta
A través del opaco dolor.
Tu amor canta
En la noche vencida
Tu voz.
EXPLICACIÓN DE SU DESAPEGO
Conmueve la unidad de lo bien escrito por Esther de Cáceres,
su médula resplandeciente. No son palabras que se disipan al instante; tampoco se desmoronan como tantas obras de evidente endeblez. En una entrevista radial que le hiciera Domingo Bordoli, la poeta comentó el por qué no se prodigaba en difundir su obra: “No sé mucho de mis lectores. A las dificultades de difusión de libros, y sobre todo de los libros de poesía, tan propias de nuestro medio, se agrega en mi caso una inhibición natural para ocuparme de tal difusión.
Creo que esta actitud está vinculada no solo a mi más hondo ser, sino al carácter de mi obra, y, además, a una influencia fundamental en mi formación: la de María Eugenia Vaz Ferreira, de quien quisiera ser digna discípula. En ella
aprendí el desapego con respecto a la popularidad, de las preocupaciones del escritor profesional. Cuando examino esta actitud, si por un momento me llega la tentación de juzgar tal desapego como exagerada prescindencia del lector, una breve e intensa evocación me reconforta. Recuerdo a aquel artesano de la Edad Media que labraba, con amoroso y lento cuidado, una flor en la aguja de una torre gótica. Como alguien le urgió, explicándole que era inútil esmerarse tanto ya que nadie podría ver desde el suelo lejano la labrada flor,
el escultor contestó con estas palabras, que pueden ser la mejor doctrina sobre la preocupación fundamental del artista: a esta flor, desde arriba, la ve Dios”.
Y Cristo, siempre Cristo:
¡Yo en la Cruz, Tú en mi Cruz, crucificado!
En mi mano clavada
con la mano de Cristo tu fiel mano.
¡Ay, dulce compañía!
¡Ángel, Custodio, Hermano!
PRIMERA MUESTRA ANTOLÓGICA
Contestando a una encuesta que le hicieran desde el diario El País (Montevideo, 22 de junio de 1958), y ante la pregunta sobre la reforma que más admiraba, Esther de Cáceres no duda:
“La reforma suscitada por el advenimiento del Cristianismo”. Aquí el listado de sus libros de poesía:
Las ínsulas extrañas (1929),
Libro de soledad (1933),
Los cielos (1935),
Cruz y Éxtasis de la Pasión (1937),
El Alma y el Ángel (1937),
Espejos sin Muerte (1941),
Concierto de Amor (1944),
Mar en el mar (1947),
Concierto de Amor y Otros Poemas (1951),
Paso de la noche (1957),
Los cantos del destierro (1963),
Tiempo y abismo (1965) y
Canto desierto (1969). En todos ellos se encuentra obra cristiana, aunque en los tres últimos, además de
Cruz y Éxtasis… es donde mejor y más profunda es su entrega. Adelantamos cinco primeros poemas.
AL CORAZÓN DE CRISTO
Arpa de sangre
tendida en los umbrales de mi vida
como un arpa mendiga hacia mi sangre.
Si en tus cuerdas secretas
el Espíritu tañe
arpa mendiga, corazón mendigo
de Jesucristo, arpa de fuego y sangre
mi corazón se abre
y los dos corazones
hacen arder el aire.
Tañe el Espíritu sobre sangre y sangre:
¡Rey y mendigo; ya te doy mi sangre!
SÚPLICA EN EL DESIERTO
¡Ay, Cristo del desierto,
ardiente como un salmo!
¡Dame tus manos,
para que con mis manos
encuentren el remanso
del sangriento costado
y entremos en el sueño
del desierto apagado!
PAUSA EN EL MONTE CALVARIO
Sobre un aire de amapolas
Cristo duerme.
Las nubes vuelven su cara
a los remotos jardines
del cielo.
Toda la sangre es un sueño
de amapolas y de niebla;
y el silencio se detiene
en cálices de sediento
misterio.
Bajo alas de sombra y sueño
la tierra desnuda espera
que Él despierte.
EL CORDERO
Dulce cordero blanco
descendido a la tierra oscura y grave
donde pacen y sufren
estaciones y tiempos y trabajos:
¡Apáganos el llanto!
¡Dulce Cordero Santo
sacrificado y blanco!
¡Apacigua la sangre
del herido rebaño!
Tierno Cordero Santo
lejano, inmóvil, plácido:
¡Déjanos descansar
en tu misterio blanco!
PRÓLOGO DE LA MISTRAL
Del extenso prólogo que la chilena escribiera para su libro
Concierto de amor y otros poemas, que la editorial Losada publicara en Buenos Aires, extraigo un sustancioso fragmento: “Tiene Esther
la ambición socarrada de los místicos: ella querría volver al primer estado y restaurar en sí la gran fechoría. Esta fue y sigue siendo el separar en nosotros el Universo del Creador y nuestras obras visibles del núcleo oculto y sobrenatural.
Todos querríamos hacer a semejanza del Maestro Primero y que nos salieran de las manos enhollinadas que son las nuestras las albas reales, las tardes idénticas, la fresa de tocar y oler y el pájaro en pleno vuelo.
Cuando el Evangelio y sus creadores detestan a los tibios, tal vez su indignación también comprende a los que se desentienden de la lucha adamita que busca y muda por hallar o recobrar, que resopla sobre la vieja fragua, y apura los crisoles para la reconciliación de los metales divorciados.Ya en
Espejo sin muerte, Esther de Cáceres
nos llegó podada de sobras y reducida a la espina del alma: aquello era un sartal de breves poemas religiosos, una confesión entrecortada de experiencia mística… Su alma me importa tanto como su arte, y nos hemos quedado esperando el resto del suceder íntimo, siempre el primero entre cuantos zarandean nuestras pobres vidas…”.
Y Cristo, siempre Cristo:
Mis ojos abandonan
los mármoles que el Tiempo marchitó.
Miran Número y Norma;
sueñan la alta Columna
de Jesús,
mientras crece a lo lejos
un himno de columnas
despiertas en la Luz.
EL PASO SILENCIOSO DE LA POESÍA Y DE LA ORACIÓN
Aquí su concepción de la labor poética: “La poesía libre de las circunstancias, como la poesía pura; el arte libre de las circunstancias, como una creación plástica constructivista, tienen un valor social infinito por su poder de repercusión en las almas, allegándolas a su misterio, a su más alto destino. En este sentido,
creo que mi acción cultural se dobla con el paso silencioso de mi poesía, tal como el paso silencioso, escondido y trascendente de la oración”.
AMISTADES (Y UNAMUNO)
Amplia sería la nómina de dilectas amistades y de pensadores a quienes admiraba esta mujer, a su vez profesora de Literatura, doctora en Medicina, Miembro de la Academia Nacional de Letras (entonces también la primera uruguaya en ser Miembro Correspondiente de la Real Academia de la Lengua); fundadora y directora del Museo Torres García; Premio Nacional de Literatura en 1933, 1934 y 1941; agregada cultural en Washington; amiga de Juana de Ibarbourou, Rafael Dieste (en cuya casa gallega falleció), Enrique Casaravilla Lemos, Juan Parra del Riego o Delmira Agustini. Y entre sus devociones, como lectora de prosa, ella misma dejó bien claras sus preferencias, en la encuesta de 1958: San Pablo, Pascal y Unamuno.
Hay un testimonio muy cercano sobre su amor a los demás, de su misericordioso corazón. Es de la periodista Marta Behrens, amiga y cuñada de la poeta: “Ella, siendo tan religiosa -aunque la gente piensa que la religión sofoca y contrae-, era la mujer más libre de espíritu que ustedes se puedan imaginar. Si no hubiera sido así, no habría sido yo como su hermana, dado que solo me casé civilmente, porque me casé con un divorciado...”.
¡Pero volvamos a Unamuno! Para la uruguaya, Unamuno era uno de sus autores predilectos. Lo cual es de destacar, pues aún en tiempos difíciles para la figura del vasco de Salamanca,
cuando en su España se le censuraba todo lo posible, por obra y gracia de la jerarquía católica en fértil connubio con el ‘dictadorsito’, Esther de Cáceres estuvo por Salamanca, recorriendo los lugares unamunianos y en compañía de Felisa de Unamuno, pues la hija del rector le había invitado. Entonces, año 1964, ella escribió el poema
“Letanía de los ojos”, para conmemorar el centenario de su maestro en agonías.
SEGUNDA MUESTRA ANTOLÓGICA
En la encuesta de 1958, y ante la pregunta sobre su ideal de felicidad terrenal, Esther de Cáceres contestó:
“Vivir el Reino que se nos ha prometido, y que debe comenzar aquí, fundado por nosotros”. Aquí les anoto otros cuatro poemas suyos.
LA PRECIOSA SANGRE
¡Sangre de Dios vertida
sobre cruz y sudario entre relámpagos!
Mi sangre entristecida
cruza noches de sangre por buscarte
en sus manos, sus pies y su costado
-¡transfigurada floren cada llaga!
Hasta sentir en escondido pulso
cómo ya cantan juntas
-sola flor rutilante
entre los más oscuros pétalos de la noche
mi solitaria, mi sedienta sangre
con tu Preciosa Sangre
vueltas hacia su Fuente originaria.
CORONA
Sobre el silencio en cruz
Y el marfil de la frente
¿quién teje esta corona
y la deja punzando
en las sienes del Tiempo?
A LA LLAGA DEL COSTADO
Canto el costado abierto
donde remotos cálices
de pasión y de sombra
recogen mi secreto.
¡Santo costado, espejo
escóndeme en tiniebla
la imagen de tu herida
en mi costado abierto!
LETANÍA DE LA SANGRE
Paso de Cristo
¿qué sangre vas dejando
por las piedras oscuras
todavía?
¿por los jardines tristes
todavía?
¿en la sangre del Tiempo
y en mi sangre,
cuando desconocidas
huellas
dicen tu ser de generosa sangre
sobre el dulce misterio morado
de las algas?
SENTIR, PENSAR LA SOCIEDAD
Para concluir, quizá interese saber algo del pensamiento con relación a cuestiones que mucho interesan siempre. Profunda ensayista, esto dijo en la entrevista de Bordoli:
“Hay una crisis espiritual, moral y cultural que aparece a través de múltiples y crecientes signos, y que yo percibo en la decadencia de estilos sobre todo. Esta decadencia está en todas partes, y seguramente es el resultado de la civilización homicida que todos padecemos y de la que todos somos responsables.
Una civilización en que el concepto de persona humana, el respeto por la persona humana se ha degradado como consecuencia de un naturalismo invasor que viene de lejos pero que se hace cada vez más álgido. En lo social es la pérdida del sentido del bien común, la crisis del humanismo, de la encarnación,
la idolatría de la técnica, la sensualidad del poder, la sensualidad de poseer”.
Y Cristo, siempre Cristo:
¡No en un almendro en flor!
¡Eres Tú mismo en flor!
-Llaga y costado en flor
Tu Cruz, árbol en flor...
y tu flor, mi alma en flor!
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