Introducción
1. Dios Creador - Dios Libertador
2. Letra que mata
3. Evolución y sentido
4. Variación y selección
5. Extinción
6. Racismo
7. Creación hoy
INTRODUCCIÓN [1]
En mi corta trayectoria como científico evangélico, me han llamado particularmente la atención dos grupos de personas con gran interés en discutir acerca de la idea de un Dios Creador.
Unos son los ateos (yo fui uno de ellos). Para este grupo, uno de los argumentos fundamentales de su fe (en la no-existencia de Dios) es que las descripciones científicas de los orígenes del universo y de la vida no se asemejan en nada a los relatos bíblicos sobre la creación, los que son descalificados como fábulas antiguas sin valor histórico ni científico.
El otro grupo (enemigo acérrimo del primero) asegura que dichos relatos bíblicos son completamente exactos en todos sus aspectos, por lo que cualquier descripción científica que no calce con ellos debe estar necesariamente equivocada. Estos son los “creacionistas”.
Parecen bandos opuestos y, sin embargo, piensan igual: la relación entre las descripciones científicas y los relatos bíblicos de la creación es un aspecto fundamental de su fe en la existencia o no existencia de un Dios Creador.
Muchos equívocos subyacen a este pensamiento. Revisaremos algunos de ellos, concentrándonos específicamente en el popular debate en torno a la evolución.
1. DIOS CREADOR - DIOS LIBERTADOR
Entonces pronunció Dios todas estas palabras diciendo:“Yo, Yahveh, soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre” Éxodo 20:1-2
[2].
Aunque los cristianos leemos estas palabras de Éxodo como introducción a los diez mandamientos, para los judíos ÉSTE es el primer mandamiento. Se trata, nada menos, que de la presentación de Dios. ¿Quién es Dios, entonces? Pues es el libertador de Israel.
En el Antiguo Testamento, Dios es fundamentalmente el que da libertad a Israel. Asimismo, la infidelidad de Israel a su Dios es vista como la causa de que dicha libertad se vea amenazada. Los diversos relatos de creación deben verse desde esta perspectiva. Como señala el teólogo Hans de Wit
[3], las imágenes que usan estos textos para representar la creación son muy diferentes unas de otras y, sin embargo, todos hablan de liberación. Un ejemplo tomado de Isaías
[4]:
Así dice el Dios Yahveh, el que crea los cielos y los extiende,
el que hace firme la tierra y lo que en ella brota,
el que da aliento al pueblo que hay en ella, y espíritu a los que por ella andan
Yo, Yahveh, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé,
y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes,
para abrir los ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso,
de la cárcel a los que viven en tinieblas. Isaías 42:5-7
Las imágenes muchas veces fueron tomadas de mitos preexistentes. Abundan las serpientes gigantes, como Rahab, Leviatán y la serpiente huidiza. La estructura básica de los mitos de la creación del mundo provenientes de Mesopotamia y Canaán, consiste en la lucha y posterior victoria del dios principal sobre su adversario, el monstruo de los mares o de los ríos. En Mesopotamia, Marduk vence a Tiamat; en Canaán, Baal vence a Yam y Nahar. Luego del triunfo sobre el monstruo, el dios principal procede a establecer el orden cósmico. En los escritos hebreos, la destrucción del monstruo es símbolo de liberación, como en este pasaje que se relaciona con el Éxodo:
¡Despierta, despierta,
revístete de poderío, oh brazo de Yahveh!
¡Despierta como en los días de antaño,
en las generaciones pasadas!
¿No eres tú el que partió a Ráhab,
el que atravesó al Dragón?
¿No eres tú el que secó la Mar,
las aguas del gran Océano,
el que trocó las honduras del mar en camino
para que pasasen los rescatados? Isaías 51:9-14
En los relatos de creación que encontramos en Génesis (1:1-2:3 y 2:4-2:25) también pueden identificarse elementos liberadores para la época y cultura en que fueron escritos. Por ejemplo, el mito de creación babilónico (el
Enuma Elis) otorgaba carácter divino a los reyes y además enseñaba que los seres humanos habían sido creados para ser esclavos de los dioses. De este modo, se establecía una inamovible jerarquía que permitía que el ser humano común fuera esclavizado por los dioses-reyes. Por el contrario, Génesis 1 enseña que todos los seres humanos, varones y mujeres, están dotados de igual dignidad (imagen de Dios) y que tienen pleno derecho a gozar de todos los bienes de la Creación.
No es el caso analizar en detalle los primeros capítulos de Génesis ni su carácter mitológico
[5]. Lo que es esencial destacar aquí es que Génesis 1 y todos los pasajes bíblicos referidos a la creación, son relatos llenos de sentido que nos enseñan acerca del propósito de la creación y de nuestra propia existencia y de los cuales podemos extraer principios esenciales para nuestra relación con Dios, con nuestro prójimo y con toda la creación.
2. LETRA QUE MATA
Sin embargo, todo esto se pierde de vista en el debate entre creacionistas y ateos, quienes sólo leen la letra del texto y no exploran su significado. En este confuso debate, se supone, primeramente, que el libro de Génesis es un solo relato lineal que va desde Génesis 1:1 hasta el final. Lo que se discute, entonces, es la exactitud histórica de ese único relato. Ésta es una aproximación ingenuamente errada, puesto que no da cuenta de la estructura ni del proceso de formación del texto ni de las intenciones de sus primeros autores.
Se pasa por alto, por ejemplo, que Génesis tiene dos relatos independientes de la creación. El primero cubre Génesis 1:1 - 2:3 y culmina con:
Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó; porque en él cesó Dios de toda la obra creadora que Dios había hecho.
En Génesis 2:4 empieza otro relato:
Esos fueron los orígenes de los cielos y la tierra, cuando fueron creados.
La palabra hebrea “toledoth”, en lugar de “orígenes”, significa más bien “descendientes”; literalmente, “engendramientos”. Es la misma palabra que se usa en los pasajes que anuncian el inicio de las historias del hijo de Taré (Abraham; Gén. 11:27) y del hijo de Isaac (Jacob; Gén. 25:19). Del mismo modo, Génesis 2:4 nos anuncia el inicio de la historia de los hijos de la tierra. Inmediatamente, surge una contradicción cronológica con Génesis 1:
El día en que hizo Yahveh Dios la tierra y los cielos...
Se habla sólo de un día y no de siete. Luego, el orden de creación cielos-tierra > hombre > vegetación > animales > pareja humana no coincide con Génesis 1. Además, la escala espacial es diferente. Génesis 1 es un relato cósmico mientras que Génesis 2 alude a un lugar geográfico específico.
Cualquier intento por hacer calzar estos dos relatos será inútil o llevará a elucubraciones, tan insostenibles como interminables, en torno a detalles no escritos que permitirían armonizar a medias el cuadro. Este tipo de lectura no sólo oscurece el sentido del texto, sino que convierte a la Biblia en un incoherente “libro de ciencias”
[6]. Todo esto, sin considerar que la omisión de alguno de los relatos o la adición de detalles no escritos serían supuestamente inadmisibles en una lectura protestante de la Biblia, debido a los principios fundamentales de “sola scriptura” y “tota scriptura”.
Que las fases y cronologías de la creación varíen tan sustancialmente entre los distintos relatos, implica que esto no debe haber incomodado a los autores ni a los compiladores de los escritos hebreos que algún día conformarían la actual Biblia. Los detalles espacio-temporales que ocupan a creacionistas y ateos no eran de importancia en aquellos tiempos antiguos. Lo esencial, insistimos, era el sentido del relato
[7].
3. EVOLUCIÓN Y SENTIDO
Mientras que el sentido (lo teleológico) es lo central en los relatos bíblicos, la ciencia moderna -que dio a luz la teoría de la evolución- se interesa en otros aspectos. “La ciencia moderna busca relaciones, pues en su explicación de la realidad busca la ley que gobierna los fenómenos, aquella relación constante y necesaria entre ellos. Es una ciencia absoluta, matemática, mecanicista y ateleológica”
[8].
Se trata de una descripción de cómo ocurren los fenómenos. No aborda cuestiones de sentido como “por qué” o “para qué”. Por eso, nuestros problemas empiezan cuando nos ponemos a hacer lecturas teleológicas de las teorías científicas.
Así, no hay que perder de vista que la teoría de la evolución es simplemente un intento de describir “cómo” se origina un cierto hecho
[9]. Este hecho es la evolución, la que puede definirse como un proceso que da como resultado cambios heredables que permanecen en una población
[10] a lo largo de generaciones. Desde el punto de vista científico, este proceso no persigue un objetivo determinado; simplemente ocurre como consecuencia de dos tipos de fenómenos, los que tocaremos aquí de manera hiper-simplificada.
4. VARIACIÓN Y SELECCIÓN
En primer lugar, están los procesos que generan variaciones en el material genético de una población; la base de estos procesos es la mutación. En segundo lugar están los procesos que reducen estas variaciones genéticas; el más importante de ellos (y el peor entendido) es la selección natural.
La mutación es una modificación azarosa de un gen que genera una nueva versión del mismo. A lo largo de las generaciones, este gen alterado puede desaparecer (lo más probable) o puede aumentar su frecuencia en la población, dependiendo de qué tan prolífico sea el linaje de los portadores del nuevo gen. En esto consiste, básicamente, la selección natural. Al observar este proceso, da la impresión de que el medio ambiente estuviera “seleccionando” los genes que hacen que la especie sea más exitosa para reproducirse, mientras elimina los otros.
Al referirse a esta “selección” efectuada por el medio, a menudo se habla de la “supervivencia de los más aptos”. Éste es un doble error. La selección depende mucho más del éxito reproductivo que de la capacidad de supervivencia de los individuos. Por ejemplo, existen especies con enormes descendencias en las que sólo una pequeña proporción de individuos sobrevive hasta la edad reproductiva; pero esto basta para preservar la especie.
Por otra parte, la expresión “más apto” es muy ambigua y se ha dado para interpretaciones lamentables. Por ejemplo, muchos partidarios y detractores de la evolución la ven como un proceso de creciente perfeccionamiento. Esto no es ni puede ser correcto. No puede serlo, porque equivale a decir que la evolución trabaja con el fin último de generar especies más perfectas. Ésta es una afirmación teleológica, no científica, y que, de tomarla en serio, nos obligaría a inventar criterios para discriminar entre especies más o menos perfectas y -lo más funesto- a hacer lo mismo entre las razas humanas.
En sentido evolutivo, dicha “aptitud” sólo podría referirse a la capacidad para dejar una descendencia viable que le permita a la especie permanecer en el tiempo. Además, si la evolución fuera un continuo perfeccionamiento, las especies actuales serían “más aptas” que las extintas. Sin embargo, si ponemos a cualquiera de las especies de mamíferos actualmente existentes (entre ellas, la nuestra) en el ambiente terrestre de hace cien millones de años, seguramente tendría tantos problemas de adaptación que no tardaría en extinguirse.
Así como el medio ambiente parece “seleccionar” ciertos cambios genéticos en las especies, los organismos vivos también hacen lo suyo con el ambiente. Un ejemplo dramático son los sustanciales cambios experimentados por la composición de la atmósfera primitiva después del surgimiento de la vida en la Tierra. Esto habría llevado a la posterior “selección” de las variantes genéticas que llevaron al surgimiento de los actuales linajes respiradores de oxígeno, entre ellos el nuestro.
De este modo, el proceso de selección implica una relación de reciprocidad entre los organismos vivos y el medio, en el que ambas entidades se mantienen acopladas, mientras cambian de manera continua e interdependiente
[11].
Según este modelo, podríamos decir que un linaje es “apto” mientras es capaz de mantenerse acoplado con su ambiente. La ruptura de este acoplamiento implicaría la extinción del linaje.
Autor: Felipe Elgueta Frontierse tituló con distinción como Bioquímico en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Concepción, Chile, en 1998. Poco después obtuvo el título de Profesor de Química en la misma universidad. Paralelamente, estudió diversas disciplinas musicales y empezó a trabajar como traductor en los ámbitos de la ciencia y la educación. Tras haber adherido al ateísmo, en 1999 se convirtió a la fe cristiana gracias al contacto con miembros de la Iglesia “Puerta del Rebaño”.
[2]Las citas bíblicas fueron extraídas de la Biblia de Jerusalén.
[4]Pasajes similares de creación-liberación se encuentran en los Salmos y los profetas. Véase, por ejemplo, Salmo 74 y 89 e Isaías 40:21-23 y 51:9-11.
[7]Como ejemplo del pensamiento de aquellos tiempos, podemos citar la descripción que hace John Wilson de la cosmología egipcia. Él señala que mientras nosotros intentamos captar el mundo “en un solo cuadro”, un mismo habitante del antiguo Egipto no tenía ningún problema en adoptar simultáneamente diversas representaciones del universo.
Frankfort, H. & H.A, Wilson, J.A., & Jacobsen, T (1958). “El pensamiento prefilosófico. I. Egipto y Mesopotamia”. Brevarios del Fondo de Cultura Económica, páginas 65-66. [10]Grupo de individuos de una misma especie.
[11]El concepto de acoplamiento estructural es descrito claramente en:
Maturana, H., y Varela, F. (1984). “La deriva natural de los seres vivos”, Capítulo 5 de “El árbol del conocimiento”. Editorial Universitaria, Santiago de Chile.
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