En estas materias, quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Moralizar sobre los errores de los demás y alimentar actitudes de superioridad no son los enfoques correctos para tratar el problema.
En este campo nuestro césped evangélico no es más ecológico que el de los demás. El año pasado, no obstante, ha sido un
annus horribilis (es decir, un año horrible) para la Iglesia CR en lo que al sexo se refiere.
La Iglesia CRtiene un serio problema con la sexualidad.
1. Coloca
los estándares más altos a su propio clero, es decir, el celibato obligatorio, aunque se estima que un tercio del clero CR tiene una vida sexualmente activa. Si tú esperas que tus propios representantes se adhieran a ciertos estándares de comportamiento sexual, estás expuesto más fácilmente al escrutinio público si tu círculo íntimo no cumple.
2. La visión moral CR impone
la santidad de un matrimonio heterosexual monógamo y la condenación de las demás orientaciones sexuales. Si estás vociferando diciéndole a la gente lo que es lícito y “recto” en cuanto a las prácticas sexuales, y lo que es “incorrecto” en relación con los abusos, tus propias inconsistencias parecen más nefandas.
3. Recientemente se han visto
récords de abusos y escándalos dentro de la Iglesia CR después de décadas de negación y autoprotección. Vivimos en un mundo que ya no guarda secretos, y la sociedad en general tiene derecho a hacer preguntas serias sobre todo este asunto.
4.
El problema está en todos los niveles: el reclutamiento de gente joven, la formación de seminaristas, la supervisión de la vida sexual de las personas religiosas, el desafío de los fracasos, la promoción de una cultura transparente, etc.
La credibilidad de todo el sistema está en juego.
Hace un par de semanas la Congregación Vaticana para la Sagrada Doctrina emitió varias directrices que iban dirigidas a los obispos CR a fin de poner orden en este asunto.
Para el Vaticano, la sexualidad no es un asunto esencialmente pastoral sino doctrinal y la institución encargada de gobernarla es la misma que preside la pureza doctrinal. La esencia de las directrices es pedir a los obispos locales que estén más alerta y sean más colaboradores, lo que indica que la norma del pasado ha sido, con frecuencia, la escasa vigilancia y coooperación.
¿ES BÍBLICO EL CELIBATO OBLIGATORIO?
El problema es enorme y complejo. Sin embargo,
para la gente que cree en la Biblia, la primera y decisiva pregunta es sencilla: ¿enseña o demanda la Biblia el celibato a los ministros de la iglesia? La respuesta es tan simple como la pregunta: No. Aunque considera el celibato tan digno como el matrimonio (p.e
1 Corintios 7), la Biblia espera que, como norma general, los ancianos, los obispos y los diáconos estén casados (p.e.
1 Timoteo 3:2-5;
Tito 1:6). La tradición del celibato obligatorio CR es el resultado de una distinción jerárquica y dualista entre una vocación religiosa “más elevada” y la “inferior” de los seglares. También es un medio para “dominar” al clero y evitar que la herencia patrimonial de la iglesia sea dispersada.
No existen argumentos a favor del celibato obligatorio que sean bíblicamente concluyentes. Por lo tanto, debería estar abierto al cambio.Según la Biblia, parece que se espera que la mayoría de los ministros estén casados y algunos permanezcan solteros. ¿Se permitirá que la Biblia tenga la última palabra, que al mismo tiempo es mejor palabra que la tradicional solución CR? La “renovación bíblica” que, según algunos observadores, se está llevando a cabo en el interior de la Iglesia CR, ¿permitirá
modificar la tradición que existe desde hace tanto tiempo? No se observa ninguna señal en esta dirección por ahora. Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI lo que han hecho realmente es reforzar el celibato obligatorio, haciendo el cambio todavía más difícil.
¿ES DESEABLE UNA TRANSPARENCIA TOTAL?
La opinión pública también ha quedado impresionada por la actitud autocomplaciente que han mostrado algunos obispos de varias partes del mundo al manejar el tema de los abusos.En lugar de denunciarlos y evitar que se continuaran produciendo, ha habido una tendencia general a encubrirlos.
Los intereses de la Iglesia CR parece que son más importantes que el sufrimiento de las víctimas. Se ha preferido la protección de la iglesia antes que la protección a los niños que han sido objeto de abusos. En una organización tan compleja como la de la Iglesia CR, es de esperar que se produzcan errores, pero la impresión general es que el problema radica en la “cadena de mando” más que en los casos esporádicos. Existe un amplio código de conducta que sitúa primero a la Iglesia CR, por encima de la verdad y de la realidad, como si la principal preocupación fuera buscar lo que la iglesia puede ganar sin importar el costo.
Históricamente, la Iglesia CR ha sido atacada por fuerzas políticas e ideológicas y, por consiguiente, ha desarrollado una actitud autoprotectora, al igual que lo han hecho otras muchas instituciones históricas. Al mismo tiempo,
se ha construido una opinión de sí misma altamente dogmática, clamando ser la societas perfecta (es decir, la sociedad perfecta), o la Iglesia indefectible, o sea, la Iglesia que no puede errar. Puede juzgar a los demás pero no puede ser juzgada por los demás. Puede denunciar el pecado del mundo, pero no permite que el mundo denuncie sus pecados.
Los escándalos y los abusos sexuales muestran que ha llegado el momento de ser más humildes y consecuentes y menos reticentes y autocomplacientes. Cuando la autoprotección llega a ser absoluta, se convierte en un ídolo. No obstante, todos corremos el peligro de elevar nuestras instituciones a un lugar de adoración idolátrica, es decir, la “eclesiolatría”, la adoración a la iglesia como institución.
“El sexo y el Vaticano” es mucho más que simple habladuría y más que un tema de moral y justicia. Es una oportunidad para el arrepentimiento, para la reforma bíblica y para la transparencia pública. Algo que todos necesitamos.
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