¿Por qué en algunos creyentes la férrea fe de hoy se torna endeble mañana? ¿No será porque el corazón se quiebra cuando constata que la inmensa mayoría ha fundado su razón de existir en asideros bien prácticos, además de contiendas y acumuladoras codicias, que a veces aparecen cual materialismo enmascarado de espiritualidad complaciente consigo mismo? Tal inseguridad lo resquebraja todo, porque el mundo y sus imperativos cotidianos pugnan por amputar en el hombre su parte de ternura y de poesía. Para ellos, la bendición es no compartir.
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¡Liberémonos en Cristo, prestemos mayor atención a sus ejemplos! Cristo nos deja el camino abierto a la Libertad.
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(Monroy y su hermoso Libro de Adioses). Uno avanza por el grande o pequeño camino de la vida sabiendo bien que los difuntos siempre tienen la razón; que hay horas tristes cuando hiere más el viento; que muchas veces los que están cerca se muestran distantes y que, los que ya partieron, vuelven de pronto para irradiarnos la memoria, tratando así de aliviarnos algo, de desentumecernos algo, de conmovernos con gratos recuerdos que no declinan.
Pues una alta cumbre del periodismo protestante español, Juan Antonio Monroy, acaba de publicar un inventario donde acoge a algunos seres que lo marcaron en su dilatado peregrinaje por Marruecos, donde nació y se bautizó como evangélico, y por España. El libro se titula
“Mis amigos muertos” (Grafitec, Madrid, 2011, pp. 119), el cual tiene mucho de Memoria y mucho más de Generosidad extrema, de No olvido, de Mínimo homenaje, de Escritura que busca dejar constancia para otras generaciones. No me cuesta confesar mi admiración por Monroy, escritor polígrafo y conferenciante por tres o cuatro continentes. He leído parte de sus libros (los volúmenes de su obra completa van imprimiéndose, y creo que ya están por el XII), pero sí creo conocer a fondo su personalidad: he penetrado en ella y sé de su linaje ajeno a toda mediocridad, a todo atisbo de incoherencias: lo suyo es vivir sin altibajos, reconociendo a quien debe hacerlo; llamando la atención a quien le corresponda… Con decir que fue uno de los fundadores de Amnistía Internacional ya puede dar una idea de su espíritu luchador por los derechos fundamentales.
En el libro hay personajes que tuvieron resonancia en el mundo ‘hereje’ español, pero también otros muchos que no, y hasta algunos que sólo fueron amigos en la Mili. En este Memorial están, entre otros, Juan Solé, Ernesto Trenchard, Matilde Tarquis, Peter Harayda, Jaime Casademont, Samuel Vila, Manuel y Arturo Gutiérrez Marín, Tía Inocencia, Ventura Carreño, José Cardona, Magdalena Palmer, Cornelio Carvajal, Glen Owen, Mario Orive, José Martínez, Jack Sinclair o Viviana Martínez. Felicito el valor de Monroy, cristiano hasta la médula, para dejar constancia de sus afectos.
Que afloren afectos y gratitudes, debería ser la contraseña más repetida en estos tiempos precarios hasta para el Espíritu.
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Acabo de releer a Vallejo y no cesó de repetirme: ¡Es superior a Darío!
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Historiadores de varias universidades, convocados por la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones, hace meses publicaron un manifiesto en favor de la enseñanza no confesional de las religiones. Atractivo punto de partida para un análisis serio sobre la actuación, coherente o no, de obispados o federaciones: ya no se trata de personas que menosprecian el hecho religioso inherente al ser humano; es más, quieren potenciarlo. Pero están contra la catequesis financiada con dinero público en las escuelas públicas; contra el parcialismo de una u otra religión. Y claro, uno no sabe a qué atenerse, pues oye, perplejo, tantos ataques al Estado por esto y por aquello, en virtud de la Ley primera que es la Biblia; pero luego aprecia tantos desvelos por seguir bajo la ubre de dicho Estado benefactor u ‘ogro filantrópico’. Estos historiadores tienen como referencia el pensamiento de Salomón Reinach, relevante historiador de la religión, cuyo mensaje es el siguiente: “Antes o después, la historia de las religiones se enseñará en las escuelas junto a la historia, a la filosofía y a las ciencias. No se enseñarán ni la fe ni el escepticismo, sino hechos ciertos. Se enseñará a los escolares a reflexionar sobre temas tan importantes y a prestarles toda la atención, diré mejor, todo el respeto que merecen”.
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