Una vez más
El País me ganó por puesta de mano, al dar el sábado 10 de setiembre la noticia de la muerte de Eugenio Nida, un evangélico ilustre que pasó a la presencia del Señor a fines del mes pasado. Le perdonamos al autor del obituario, traductor Pollux Hernúñez, que haya escrito que Nida “fue ordenado sacerdote baptista”, pero agradecemos que nos haya recordado que
“cientos y hasta miles de millones de habitantes del planeta pueden leer hoy ese libro (la Biblia) en su lengua de cada día, aunque ignoren que es gracias al empeño de un hombre del que seguramente nunca han oído hablar: Eugene Nida (Oklahoma, EE.UU, 1914), fallecido el 25 de agosto”.
De Nida se puede decir que de tanto traducir la Biblia se volvió uno de los mayores expertos mundiales en el arte y la ciencia de la traducción en general, cuyo nombre se asocia a tratados científicos como
Teoría y práctica de la traducción que escribió con Charles R. Taber (Madrid: Editorial Cristiandad, 1986), a gran cantidad de Manuales para traductores de la Biblia y a nuevas ediciones de los textos griego y hebreo de la Biblia.
Según cuenta Nida en una página autobiográfica en el
International Bulletin of Missionary Research (Abril de 1988), desde la edad de cuatro años quiso ser misionero. Se graduó en Griego, lenguas extranjeras y ciencia, por la Universidad de California en Los Ángeles, en 1936: ”Con la idea de que iría al África pensé que sería necesario aprender algunas lenguas extranjeras, de allí mi interés en las lenguas y la lingüística.”
Lo invitaron a participar en el Instituto Lingüístico de Verano (ILV), una ONG cristiana, al servicio de las necesidades lingüísticas de los pueblos, con vistas a la traducción de la Biblia. Fue al norte de México para servir entre los indios Tarahumara. De allí en adelante todos los veranos entre 1937 y 1953 participó en el ILV. Continuó sus estudios de Maestría en Griego del Nuevo Testamento y se doctoró luego en Lingüística en la Universidad de Michigan, en 1943. Aquel mismo año fue ordenado pastor de las Iglesias Bautistas Americanas (del Norte), entró a trabajar en la Sociedad Bíblica Americana y se casó con Althea Sprague, su compañera de aventuras por cinco décadas.
¡Y qué aventuras! Escribía Nida en 1988: “Durante los siguientes cuarenta y dos años Althea y yo hemos tenido el privilegio de trabajar en unos ochenta y cinco países, fundamentalmente ayudando a misioneros y nacionales en la traducción de la Biblia. Esto incluye ayuda en la elaboración de alfabetos, análisis de complejas estructuras gramaticales, trabajo en diccionarios, organización de comités (de traducción), provisión de ayudas para la comprensión del significado de los textos griego y hebreo, conferencias en institutos de capacitación y universidades. Además una buena parte del tiempo se ha invertido en escribir libros y artículos sobre lingüística, comunicación, antropología, aprendizaje de lenguas y misiones.” Su esposa Althea falleció en 1993 y en 1997 Nida se casó con la Dra. Elena Fernández Miranda, lingüista y traductora quien le sobrevive.
En la segunda parte del siglo veinte hubo una explosión en el número de traducciones de la Biblia a lenguas de minorías, y a veces de mayorías, étnicas en Asia, África y América Latina. En muchos casos se trataba de lenguas que no tenían todavía alfabeto, ni mucho menos diccionarios o gramáticas. Nida estuvo presente cuando se formaron las Sociedades Bíblcas Unidas en 1946 y fue un consultor permanente de esta entidad que ha sido la principal promotora de traducciones de la Biblia.
El contacto de Nida con cientos de traductores y misioneros lo llevo también a percibir la gran necesidad de despertar y cultivar la sensibilidad cultural en ellos, para que pudieran realizar mejor su tarea.
Se hizo muy consciente de los problemas de sentido de superioridad cultural que tenían los europeos y norteamericanos pese a sus buenas intenciones de servir, y la necesidad de ayudarlos a superarlos. En 1954 escribió con esa finalidad su libro
Customs and Cultures (Costumbres y culturas) y en 1960
Message and Mission (Mensaje y misión) que llegaron a ser verdaderos best-sellers en el mundo de habla inglesa. Combinando perspectivas desde la antropología, la lingüística, la teoría de la traducción estos libros claros y amenos ayudaron a miles de misioneros a mejorar. Las Sociedades Bíblicas Unidas publicaron en 1998 su libro
Significado y diversidad cultural con William D. Reyburn como coautor. Este libro está aun disponible en librerías evangélicas.
En el campo de la lingüística y la traducción la gran contribución de Nida ha sido lo que se conoce como el principio de la “equivalencia dinámica”. La nota de
El País lo explica así: “Entrelazando disciplinas (lingüística, sociosemiótica, antropología, lexicología, teoría de la comunicación) Nida establece el principio de la equivalencia dinámica (o funcional),
es decir, el equilibrio entre la comprensión del contexto del original y su correlato en la lengua traducida, teniendo siempre en cuenta los parámetros culturales del lector.” Nida aplicó este principio no sólo a la traducción a nuevas lenguas sino también a nuevas traducciones en lenguas como el inglés o el castellano. Así surgió la versión de la Biblia que en castellano conocemos como
Dios Habla Hoy o
Versión Popular. Por ejemplo, en la versión Reina Valera la traducción literal de Lucas 24:13 dice “Y he aquí dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén”. La versión
Dios Habla Hoy usando la equivalencia dinámica dice: “Dos de los discípulos se dirigían aquel mismo día a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén”.
En la nota autobiográfica ya mencionada que se llama “Mi peregrinaje en la misión”, Nida hace referencia a los muchos descubrimientos y lecciones que aprendió en sus recorridos por el mundo. Uno tiene que ver con el poder transformador de la Biblia: “Ha sido un privilegio darse cuenta que el mensaje de las Sagradas Escrituras es ciertamente el mensaje más importante y significativo para el día de hoy. Ver como una traducción clara e inteligible de la Biblia tenía un efecto transformador sobre un hippie psicológicamente perturbado, sobre un intelectual orgulloso y sobre una comunidad indígena oprimida y deprimida en los Andes, me hizo percibir que no hay sustituto real para estas buenas noticias.”
Dice también “Tal vez uno de los descubrimientos más positivos ha sido el hecho de que hay grandes almas en todo tipo de iglesia, incluyendo un canónigo anglicano en Africa Oriental, un indio quechua pentecostal en las alturas andinas, un arzobispo Católico romano en Italia y el líder de una iglesia separatista en Zaire. Habiendo sido maldecido y amenazado por fanáticos católicos en América Latina, fue para nosotros una revelación participar en comités internacionales en los cuales los participantes católicorromanos nos dieron los mensajes devocionales más significativos e inspiradores.”
Una lección que trató de comunicar en sus libros para misioneros la resume así: “Otro descubrimiento en este peregrinaje personal en las misiones ha sido el darse cuenta de que lo que realmente cuenta no es lo que hacemos
por las personas sino lo que hacemos
con las personas… La gente local puede siempre hacer más de lo que pensamos nosotros los que venimos de fuera.” Y agrega luego: “¿Es posible que nuestra falla más crucial en el estudio de las misiones sea la tendencia a pasar por alto la dimensión espiritual? Con demasiada frecuencia nos concentramos en organizaciones, tácticas, estructuras y programas; y muy rara vez hablamos de devoción personal, vida desinteresada, apertura espiritual y conducta santa.”
Termino con la nota final del obituario en El País: “Se va un gran pensador de la traducción, pero también un hombre generosísimo, bondadoso, sencillo, cortés, que cultivaba rosas en su jardín y amistades por donde iba. Hablaba español que aprendió en México, y otra media docena de lenguas. Murió con 96 años en su casa de Madrid, horas antes de recibir las pruebas de su último libro.”
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