El pasado año hemos asistido a la publicación de una nueva traducción de la Biblia en español o castellano. Se trata de la Biblia VidaAbundante.En efecto, la
Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente (Tyndale House Publishers, Illinois, Estados Unidos, 2010) es un trabajo de equipo en el que se ha dedicado alrededor de una década y ha sido elaborado por un grupo de más de cincuenta eruditos evangélicos en diferentes especialidades, entre los que se encuentran teólogos, traductores, lingüistas, filólogos, correctores de estilo y de gramática, tipógrafos y editores, principalmente. Asimismo, han participado varios ministerios, una asociación y dos editoriales (Asociación Luis Palau, Tyndale y Unilit). Por fin podemos disponer, en nuestro idioma, de una traducción de la Biblia que garantiza fidelidad al propio texto bíblico, por encima de políticas editoriales o intereses doctrinales que han querido imponerse al consenso, al rigor y a la excelencia, a cualquier precio.
Si la meta de la traducción bíblica pretende exponer al lector contemporáneo con precisión el significado, la designación y el sentido, de los manuscritos en hebreo, arameo y griego, que más se acercan a los inexistentes originales, el resto de los propósitos nunca ha debido prevalecer porque deslegitima el anhelado producto final.Porque esto último es lo que ha venido sucediendo con las versiones, revisiones y traducciones de los denominados “textos sagrados” en las últimas décadas, especialmente a partir de 1960 y siempre aludiendo, entiéndase, a la lengua castellana -o española, si se quiere-.
En este esfuerzo traductor de la “Nueva Traducción Viviente” (NTV) se evitaron imposiciones personales o de índole teológico, incluso denominacionales, porque todo fue sometido a la supervisión de un “Comité de Traducción de la Biblia” que contrató a especialistas de muy diversas tendencias evangélicas. De este modo, el objetivo del equipo de trabajo estuvo centrado en presentar el texto bíblico en consonancia con lo que pudo representar el manuscrito original en su tiempo y en su contexto -algo que asumen todas las revisiones y traducciones pero que no suelen conseguir de modo fidedigno-. Cada libro, vetero o neotestamentario, fue asignado a tres personas expertas en el mismo o en su autor (personas que denominamos “criterios de autoridad” en la materia) y, posteriormente, el resultado de ese esfuerzo riguroso fue remitido al traductor principal correspondiente que revisó y propuso un primer borrador, al cual siguieron análisis exegéticos y de estilo para, en un posterior estadio, volver a ser revisado todo de nuevo por el “Comité de Traducción de la Biblia” y así dar por válido cada versículo. Se buscó claridad y se logró. De esta forma se evitaron errores de exégesis y se conservaron las formas esenciales de los textos bíblicos. Se combinaron los dos tipos de traducción de la Biblia más usados: equivalencia formal (de tipo literal, término por término) y equivalencia dinámica (de tipo funcional, idea por idea). Así conserva la cosmovisión del pensamiento en el tiempo de la narración.
Esta edición ya había siso elaborada en inglés, New Living Translation (Tyndale House Publishers, 1996), en una fase primigenia susceptible de ser mejorada (2004) y tras una actualización final (2007); lo que nos da una idea aproximada del rigor y la búsqueda de la excelencia para la gloria de Dios y el beneficio espiritual del ser humano; al contrario de otros intentos que han antepuesto el afán por recaudar fondos de un grupo reducido -aunque influyente- al amparo de una casa editorial señera y si sobraba algo, para la supuesta honra divina.
La versión en nuestra lengua tuvo sus inicios en el año 2001 y se basó en los mismos principios del trabajo ya realizado en el idioma inglés. Uno de los cambios que nos pueden llamar la atención es el abandono de la fonetización
Jehová, incorporada en la primera traducción de las lenguas originales al castellano (Casiodoro de Reina, 1569) y aplicada al tetragrámaton YHWH, por “el SEÑOR” en versalita, aunque en contadas ocasiones se empleó la transliteración Yahveh cuando el nombre divino aparece junto al de otros dioses. El término griego “Cristo” (PD4FJ`l) que designa “el Ungido” ha sido traducido por la voz hebrea “Mesías” (forma griega del arameo y del hebreo m'shîhã)cuando el receptor del mensaje era judío y se mantiene el sustantivo helenizado ante la audiencia no hebraica. Lo significativo es que ninguno de los cambios analizados afecta a las doctrinas fundamentales: deidad de Cristo, trinidad, concepción virginal de María, soberanía de Dios, resurrección corporal, salvación, justificación o regeneración. Las modificaciones no pretenden innovar, sino actualizar y contextualizar, ni siquiera buscan la originalidad o las extravagancias, propias de las tendencias teológicas liberales, que tanta confusión han traído a los movimientos evangélicos y a los nuevos creyentes, llevándoles al desánimo ante tanta afluencia de versiones.
La antigua versión de Casiodoro de Reina (1569) fue mejorada, revisada y ordenada, por Cipriano de Valera (1602) en un minucioso trabajo que le llevó dos décadas. Aproximadamente veinte años lleva también quien suscribe nutriéndose, aprendiendo, enseñando y elaborando ensayos sobre los textos hispánicos de esta versión denominada “Reina-Valera”. En este estadio y después de haber leído y estudiado, no sólo las versiones y revisiones (1862, 1909, 1960, 1975, 1995, 2000), sino de haber diseñado y elaborado un proyecto de doctorado en Filología hispánica,
puede afirmarse sin rubor que después de la revisión Reina-Valera de 1960 no se había elaborado ninguna edición susceptible de ser tan exhaustiva, rigurosa y completamente fiel a lo que cada autor quiso expresar a los contemporáneos a quienes iba dirigido el mensaje lingüístico -de contenido espiritual- y ajena a los intereses editoriales o comerciales, incluso doctrinales o denominacionales.
Es más, se han realizado muchas publicaciones al amparo de inclinaciones más bien oscuras o al gusto del editor de turno, auspiciadas por recursos que respaldan o editando a bajo costo versiones muy particulares en países de frágiles o emergentes economías; además, algunas de éstas han estado subvencionadas con fondos procedentes de entidades no evangélicas. O se han incorporado los libros apócrifos aludiendo al valor del texto Reina-Valera pero realmente ha sido desestimado con las nuevas revisiones y ediciones (Casiodoro de Reina los tradujo en el orden alejandrino que es el mismo de la Biblia Vulgata Latinay Cipriano de Valera los incorporó al final del Antiguo Testamento, con una nota preliminar que advertía de este tipo de literatura deuterocanónica, no inspirada). De hecho, los frutos de estas controversias originadas por las “ediciones-exprés”, “a la carta” y “al mejor postor”, han dividido al protestantismo español y se han hecho no pocos guiños al ecumenismo -en ocasiones al amparo de ese dinero de las arcas mencionadas- y a la teología liberal.
No se desestima la presencia de ciertos criterios de autoridad, enarbolados por personas con nombre y apellidos que han aportado luz y conocimiento -cuando no sabiduría- porque han buscado fidelidad en las ya muchísimas ediciones posteriores a 1960; lo que se pretende es advertir, con una llamada de atención muy seria, de las diversas intenciones y de los diferentes recursos económicos que han respaldado y sufragado las mentadas publicaciones.Por un lado, hemos echado de menos en las constantes ediciones a lingüistas de reconocido prestigio y a especialistas tanto en las lenguas originales (hebreo, arameo y griego) como en Filología hispánica y a personas muy bien formadas en Traducción e Interpretación, así como a equipos de trabajo que representaran al amplio espectro evangélico; antes bien, hemos asistido, como espectadores y testigos pasivos, a publicaciones realizadas por determinada institución o denominación parapetadas tras una casa editora que representa y defiende intereses institucionales o empresariales, así como también comprobamos trabajos supuestamente lingüísticos supervisados por especialistas en materias que nada tienen que ver con la Lengua española, proyectos mal terminados o hechos con mucha prisa -sin el reposo y el rigor que estas materias precisan- por la dichosa urgencia materialista que este mundo contemporáneo nos ha insuflado, cayendo estas ediciones en la trampa de la misma “comida-rápida”.
Ya advirtieron autores de la talla de César Vidal, Pablo Martínez Vila, Wenceslao Calvo, Margarita Burt y otros acerca de estos temas que tratamos o de la aparición de biblias Reina-Valera que manipulaban ahí cuando convenía y modificaban al gusto, deteriorando y corrompiendo el mensaje de la Palabra de Dios. De igual forma advirtió quien esto escribe, en algunos artículos publicados en esta revista digital (números 250 y 255 de 2008), acerca del institucionalismo denunciable y del espíritu del Iscariote dentro del protestantismo español.
En la traducción que tratamospodemos observar que las notas a pie de página aclaran las propuestas o modificaciones, además de ser muy útiles para facilitar la comprensión lectora y éstas también se añaden cuando se excluye un pasaje que aparece en el texto griego (Textus Receptus).
Para el Antiguo Testamento se usaron los escritos masoréticos de la Biblia hebrea (versión
Biblia Hebraica Stuttgartensia, 1977) que es una actualización de la
Biblia Hebraicade Rudolph Kittel (Stuttgart, 1937). Hubo estudios comparados -serios- con los manuscritos del Mar Muerto, la
Septuaginta (LXX) y diversos manuscritos griegos, el
Pentateuco samaritano, la
Peshitta, la
Vulgatay materiales textuales que aportaron claridad al significado de los “hapax legomena” o pasajes controvertidos de difícil interpretación. Para el Nuevo Testamento se tomaron, como referencias, las dos traducciones más empleadas:
Greek New Testament (SBU, 4ª edición revisada, 1993) y
Novum Testamentum Graece (Nestle-Aland, 27ª edición, 1993) que representan el mismo texto aunque difieren en algunos aspectos. Sin embargo, cuando las evidencias obligaban a decantarse por una de estas dos ediciones la traducción que hoy respaldamos prefirió desestimarlas y buscar alternativas en manuscritos antiguos (a mi modo de ver, uno de los grandes aciertos de esta Biblia
Vida Abundante). No obstante, siempre han quedado reflejadas estas variaciones en las notas.
En la “Introducción a la Nueva Traducción Viviente” el Comité de Traducción de la Biblia refleja no poca humildad al señalar las imperfecciones y limitaciones de esta edición, aunque confiesa haber buscado “la guía y la sabiduría” de Dios para llevar a cabo este excelente proyecto; algo que faltó en algunos trabajos de la “Reina-Valera” a partir de 1960. La simple humana sabiduría y el siempre escaso conocimiento humano no sirven para otorgar credibilidad a los esfuerzos; sólo la divina sabiduría y la guía de Dios permiten alcanzar un objetivo como este, que llega a nuestras manos y en nuestra lengua: la Nueva Traducción Viviente.
Como filólogo considero que ya se ha logrado un trabajo que nos acompañará las próximas décadas y que es susceptible de ser mejorado; en la función docente propongo esta traducción para cotejar con la revisión Reina-Valera de 1960 y, en calidad de ministro de culto, ya he invitado a varias comunidades a tener esta Biblia Vida Abundante como libro de lectura devocional y para profundizar, porque es susceptible de tener en cuenta que la sencillez y la claridad que aportan, invitan a realizar lecturas continuas de muy fácil comprensión que evitarán, a la postre, la tan aludida falta de entendimiento.
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