Extranjeros y peregrinos, en busca de una patria que no es terrenal pero que existe y se ha hecho presente definitivamente en y por Cristo. Eso dice
Hebreos 11:13-14. Esto vino a mi mente y corazón al leer lo escrito por
Javier Aranda Luna en el prólogo a una obra por ser publicada:
“No es una locura imaginar que la verdadera patria de los pueblos protestantes sea un libro, la Biblia”.
El libro para el que Javier escribió el prólogo es de mi autoría, lleva por título
La Bibliay la iconografía heterodoxa de Carlos Monsiváis. Será presentado en el marco del Coloquio Internacional Historia, Protestantismo e Identidad en las Américas, el 7 de octubre, a las 18:30 horas, en la Iglesia metodista, Gante 5, en el Centro Histórico de la ciudad de México.
Javier Aranda Lunaestudió periodismo en la UNAM. Escribe en la sección de cultura de
La Jornada. Es autor de
Biblioteca personal, 51 escritores (Editorial Cal y Arena), conductor de programas televisivos culturales, en los que frecuentemente entrevista escritores y se ocupa de recomendaciones bibliográficas.
Reproduzco el prólogo de Javier, y le doy las gracias porque sé que lo escribió bajo grandes presiones laborales y compromisos por cumplir.
JAVIER ARANA: PRÓLOGO
A estas alturas
quedan claras varias cosas después de la Reforma Protestante.Que Martín Lutero ha sido el mayor promotor de la lectura de todos los tiempos. Que los pueblos con mayor número de lectores promedio son principalmente aquellos donde el protestantismo se asentó (Japón es caso aparte). Que las comunidades protestantes le llevan una ventaja de doscientos años a las católicas en materia de lectura pues realmente empezaron a leer de manera significativa a partir de la Ilustración. Que también los países con mayor arraigo protestante son en general más desarrollados económicamente y con las sociedades democráticas más sólidas. No sólo eso, el ejercicio de la crítica literaria profesional puede decirse que es un producto de la cultura protestante por el hábito de leer directamente la Biblia y tener una interpretación personal de todos los libros que la conforman.
No es una locura imaginar que la verdadera patria de los pueblos protestantes sea un libro, la Biblia. Enesa patria nació Carlos Monsiváisuno de los críticos más agudos del México contemporáneo a quien tuvimos el privilegio de conocer.
Sus lecturas multiculturales de la política y la sociedad en donde se cruzan el cine, la música culta y popular, la poesía de Octavio Paz, la prosa deslumbrante de Martín Luis Guzmán con las canciones de José José, la investigación erudita y el rumor de la calle son producto de esa visión protestante de entender y conectar al individuo con su historia y su comunidad.
Su solidaridad, su lucha por las causas perdidas o difíciles, su militancia contra la intolerancia, la explotación, la injusticia en realidad son la consecuencia obvia de su formación religiosa. Puede decirse que su crítica mordaz contra los abusos del poder como los feminicidios o los crímenes de odio son ante todo un asunto de ética, de una ética protestante llevada hasta sus últimas consecuencias.
Sólo así es posible entender su apoyo irrestricto a casi todas las minorías: los indios, las mujeres, los sindicatos independientes, las sociedades protectoras de animales, los refugios de niños con sida, los disidentes políticos, los homosexuales y naturalmente las comunidades protestantes perseguidas aun en nuestros días en zonas tan intolerantes como la de San Juan Chamula donde se impide la educación pública a niños con creencias diferentes al catolicismo.
Hace algunos años me invitaron a dar una conferencia en Ixmiquilpan, Hidalgo, en el paupérrimo Valle del Mezquital para apoyar a una comunidad protestante hostigada por grupos católicos extremistas. Cuando Monsiváis se enteró de que había ido me reclamó que no lo hubiera invitado para ir a apoyarlos. No se vale, me dijo, la próxima me invitas.
Cuando uno lo visitaba en Navidad o Semana Santa era común escuchar en su casa —que era una biblioteca de poco más de cuarenta mil volúmenes— Gospel, himnos, estribillos y el Mesías de Handel que seguramente aprendió desde niño.
Como le gustaba jugar con su memoria y su inteligencia un día le propuse a Carlos Monsiváis un ejercicio singular: yo tomaría una antología de poemas, la abriría al azar y el tenía que decirme quién era el autor de los versos mientras yo los leía.
De los catorce poemas que empecé a leer no tardó en identificar a cada uno de sus autores. No sólo eso, cuando yo leía por ejemplo el segundo o el tercer verso el continuaba recitando entre dientes los versos que seguían. No pasé de catorce porque después quise hacer algo similar con una Biblia. Después de que identificó un salmo y un versículo de los evangelios abandoné la empresa. Ese día me enteré que sabía de memoria todos los Salmos, casi todo el libro de Proverbios y no pocos pasajes bíblicos. También ese día me dijo que la mejor traducción al español de la Biblia era la traducción de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera porque su sonoridad rescataba la música del Siglo de Oro español. Picado por su contundente afirmación le pregunté a Octavio Paz, otra inteligencia notable de nuestra cultura cuál era para él la mejor traducción de la Biblia al español: la de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, me dijo y me informó que lo mismo pensaba Antonio Alatorre, un especialista en la literatura del Siglo de Oro.
Hace tiempo Carlos Martínez García se ha dedicado a investigar, me parece, lo que podríamos llamar “el código genético de Carlos Monsiváis”a partir de estas líneas:
Mi madre puso de su parte mi nacimiento, mi primera formación, mi capacidad de pelearme en vano, mi primer amor por los libros… Mi verdadero lugar de formación fue la Escuela Dominical.
Y lo que ha encontrado Carlos Martínez García es la enorme presencia de la cultura protestante en los textos de este escritor: de su autobiografía precoz hasta sus crónicas reunidas en
Apocalipstick, pasando por
El Nuevo Catecismo para indios remisos. El único libro de ficción escrito por Monsiváis.
Ahora que Carlos Monsiváis ya es sus lectores, los textos de Carlos Martínez García reunidos aquí, contribuyen a una lectura más completa y gozosa de las crónicas y ensayos de este cronista que nos hizo mirar al mundo con un ligero aumento de luz.
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