Este es un libro singular, original. No lo he visto en librerías españolas. Lo compré en el aeropuerto de Quito en mi último viaje a Sudamérica. Veintidós dólares, porque Ecuador está dolarizado, al igual que El Salvador. Ha sido publicado allá por Paradiso Editores, financiado en parte por la Embajada de Israel en Ecuador.
UN SOLO DIOS presenta un cuadro bastante completo de la narrativa israelí contemporánea. Autor de la antología es el escritor, editor, periodista y crítico literario Yaron Avitov, autor de doce libros, poseedor de cuatro premios literarios otorgados por instituciones israelíes. Avitov no solo escribe, también se dedica a difundir la literatura israelí en español y hace denodados esfuerzos por publicarla.
UN SOLO DIOS incluye veinticinco relatos de otros tantos prestigiosos autores israelíes, entre ellos dos ganadores del prestigioso Premio Israel de Literatura: Aharon Megged y Yitzjak Orpar. La traducción de todos los relatos al español es obra de la catedrática hebrea nacida en Argentina Tamara Rajczyk. Actualmente es investigadora literaria y profesora de Hebreo en el colegio Martín Buber de Buenos Aires. También da clases de Literatura Hebrea en el profesorado de Capacitación Docente “Melamed”, en la misma ciudad argentina.
En UN SOLO DIOS participan escritores religiosos, ortodoxos, agnósticos, laicos, otros que abandonaron las leyes de Moisés y retornaron a ellas.En algunos de los relatos hay fuertes críticas contra el Dios de Israel.
El tema del holocausto está presente en varias de las historias.
Estí G. Haim, escritora y actriz, cuya obra ha merecido cuatro premios de literatura, pregunta en un grito: Cuando los judíos sufrieron la desgracia del holocausto, “¿dónde estaba entonces Dios?¿Cómo permitió que una niña pequeña sufriera todo esto, aunque rezaba cada mañana?” Otra mujer, Mira Magen, cuyas novelas han sido traducidas al alemán y al francés, dice: “El Mesías no viene, el Mesías tampoco telefonea. La gente está desesperanzada, no encuentran a Dios ni al Mesías, nada”.
Yitzjak Gormenzano, dramaturgo y editor, plantea un tema del que se habla poco en Israel. El drama interno que sufren judíos convertidos al catolicismo y que en uno u otro momento deciden retornar a las fuentes mosaicas.Las historias de este autor han sido traducidas al árabe, inglés y francés. Aquí, en LA MENTIRA SAGRADA, Gormenzano cuenta la vida de un próspero empresario de perfumes y especias, Francisco Mendes, hijo fiel de la madre Iglesia católica. “Sin embargo, dice Gormenzano- en los sótanos más profundos de su alma se escondía una identidad clandestina. Su nombre en Israel: el oculto Tzemak Benveniste, rabino de los marranos (denominación dada a los judíos conversos al cristianismo, especialmente a aquellos que seguían practicando en secreto la religión judaica). Benveniste habría vivido toda su vida en ese mundo doble. En la mentira”. Cuando ya agonizaba, el rabino convertido en el católico Francisco Mendes pronuncia palabras para él sagradas: “Shemá Israel, Adonai Eloheinu, Adonai Ejad” (Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno). Logró lo que deseaba. Dejó en el aire de la habitación al católico y murió como judío.
Yeloshua Bar Yossef, 36 libros publicados entre novelas, cuentos y dramas, fue uno de los primeros escritores israelíes en abandonar la fe hebraica.En el relato CIGARRILLO EN SHABAT, el no poder fumar en día de sábado le perturba y culpa a la religión. Instalado en la certeza “de que la religión no era más que un divertimento humano imaginario, basado en una visión errónea del mundo y de la realidad que nos rodea”, le provocaba angustia la prohibición de fumar en sábado. Suplicaba: “¡Señor del Universo! ¡Dame fuerza para ser honesto conmigo mismo y fumar un cigarro!”. La respuesta no le llega de arriba, sino de su propio discurrir convencional: “¡Demuéstrate a ti mismo que no eres un trapo! ¡Toma la caja y fuma un cigarrillo para tu placer y aún así no estarás profanando el
shabat ni cometiendo transgresión alguna!”. Fumó un cigarro, otro, concluyó que “nunca había experimentado un placer tan profundo”.
El holocausto vuelve a aparecer en EL NOMBRE, de Aharon Megged, uno de los más prestigiosos de la literatura hebrea, autor de 38 libros. Megged plantea en este cuento el conflicto aún hoy existente entre la Diáspora e Israel, entre el mundo religioso y el laico, entre el olvido y la memoria del holocausto. El abuelo que vivió los horrores del nazismo y el joven marido de su nieta Raia entablan una tensa discusión causada por el nombre que el abuelo quiere para el nieto a punto de nacer: “Méndele”. Tanto la madre como el padre se oponen tenazmente. El abuelo les amonesta. Dice a los futuros padres: “Hubo judíos que se llamaron con ese nombre… No sabéis qué estáis haciendo. Estáis concluyendo la obra empezada por los enemigos de Israel. Ellos suprimieron de este mundo los cuerpos, y ustedes su nombre y su recuerdo. Que no haya continuidad, ni testimonio, ni memoria, ningún recuerdo….”.
En realidad, el tema del holocausto, de una u otra forma, está presente en todas las páginas del libro.Seis millones de judíos víctimas de la crueldad nazi es difícil de olvidar. Además, siempre queda el derecho y el deber de recordar la Historia, de no callarla, de defender los valores propios.
Orzion Yishai, quien tiene como segunda lengua el dialecto ladino que todavía hablan los judíos que salieron de España, ambienta un bonito cuento en el mundo ortodoxo de Jerusalén.Una muchacha judía que estudia en un seminario ortodoxo se enamora de un emigrante ruso. El conflicto entre la fe y el amor ocupa páginas bellísimas.
Alisa Hart, novelista perteneciente a la segunda generación del holocausto, relata en el libro la asombrosa historia de su abuelo, católico creyente, que abandona los estudios de sacerdocio para convertirse en judío ortodoxo.
Ran Yagil, poeta y editor, presenta en la historia EL ABOGADO DEFENSOR DE ISRAEL EN TEL-AVIV a un religioso a veces fanático a veces sumido en la duda. “En una época como esta, dice recordando textos de los Salmos, en la que Dios ha ocultado su rostro y estamos faltos de la tutela divina, al justo le va mal, el malvado disfruta del bien, el violento se impone y los creyentes están desconcertados”. La razón deja de llamarse de tal nombre a partir del día en que comienza a dudar de si misma. Esto le ocurre al viejo judío en el cuento LOS LIBROS SAGRADOS DEL ABUELO, de Yitzjak Bar Yossef, cuando lanza preguntas como estas: “¿Cómo puede creer un hombre inteligente que sus plegarias en la sinagoga llegan hasta Dios, que está en el cielo? Aunque te pares en el tejado de la sinagoga y reces fuerte a los gritos, ¿sabes qué distancia deben atravesar las plegarias en el espacio para llegar a Dios? ¿Y para qué necesita Dios nuestras oraciones?
Cierro el somero análisis de esta antología de escritores israelíes con la melodía jasídica que cantaba un judío creyente de setenta años, voluminoso cuerpo y larga barba, mientras pedaleaba su bicicleta cuesta arriba.
Adónde vaya, ¡estás Tú!
Donde me detenga, ¡estás Tú!
¡Solamente Tú, otra vez Tú, siempre Tú!
¡Tú, Tú, Tú! Si mejoro, ¡estás Tú!
Si me duele, ¡estás Tú!
¡Solamente Tú, otra vez Tú, siempre Tú!
¡Tú, Tú, Tú! El cielo, ¡eres Tú!
La tierra, ¡eres Tú! Arriba, ¡eres Tú!
Abajo, ¡eres Tú! Miraré así, veré aquí,
¡solamente Tú, otra vez Tú, siempre Tú!
¡Tú, Tú, Tú!
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