¿Es posible hoy patentar genes animales o humanos? ¿se ha llegado a patentar seres vivos? ¿es esto ético? Si Dios es el único dueño de la creación, ¿puede el hombre reclamar la posesión absoluta sobre animales o plantas?
Según la actual normativa de patentes, el hecho de descifrar, reproducir y manipular el material genético de los organismos se entiende como algo que es posible patentar. Por lo tanto, se conceden patentes biotecnológicas por descubrir ciertos genes e, incluso, organismos vivos, variedades o especies enteras.
Hoy resulta posible patentar genes humanos y especies de animales o plantas. Desde que en 1980 el Tribunal Supremo de los Estados Unidos dictaminó que cierta bacteria del género
Pseudomonas, manipulada genéticamente para eliminar el petróleo de las mareas negras, podía ser patentada, muchos países industrializados han venido concediendo patentes sobre todo tipo de seres vivos, así como de material biológico procedente de seres humanos.
Se ha llegado al extremo de que con sólo describir la composición química o la función de un determinado segmento de ADN, ya es posible declararse como su “inventor”, patentarlo y exigir derechos sobre la utilización que de él se haga y sobre todos los organismos que lo presentan. ¿Es esto éticamente correcto?
Si se siguen aplicando los derechos de propiedad a organismos que se emplean para cubrir las necesidades básicas de la vida, como alimentos y medicinas, ¿no se está impidiendo que millones de criaturas necesitadas tengan acceso directo a ellos? ¿por qué tienen los agricultores de los países pobres que pagar cada año por plantar las mismas semillas que han venido usando durante siglos? ¿acaso porque ahora han sido manipuladas para dar mejores cosechas y la patente la tiene determinada multinacional?
A pesar de la respetabilidad que merece el concepto de “propiedad intelectual” y de que esté amparado por las leyes, ¿es moralmente aceptable este nuevo colonialismo tecnológico?
No es lo mismo ser el dueño de una cosecha, que pretender el monopolio absoluto de las semillas de trigo y de su descendencia en todo el mundo y para siempre. ¿No es esto algo tan inaceptable como pretender derechos de autor porque se ha hecho una estupenda fotocopia de la Biblia? ¿tanto privilegio da descifrar los secretos de la vida? Alterar la composición genética de un ratón, sea con la finalidad que sea, no es lo mismo que “inventarlo” por primera vez o crearlo a partir de la nada.
Los seres vivos no son un invento del hombre, sino de Dios.
No obstante, algunos autores creen que patentar la secuencia de bases de un gen humano no atenta contra la dignidad del hombre o la inviolabilidad del patrimonio genético de la humanidad.
Se defiende, en este sentido, que patentar un gen humano no es lo mismo que patentar a un hombre. Esto último sería por supuesto éticamente inaceptable. Nadie podría decir jamás algo así como: “usted me pertenece porque yo he patentado sus genes”. Sin embargo, cualquier patente génica puede no suponer en la práctica más que los derechos para fabricar un determinado fármaco.
De cualquier manera,
para evitar que la inmoralidad de ciertas biopatentes reduzca la vida a un mero producto mercantil y degraden a las propias sociedades humanas, será necesario establecer unos criterios internacionales basados en el respeto a todos los seres vivos, considerándolos como patrimonio común de la humanidad.
Terminamos aquí la serie sobre biotecnología. Les recomiendo, no obstante,
leer el artículo que remató al anterior serie sobre “Manipulación genética”, titulado: La `gen-ética´ a la luz de la Biblia. Sus ideas son igualmente aplicables al debate ético sobre biotecnología.
Si quieres comentar o