Los ingleses después de varios periodos de indefinición, adaptándose a los gustos cambiantes de su monarca Enrique VIII, deseaban una verdadera reforma del estado y de la iglesia.Por ello decide convocar un sínodo y al parlamento en las proximidades del verano del 1539, algo insólito para la época, ya que el miedo a las enfermedades contagiosas desaconsejaba las fechas estivales. El acuerdo al que se llegó fue el conocido como “Los Seis artículos”. Los dogmas contenidos en estos artículos se inclinaban claramente hacia el catolicismo, saliendo vencedores en la discusión los obispos “católicos”. Los grandes derrotados fueron Crammer y Cromwell. El rey aceptó los artículos, pero la verdad es que nunca se llegaron a poner en práctica y no se produjeron las temidas persecuciones religiosas contra los evangélicos.
Aunque los artículos no supusieron un retroceso en el proceso de reforma, tampoco hubo nuevos avances, las ideas de Cromwell parecían haber fracasado. El primer ministro inglés se centró en la política internacional promoviendo el matrimonio del Rey con la hija del duque de Cleves. La boda no contentó al monarca, lo que puso al primer ministro en la cuerda floja, siendo al poco tiempo detenido y asesinado sin juicio.
La desaparición de Cromwell produjo un verdadero desbarajuste en la administración, aunque para los evangélicos la pérdida no fue fatal, dado que persistía la influencia de Crammer.
En el 1542 el giro volvió a producirse hacia la catolización de la sociedad. Se limitó la lectura de la Biblia en inglés a las clases altas y la jerarquía, se hizo un nuevo catecismo que sucedía al del 1537, borrándose de esta forma muchos de los postulados luteranos contenidos en él. Pero la Corte en gran medida, había adoptado las ideas evangélicas, especialmente la nueva generación. Este grupo estaba liderado por el tío del príncipe Eduardo, el conde de Hertfor y el vizconde Dudley. Por otro lado la educación del príncipe pasó a manos de un protestante llamado Juan Cheke.
En los últimos años del reinado de Enrique VIII, la iglesia fue más “enriqueciana” que evangélica, ya que en la mayoría de sus doctrinas seguía siendo católica, excepto en su dirección jerárquica.
La muerte del Rey dejó al país en manos del joven príncipe, evangélico de corazón, rodeado de consejeros de su misma fe.
Eduardo IV, el nuevo monarca, tan sólo reinaría seis años. Su Lord Protector, el conde de Hertford tomó entre sus primeras decisiones la revocación del acta de los “Seis artículos” y la comunión en dos especies. En aquellos mismos años el libro de Crammer de Homilías, impulsó una vuelta a las ideas reformadas.
Justo a la llegada de Francisco Enzinas a Inglaterra, la iglesia está en pleno proceso de reforma, aunque los primeros pasos son tímidos y moderados:Se publica el “Libro de rezos” y se autoriza el matrimonio de sacerdotes, la forma cúltica se simplificaba, el sacerdote se convertía en el predicador de la Palabra y la Biblia en el centro de la reunión.
Como es fácil imaginar, reformados de todos los países y en especial de los territorios donde arreciaba la persecución, tomaron rumbo a la isla. Entre ellos destacan Martín Bucero, que fue a Cambridge; Juan de Lasco, Francisco Dryander y nuestro querido burgalés.
Enzinas ocupará su cargo de profesor de griego en Cambridge, pero algo no cuajó en la estancia de Enzinas en el país.De hecho, unos años más tarde, los diferentes españoles evangélicos que deciden venir a Inglaterra, saldrán escaldados del país, a excepción de Cipriano de Valera, aunque sus problemas provenían más bien de los calvinistas franceses afincados en Londres. En el caso de Enzinas ignoramos las razones.
Francisco vive una temporada junto a Bucero en Cambridge. Su tiempo libre lo dedica a la traducción de algunos libros al castellano.
No sabemos las ideas que circulaban por su mente, pero algo le mueve a volver al Continente dejando la seguridad y la estabilidad económica.
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