No seamos seres sin Edén
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El espíritu del cristiano se bautiza especialmente con la Palabra del Apocalipsis, con la revelación de lo insabido. Lo simbólico es el agua para mojar su piel. Así, revelación tras revelación, el renacimiento será un fruto cotidiano, un feliz temblor no apaciguado cuando pronuncie el nombre de su amado Galileo.
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¿Te has quedado mudo, sediento, solitario construyendo vanos instantes o inventándote soles que alumbren tu vanidad? ¿En las tinieblas se manifiesta tu pretendido esplendor? ¡Procura que un aluvión de ternura te acerque a la mirada del prójimo!
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Ninguna patria es mejor que aquella donde amanece el Amor.
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El dinero, siempre el dinero por el cual la prepotencia de los fuertes sigue esquilmando a los empobrecidos.
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Es en los momentos graves de la vida cuando conoces, en verdad, a los que te rodean.
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Si el cristianismo no es el reino de la libertad es que poco se ha entendido el Evangelio.
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Es en los momentos graves de la vida cuando conoces, en verdad, a los que te rodean.
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Palabra del Espíritu, poesía de los Profetas, ¿qué ignorancia atrevida o qué absurdas triquiñuelas han intentado, por siglos, ocultar tu Poder no pereciente? Verbo, Verbo, Verbo… hasta humedecer el corazón de Dios.
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Por correo electrónico, esto escribí al hermano M. Z., palestino seguidor de Cristo: “Te envío el zumo secreto de mis oraciones hasta ése Oriente Medio donde ayer perdiste a tu madre. Y si por el cielo de aquellas fronteras ves flores blancas volando, es que hacia ti avanzan mis oraciones, como tratando de cubrir tu orfandad”.
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Ante determinadas realidades, di o has cosas que hagan vibrar las cuerdas íntimas de quienes esperan tu respuesta.
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En medio de esta crisis económica, moral, religiosa, editorial… lo único que no está en crisis, exceptuando a Cristo, es la Poesía, cuya vitalidad resulta extraordinaria. Porque ella en sí misma es despojamiento, es contención, es pobreza… Nada de lucimientos superfluos; nada de refritos novelescos, nada de demandas del ‘mercado’. No hace ruido, pero cuando habla, callan los otros géneros; callan los parlanchines.
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“Vuelve a tu origen”, me dijo un soldado extrañamente ataviado a las afueras de Xian. Monté sobre un caballo de terracota y cabalgué y cabalgué hasta llegar a la sombra de los árboles gigantes.
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¿Dejas a alguien como se abandona un guante? ¿Vives entre inauguraciones y desechos? ¿Te vuelven pálido tus insistentes rencores? ¿Sientes que hasta el silencio estalla en tus oídos?
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Otro mar, el que pisó sus Pies, se te convulsiona dentro, allí por el pecho del alma.
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Siembra sonrisas antes del crepúsculo.
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Aunque he leído su obra y sé de su magnífico y dilatado ministerio, no conozco personalmente al hermano P. W. Tampoco a su esposa C. Aun así, tuvieron la gentileza de enviarme un comentario profundo, conmovedor, sincero en cuanto a la dificultad primera de captar el mensaje de mi librito
Cristo del Alma. Tras volver a releer los pasajes, han hecho de él algo así como un complemento al Libro. Quise responderles como se merecen. Aquí un fragmento de mi carta: “Partiendo de claridades, me adentré en un corazón que crece hasta los cielos. Por ello, debido a sus conductos, a veces la luz se adensa hasta parecer oscurecida. Pero luego una sílaba se alumbra, y luego otra... hasta dejar a la intemperie su extensión infinita o su pequeño Amor al grande Galileo”.