¿Cuál fue la religión de Shakespeare? ¿Tuvo acaso alguna? ¿Participó, como dicen algunos, de la concepción pesimista de la existencia que su contemporáneo Marlowe llevó al teatro, convirtiéndolo en un tribunal donde desnudaba al hombre de toda su responsabilidad espiritual? ¿Fue, por el contrario, el continuador digno de Dante y de Santo Tomás en aquella época renacentista en que, por decirlo con Parkes, “uno de sus caracteres principales fue la aparición de actitudes naturalistas en conflicto agudo con las actitudes seguidas por la religión tradicional?”
[1].
Las ideas religiosas de Shakespeare, sus convicciones espirituales, su fe en el más allá, forman en conjunto un tema que los críticos y biógrafos del poeta eluden en su mayoría o no tratan con la debida precisión.
Aún está por hacer este trabajo en la vasta bibliografía shakespeariana. Es cierto que
se han llevado a cabo algunos estudios imparciales para esclarecer las ideas religiosas de Shakespeare, pero estos estudios no abordan el problema en toda su amplitud. E “independientemente de estas investigaciones de laboratorio están las preocupaciones de grupos que podemos llamar trascendentalistas. No es el texto ni la letra lo que les interesa. Lo que quieren es dar a Shakespeare un sentido. Su instrumento de investigación no es la lupa; es la imaginación, la intención, el simbolismo, la teología. Interpretan las obras a la luz de los misterios o de los símbolos cristianos; el pecado, el sacrificio, la redención, la gracia. Hacen de Shakespeare un anglicano, un católico, un humanista cristiano, un maniqueo, o le prestan, por el contrario, una concepción trágica del destino humano, incompatible con la noción de Providencia y de un Dios personal”
[2].
La crítica victoriana ha creído ver en las obras de Shakespeare un sentimiento nacional con la independencia
protestante que le es característica. Autores ingleses, americanos y algunos franceses hacen a Shakespeare ya miembro de la Iglesia Anglicana, ya hugonote, puritano y hasta calvinista; pero los argumentos que presentan para apoyar sus suposiciones son muy pobres.
En España, Río fue el primero en sostener seriamente el
catolicismo de Shakespeare en 1864, opinión que han compartido otros muchos escritores españoles, entre ellos Astrana Marín y Ballester Escalas. Del mismo parecer fueron Chateaubriand en Francia y autores católicos en Inglaterra. El padre Bowden refuerza sus argumentos en este sentido diciendo que un tío de Shakespeare, Edward Arden, fue condenado a muerte por “papista” y que su mismo padre fue acusado de no haber abandonado del todo la religión antigua.
No es éste lugar adecuado para discutir el problema de la religión en Shakespeare. Necesita el tiempo y el espacio que no podemos darle aquí. Aclarar cuáles fueron las ideas de Shakespeare, y más que las ideas sus convicciones íntimas, pasando por encima de las opiniones propias y de los sentimientos personales, en un plano de absoluta imparcialidad, con objetividad histórica y crítica, es labor de años y exige una conciencia muy recta, libre de prejuicios.
A nosotros –si cuenta en algo nuestra modesta opinión- nos es muy difícil conciliar el catolicismo de Shakespeare con sus ataques a la religión católica y a sus más altas personalidades.
[1] Citado por Jean Paris, ob. cit., pág. 20
[2] Véase Roy W. Battenhouse: MEASURE OF MEASURE AND THE CHRISTIAN DOCTRINE OF THE ATONEMENT.
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