El acontecimiento más importante en la historia de la Iglesia CR del siglo XX (1962-1965) es todavía objeto de discusión en los círculos CR. ¿Se trató de un acto progresista o tradicionalista? ¿Tuvo la intención de reformar la Iglesia o de reforzarla? ¿Estaba centrado en la doctrina o tuvo una orientación más pastoral? ¿Qué es más importante, sus documentos o su “espíritu”? ¿Fue principalmente un “evento” o inició un “movimiento”? Estas son algunas de las preguntas que todavía hoy se formulan y la forma en que se contesten no es solamente un asunto académico, sino algo que tendrá graves consecuencias en el conjunto del proyecto CR en el mundo global.
EL VATICANO II SEGÚN “LA IZQUIERDA” Y “LA DERECHA”
En términos generales, hay dos principales escuelas de pensamiento. Por comodidad las llamaremos “izquierda” y “derecha”.
Por una parte está la escuela interpretativa que contempla al Vaticano II como una ruptura con la actitud CR antigua y tradicional y la inserción de tendencias progresistas dentro de la Iglesia.Este ha sido el rumbo que han tomado teólogos como Hans Küng e historiadores como Giuseppe Alberigo.
De acuerdo con su interpretación progresista, mientras el Vaticano II introducía un “cambio” significativo, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI han silenciado este potencial en áreas como la eclesiología, la liturgia y la moral, imponiendo una rígida lectura que enlaza con la tradicional autocomprensión de la Iglesia CR. Curiosamente, este punto de vista fue compartido por tradicionalistas tales como Monseñor Lefebvre quien acusó al Vaticano II de traicionar la identidad CR, al contaminarla con dosis mortales de veneno secular y protestante. Por lo tanto, las reacciones opuestas surgieron de la misma interpretación de que el Vaticano II estaba en discontinuidad con el pasado.
Por otra parte, la escuela de interpretación dominante ha insistido en que el Vaticano II permanece en continuidad sustancial con el Vaticano I (1870-1871), que termina efectivamente lo que dejó inacabado, y que lo hace conforme a la gran tradición de la Iglesia CR(p.ej. Trento, los dogmas marianos, etc.).
En esta segunda interpretación no se ha producido ningún cambio “real”, pero sí una dinámica reexpresión del bien establecido patrimonio CR. Con el Vaticano II la Iglesia CR se aproximó al mundo moderno en términos más “pastorales”, sin modificar su estructura básica. De acuerdo con esta lectura lineal, el Vaticano II trajo, a lo sumo, un “
aggiornamento” (o sea, una puesta al día) del lenguaje y de los intereses de la Iglesia, al mismo tiempo que seguía manteniendo y reforzando su postura fundamental.
HERMENÉUTICA DE LA REFORMA EN LA CONTINUIDAD DE RATZINGER
En los últimos años y meses, el debate sobre el Vaticano II se ha restablecido en diferentes evaluaciones, según lo que el Papa actual cree que ha de ser el Vaticano II y la forma en que debe ponerse en práctica.
Ratzinger estuvo presente en el Concilio y expresó la necesidad de una “renovación”. Sin embargo, en los últimos años se ha convertido en un crítico de las tendencias reformadorasen áreas tales como la liturgia, el ecumenismo y la implicación política. Como prefecto de la Congregación para la Sagrada Doctrina, luchó contra todas las tendencias que, en su opinión, diluían las creencias y las prácticas tradicionales de la Iglesia CR. Ahora que él es el Papa el Vaticano II está en el centro de su agenda.
Benedicto XVI ha estado reflexionando en público sobre el Vaticano II desde el principio de su pontificado.En un discurso pronunciado en 2005 estableció claramente su rumbo diciendo que el contenido del Concilio debe leerse de acuerdo con una “hermenéutica de reforma en la continuidad”. Desde entonces utiliza la misma expresión.
Según el actual Papa, el Vaticano II infringió la tradicional comprensión CR del Estado y del poder temporal de la iglesia CR, superando así el sometimiento del Estado a la Iglesia. En este sentido restringido fue un Concilio “reformador”. No obstante, Benedicto XVI cree que el Vaticano II simplemente reiteró el sistema dogmático CR sin alterarlo de ninguna manera. En este aspecto, el Concilio está en continuidad verdadera con Trento y con el Vaticano I. Por lo tanto, Ratzinger no es un intérprete ni de la “izquierda” ni de la “derecha”.
En realidad, estas categorías son totalmente inapropiadas para llegar a un acuerdo no sólo con Ratzinger, sino también con el Vaticano II. La comprensión CR de la evolución histórica supone la “reforma en la continuidad”, el “aggiornamento” pero sin ninguna renuncia, la adición sin sustracción, la expansión sin purificación. A menos que se capten todos los enfoques, se tendrá una información fragmentada e insuficiente de la Iglesia CR. La “reforma en la continuidad” es la genialidad de la Iglesia CR.
SUPERANDO LA CONFUSIÓN EVANGÉLICA
El Vaticano II ha sido también lo esencial en la teología evangélica o protestante. Comprender y evaluar lo que aconteció en el concilio es todavía una labor digna de atención. El mejor tratado evangélico del Vaticano II (
Revolution in Rome, [Revolución en Roma], 1972, de David Wells) es una serie de interrogantes que demuestra precisamente lo confusa que estaba la teología evangélica al tratar con la moderna ICR.
Los títulos de sus capítulos revelan el enigma: “Autoridad: ¿hacia adentro o hacia fuera?”, “Dios: ¿en la ciudad terrena o en la celestial?”, “Cristianismo: ¿una definición amplia o estrecha?”, “La Iglesia: ¿la gente o el Papa?”.
Cuando se ha informado sobre el Vaticano II algunos evangélicos se han decantado por la interpretación de la “derecha”, diciendo que no ha cambiado nada. La CR es
semper eadem (siempre la misma), dicen.
Otros han seguido el punto de vista progresista alegando que con el Vaticano II el espíritu de la renovación sopló en Roma, poniéndolo todo al revés, en términos del evangelio.
Ninguna de las dos interpretaciones es correcta. La Iglesia CR es más compleja que las etiquetas que se acostumbra a ponerle en el sentido de que no es ni estática ni reformadora per se. Siempre es la misma, pero en una trayectoria expansiva. Es un cuerpo que crece, manteniendo, no obstante, el mismo ADN.A menos que entendamos este punto, fracasaremos en dominar la comprensión de los elementos básicos de la Iglesia CR.
Es hora de que los evangélicos aprendamos a leer el Vaticano II con las lentes apropiadas. Hay mucha tarea que realizar todavía pero, sin duda, con su hermenéutica de la “reforma en la continuidad”, Benedicto XVI ayudará en la labor.
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