Pérez Alencart, profesor de Derecho del Trabajo en la Universidad de Salamanca y presidente adjunto de la Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos, es un poeta ampliamente conocido a nivel internacional y galardonado con tantos premios que por sí solos cubrirían las páginas de este artículo. En toda su obra destaca la riqueza lingüística y la perfecta combinación de los distintos recursos poéticos.
Si es cierto que la poesía es la plegaria más profunda del ser humano, como dijo el argentino Leopoldo Lugones, Alencart toma prestadas las manos de Alberto Durero y en cada uno de sus libros eleva una oración a favor del hombre y de las flores, de las montañas que anduvo en su Perú natal y de los llanos en la Castilla que ahora pisa.
En poesía Alencart ha publicado unos doce libros, algunos de ellos traducidos a numerosos idiomas: portugués, inglés, ruso, japonés, italiano, estonio, árabe, serbio, francés, croata, búlgaro, holandés, vietnamita, alemán, indonesio, rumano, tailandés, turco, filipino y coreano. No tengo noticia de poeta alguno contemporáneo, de los que se expresan en la lengua de Cervantes, que haya sido tan traducido como Alfredo Pérez Alencart.
CARTOGRAFÍA DE LAS REVELACIONES, bellamente ilustrado con pinturas de Miguel Elías, también profesor en la Universidad de Salamanca, es estímulo y lección de vida. Es mundo vivo de reflexión e inducción al conocimiento de personas, amigos, familiares, países y cosas.
Partiendo de un verso de Miguel Hernández, AQUÍ ESTOY PARA VIVIR, Alencart escribe un largo poema. En una de sus estrofas leemos así:
Y aunque por tu cárcel voy a entristecerme
y aunque a tu sufrir yo vaya a consolar, debo seguir
cantando a la vida renegrida, hermosa a pesar de los tragos
amargos, de las estocadas o de las pústulas que manan
del hueso antiguo de Caín.
Otro gran poeta nacido en Francia, Alfonso de Lamartine, dijo que en el principio de todas las cosas grandes hay una mujer. Pérez Alencar lo cree como cree los profundos misterios divinos. En todos sus libros hay referencias a la mujer, a una mujer, la suya, Jacqueline. Amado Nervo esperó a la muerte de su amada, la francesa Ana Cecilia Luisa Daillez, para reconocerla públicamente. En vida la mantuvo alejada de la sociedad, casi escondida.
Alencart, no.
En todos sus libros hay algún poema, alguna alusión, alguna referencia a Jacqueline. En CARTOGRAFÍA DE LAS REVELACIONES le dedica todo un cuadernillo compuesto por ocho poemas.
En el primero, titulado MUJER DE OJOS NEGROS, le canta con esta música de palabras:
Mujer de ojos extremos: soy todo convulsión
durando en músculos de flamígero presidio; soy el juzgado
y condenado cuando me ausento a veces por el otro
tiempo de la manzana; soy el ángel rehabilitado
que te sigue con su ala de amor, gentileza
contra los bárbaros; soy el que desdeña pertenencias
que no hacen falta, manos en ardimiento,
violín flotando por aguas amargas, por soles trizados
pero siempre a tu lado, a las veintitrés lunas de tus huesos,
a tus noches henchidas quedándose para que bese
tus sueños y cosquillee tu torso hasta volverte
gacela del Líbano viniéndome cuidadosa.
Con una voz personal que recuerda las melodía de Garcilaso, Pérez Alencart dedica en este libro cálidos versos a escritores que fueron o son amigos, a los diez rumbos del viento, a los días que marcan las agujas del tiempo y a países de la América hispana que le son queridos.
El francés Max Alhan, premio ANTONIN ARTAUD de poesía, dice en la solapa del libro que “Pérez Alencart nos llega como un testimonio de lo sagrado y aún tiende a sacralizar lo profano. Su diversidad y su resonancia humana caracterizan esta poesía cuyos recursos aparecen sin cesar con sorpresas infinitas. No olvidemos esta voz: escuchémosla, resonará durante mucho tiempo en nosotros mismos”.
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