La Bibliaes, al mismo tiempo, temporal y eterna. Temporal porque lo narrada en ella aconteció en momentos y geografías específicas, sus personajes vivieron contextos culturales irrepetibles. Es eterna porque hombres y mujeres de muy distintas épocas se han mirado en sus páginas, se han identificado y hecho suyas sus enseñanzas y promesas.
La Bibliatiene un poder que ningún otro libro ha logrado alcanzar en la historia de la humanidad.
Las narraciones bíblicas nos capturan y, difícilmente, podemos mantenernos indiferentes a ellas. El poder de interpelación constante es lo que hace a cada generación de lectores de la Palabra verse inmersos en la trama que se desarrolla desde Génesis hasta Apocalipsis. Una lectura integral de la Biblia, es decir, la que involucra nuestro intelecto, corazón y voluntad no puede dejarnos indemnes, sino que nos deja improntas imborrables. Porque “la Biblia como Palabra de Dios viene al encuentro del ser humano a interrogarnos sobre nuestra autenticidad, sobre la justicia, la integridad y la calidad de vida que hay entre nosotros. La Biblia tiene el potencial de llamarnos a una vida auténtica, Pero la voz de la Biblia va más allá de los individuos. En la Biblia, Dios como Señor hace un reclamo para una vida de justicia y solidaridad en todas nuestras relaciones: familiares, sociales, ecológicas, políticas”.
[i]
Es cierto que Las Escrituras nos dan respuestas acerca de cuestiones pequeñas y de otras que son de enorme trascendencia. Igualmente las preguntas que incisivamente hace nos involucran necesariamente en responderlas, y de la respuesta que demos a ellas depende el lugar que hemos escogido para situarnos ante la Revelación del Señor. Uno de esos cuestionamientos lo encontramos en la pregunta que el Señor le hace a Caín sobre lo acontecido a su hermano Abel (
Génesis 4:9). En el asunto está involucrado más, mucho más, que un terrible asesinato, porque “obviamente, este relato hace un reclamo a todo acto de violencia entre los humanos. Ante las diferencias ideológicas, interpersonales, familiares, la pregunta nos interpela: ‘¿Dónde está tu hermano?’ Sobre esta pregunta es que se basa toda discusión ética. ¿Es nuestro hermano quien es diferente a nosotros debido a su color, clase social, idioma, orientación sexual, edad, género, cultura, religión? ¿Dónde situamos a quien es diferente? ¿Es nuestro hermano si lo convertimos en no-persona? Todas las injusticias que hay en la experiencia humana entrañan una respuesta negativa a esta pregunta. Alguien ha contestado, ‘fulano o fulana no es mi hermano’. De ahí la pertinencia de este relato como lección ética”.
[ii]
Otra pregunta, ésta en el Nuevo Testamento, provoca en quien se adentra en la narración de
Marcos 4:35-41 a no quedar neutral. La pequeña sección que descubre cómo Jesús calma una impresionante tormenta, ante la cual sus discípulos se sienten a punto de morir ahogados, concluye con una interrogante que mutuamente se hacen los aterrados pasajeros en la barca: “Ellos estaban espantados y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?” Los lectores de hoy no estuvimos ahí, pero de todos modos nos vemos impelidos a dar una respuesta a la pregunta de Marcos.
El milenario libro, la Biblia, nos inquieta, nos conmueve de pies a cabeza. Es prácticamente imposible pasar sus páginas sin que en ellas se quede algo de nosotros, y/o que ellas se impregnen en nosotros para dar otro sentido a la vida. La poeta Myriam Moscona ha expresado bien la singularidad de la Biblia, al resaltar la simbiosis que infinidad de lectores establecen entre su propia condición y lo leído en hojas que trascienden la tinta grabada en ellas:
Todas las pasiones humanas, de las más rastreras a las más gloriosas, sucesos de tintes fantásticos, realidades crudas, verosímiles o no, se explayan después de la letra “beth” con que comienza el Génesis dentro del llamado Libro de Libros. Amor, guerra, sublevación, desobediencia, rencor, venganza, lealtad, rebeldía, justicia, erotismo, odio, traición, locura, erudición, enfermedad, perdón, desasosiego, pariduras extraordinarias, fertilidad del desierto, resequedad de la tierra, quebrantamiento de la fe, asesinato, robo, incesto, adulterio, catástrofes naturales, transgresión, mentira, engaño deseo prohibido, sangre, huida, injusticia divina, robo de la clase política, carencia, riqueza desmedida, triunfo del débil, vicio, saciedad, ambición de poder, espiritualidad del arte, matrimonio por conveniencia, exilio, orfandad, violación, destrucción masiva, arquitectura ilusoria, idolatría, odio al padre y a la madre, traición entre hermanos, poesía, el mal por el mal, superioridad de la mujer, gula, divinización del hombre, estulticia, veneración al cuerpo, hambre, olvido masivo, exceso, enfermedad, triunfo satánico, gracia divina: todo está allí, en un
thriller extraordinario escrito por generaciones de escribas, poetas y profetas […] Lo que se ofrece en la Biblia sigue con claridad nuestra miserable y gloriosa naturaleza capaz de construir las más bellas catedrales o las más vergonzosa realidad contra el semejante. Espejo de nuestra condición. Una razón más para leerla con o sin motivaciones religiosas.
[iii]
Enorme es la lista de autores y obras que se han inspirado en la Biblia para escribir poemas y narraciones, que trazan paralelismos espirituales y éticos con muy diversos contextos históricos y culturales. Uno de esos esfuerzos literarios que elabora todo un panorama narrativo a partir del original bíblico (
los capítulos 37 a 50 de Génesis), es la monumental tetralogía de Thomas Mann,
José y sus hermanos, publicada entre 1933 y 1942. El poder de la novela de Mann descansa en la narrativa bíblica, que nos presenta a José dispuesto a perdonar y reconciliarse con sus hermanos quienes en el pasado se confabularon para asesinarlo. ¿Y nosotros a qué estamos dispuestos frente a los que han buscado nuestro mal?
En México dos grandes escritores recientemente tomaron secciones bíblicas para reelaborarlas, y reivindicar el poder de sus historias y poética. Vicente Leñero, que en 1979 publica la novela
El Evangelio de Lucas Gavilán (la cual sigue la estructura del tercer Evangelio y la contextualiza en México), ha realizado un tratamiento literario a las parábolas de Jesús en el libro
Parábolas: el arte narrativo de Jesús de Nazaret.
[iv]Su intención va por el lado de poner juntas esas narraciones, y cotejando varias traducciones, reescribirlas sin intentar explicarlas. Leñero considera, creo que acertadamente, que las explicaciones rebuscadas distraen a los lectores de la intención original de Jesús al contar sus historias llenas de elementos de la vida cotidiana.
Para lograr lo anterior, reescribió “los textos en el castellano que se habla en México, fundiendo en una sola parábola —en un solo cuento— las dos o tres variantes que en ocasiones proponen los evangelistas. Hay parábolas que transmiten los tres; hay otras que sólo consignan dos, y varias que únicamente aparecen en uno de los sinópticos. Lejos de deformar el estilo que subyace en lo profundo de las distintas versiones, la pretensión narrativa intentó ponerlo de manifiesto, acentuar sus peculiaridades, devolverle su sencillez y su naturalidad”.
[v] Obviamente no se trata de sustituir a las parábolas bíblicas con las versiones que propone Vicente Leñero, sino de recuperar la fuerza literaria de las narraciones de Jesús.
Por su parte el muy reconocido poeta
José Emilio Pacheco ha ensayado, me parece que con encomiables resultados, una versión del
Cantar de los cantares como si éste fuese una representación teatral y en un género que llama “el poema en prosa”.
[vi] Nos dice José Emilio. “Ningún poema tan célebre como el
Cantar de los Cantares, el
Cantico Canticorum, título que a su vez interpreta el nombre hebreo
Shir Hashshirim. No existe un texto más misterioso ni más fecundo en las lenguas europeas. En la española ha inspirado las obras maestras de San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Francisco de Quevedo y los traductores bíblicos Casiodoro de reina y Cipriano de Valera”.
Sí, la Palabra es ímpetu narrativo, conmovedora poesía, propuesta ética, páginas que leemos y nos leen al mismo tiempo, espejo que nos devuelve la imagen de lo que somos. Pero sobre todo es luz en la oscuridad (
Salmo 119:105), sin ella nos extraviamos. Nos examina para reconstruirnos sobre nuevas bases: “la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón” (
Hebreos 4:12).
[i] Edilberto López,
Cómo se formó la Biblia, Augsburg Fortress, Minneapolis, 2006, p. 10.
[iii] “La Biblia: espejo de nuestra condición.
Thriller de probada actualidad”, en
El Ángel, suplemento cultural de
Reforma, 4 de abril de 2010, p. 4.
[iv] Editorial Planeta, México, 2009.
[vi] El Cantar de los Cantares. Una aproximación de José Emilio Pacheco, Ediciones Era-El Colegio Nacional
, México, 2009, p. 12.
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